Miquel Costa i Llobera es, sin lugar a dudas, uno de los maestros de la poesía catalana. Nació en Pollença, en la isla de Mallorca, en 1854 y murió en la ciudad de Mallorca en octubre de 1922. Por tanto, el año que ha transcurrido era el de su centenario. Murió en el trono mientras predicaba el panegírico de Santa Teresa de Jesús, porque Costa y Llobera era, además de un gran poeta, sacerdote.
Para Antoni Rubió i Lluch el poeta mallorquín era un «romántico del clasicismo» y un clásico del romanticismo. Su conocimiento de los clásicos y su dominio de la lengua catalana no sólo le hizo brillar en su época sino que ha sido fundamento del desarrollo lingüístico y poético posterior.
Una de sus obras más importantes, la que sobre todo le dio la relevancia inicial en Catalunya, fue Horacianes donde demostraba su dominio de los clásicos, especialmente de Horacio y Virgilio. Pronunció el discurso inaugural de los Juegos Florales de Barcelona de 1906 e intervino en el Congreso Internacional de Lengua Catalana.
Sus textos superaron el tono de la Renaixença y los tópicos que llevaban los Juegos Florales y tiene en su haber, además de la producción literaria, tres aportaciones clave: un referente para las futuras generaciones de escritores de las Islas Baleares , un fundamento para la poesía catalana y un elemento decisivo para la unidad de la lengua más allá de las divisiones regionales.
Su labor tiene elementos visibles de reconocimiento. Por ejemplo, la montaña de Montjuïc en Barcelona y los jardines Costa i Llobera, así como un jardín botánico. Tiene lógica porque en uno de los campos en los que sobresalió fue el de la descripción del paisaje. El Pi de Formentor (1875) es un ejemplo entre los muchos que Costa i Llobera aporta como gran descriptor del paisaje mediterráneo.
La otra gran dimensión de su poesía es la religiosa, cosa lógica tratándose de un sacerdote.
También existen varias escuelas e institutos que han tomado su nombre para designarse, y la conocida cantante mallorquina Maria del Mar Bonet ha interpretado algunos de sus poemas, como p. ej. el ya citado Pi de Formentor, entre otros.
Con este extraordinario currículo es de extrañar que la Generalitat haya dejado pasar su centenario en el más absoluto de los silencios.
Cabe preguntarse de qué sirve un departamento de Cultura que ignora las grandes aportaciones y las deja sin recuerdo. Un país sin memoria es un país sin identidad, y esto es muy grave para Catalunya.
¿Cómo explicar esta carencia? ¿Es porque acaso Costa i Llobera ha sido proclamado por la iglesia sirviente de Dios? ¿O quizás porque está en proceso de beatificación? ¿Es que la Generalitat recuerda nuestra historia no en función de lo que importa y es positivo, sino de su criterio ideológico sobre la persona?
Este olvido y esta discriminación por la naturaleza y la excelencia sacerdotal de Miquel Costa i Llobera es un escándalo y requiere, por parte de la Generalitat, una reparación si no quiere profundizar aún más en una actitud sectaria.
Y mientras la Generalitat no rectifique Converses a Catalunya hará su homenaje al gran poeta mallorquín y catalán.
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