Cataluña y España. Países de personas mayores e inmigrantes

Ésta podría ser la radiografía del último informe sobre la evolución de la población de España y de sus comunidades autónomas 2022-2072. Según estos datos España ganaría más de 4 millones de habitantes en los próximos 15 años y 5 millones hasta 2072. Estas previsiones sobre población total son sustancialmente distintas de las que efectúa Naciones Unidas, que sitúa a la población para el mismo horizonte temporal de inicios de los 70 entre los 46 y 47 millones de habitantes, seguramente por un menor peso en esta última de la población inmigrada.

Desde el punto de vista de balance entre nacimientos y mortalidad cabe decir que España seguirá perdiendo población de forma ininterrumpida, porque muere más gente que nace y, por tanto, el incremento de población será exclusivamente gracias a la inmigración. Hasta 2072 habrán llegado 14,8 millones de inmigrantes que se añadirán a los ya existentes. Este hecho significará que la población no nacida en España alcanzará el 36%, el 33% en el caso de Naciones Unidas. En consecuencia, más de 1/3 parte serán personas que habrán nacido y vivido una parte de su vida en otros países y sólo 2/3 partes serán autóctonas.

Sin embargo, aquí hay que hacer una matización porque una parte de esta población autóctona serán hijos nacidos de inmigrantes y, por tanto, población de primera generación con todo lo que esto conlleva de dificultad de integración. Si se considera este factor, la población que tendrá estas características, proceder en primera generación de familias no nacidas en el país, superará largamente el 40%.

Se mire como se mire, existe un proceso de cambio cultural muy importante en marcha y no ya de ahora, sino que en relación con la inmigración arranca desde principios de siglo y con el balance demográfico se produce el signo negativo continuado desde su segunda década.

Cabe decir que estas previsiones parten de una hipótesis que debe verificarse: el número de nacimientos por mujer, que ahora es muy bajo, del 1,19, tenderá a aumentar progresivamente hasta llegar al 1,27 en 2036. Esta mejora es insuficiente porque queda lejos de la tasa de reemplazo del 2,1, pero sí señala un signo positivo que empezaría a partir de 2023. Bien, esta es la cuestión sobre la que pueden abrirse interrogantes porque no está nada claro si pasamos de las simples proyecciones estadísticas a las constataciones antropológicas y sociológicas en relación a la voluntad de tener hijos por parte de la población. Por este lado, el resultado podría ser peor y tener menos natalidad. Cabe recordar en este sentido que España es uno de los pocos, por no decir el único de Europa, que no tiene una política de apoyo a la familia y a la natalidad, y este hecho en períodos de crisis climáticas, de inflación, de incertidumbre futura, tiene un grave impacto sobre la decisión de tener hijos.

Es una terrible paradoja que un país que está en bajón demográfico de forma patente y que debe contemplar la inmigración masiva como solución (el INE prevé casi medio millón de inmigrantes al año entre 2022 y 2026) no tenga la menor voluntad política de ayudar a todas las familias con hijos. Es incomprensible y muy negativo para el futuro del país. Por otra parte, la inmigración puede venir o no, porque en realidad su flujo está relacionado con el comportamiento económico del país y si éste no genera suficientes puestos de trabajo, la inmigración no va a llegar.

La radiografía de todo esto debería mover a una preocupación activa dirigida a construir respuestas. Porque en esquema el escenario es el siguiente: envejecimiento importante que hará que la población de más de 60 años signifique 1/4 parte del total en 2035 y casi el 30% en 2072. A este envejecimiento que demandará más servicios sanitarios y asistenciales le añade en hándicap del crecimiento de las personas que viven solas y que se hacen más demandantes de atención y servicios asistenciales. Disminuirá el número de personas nacidas aquí que se incorporarán al trabajo y crecerá sustanciales la llegada de inmigrantes. Y éstos, como está pasado hasta ahora, tenderán a ocupar puestos de trabajo de baja calificación. El resultado será acentuar el problema crónico de España, que es el de baja productividad.

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