Cataluña, un tejido roto

El tejido económico y social de Catalunya está lleno de rasguños que van destruyendo el tejido del país forjado con el transcurso de años y años hasta el extremo de correr el riesgo de dejarlo dañado e irreconocible.

Lo muestran las consecuencias de la sequía, mucho más graves de lo que podrían ser por la incuria gubernamental. Pero los problemas de fondo no terminan aquí. La saturación de determinadas infraestructuras fundamentales como el aeropuerto de Barcelona y la AP7 forman parte de estos desgarros.

Y como la memoria es débil, no tenemos presente otro gran rasgo como es el de la energía. En ese momento para prever incrementos de necesidades futuras, comunidades como Valencia, Andalucía, Aragón y Murcia han reclamado al gobierno español más inversión para incrementar la capacidad energética.

Y Cataluña, ¿qué dice? Recordemos cuál es el mix energético de nuestro país:

El primer puesto lo ocupa el petróleo con 11.673,1 Tep, el segundo puesto corresponde a la energía nuclear con 6.220,4 Tep, y el gas natural la tercera con 5.822 Tep. Detrás de esto vienen las renovables que, en conjunto apenas llegan a las 1.000 Tep, mostrando una vez más que en Catalunya hay mucho discurso sobre la sostenibilidad y una nula realización. Y aunque esa cifra tan exigua, casi 600 TEP, corresponden a biomasa y a residuos no renovables. La aportación de la energía solar fotovoltaica, termoeléctrica y eólica es absolutamente ridícula, de acuerdo con los datos del Instituto Catalán de la Energía de 2019.

Por tanto, para funcionar, Cataluña consume petróleo y energía nuclear con un hecho agravante, tras la última prórroga está previsto que las centrales nucleares tengan que cerrar entre 2027 y 2035. Al mismo tiempo que las conexiones de la energía procedente de Aragón siguen pintadas al óleo. ¿Qué planes tiene el gobierno de Cataluña para abastecernos de energía en esta próxima década?

La otra gran cuestión ignorada es la gran quiebra de la natalidad. Mueren más catalanes de los que nacen, mientras que somos el primer territorio en recepción de inmigración. Lo que ya está afectando de forma notable al uso social del catalán y, por tanto, a la difusión de la cultura, al modelo productivo incentivando a los sectores de baja productividad y bajos salarios ya la vivienda.

Porque éste es el otro gran desgarro catalán. Se necesitan 25.000 viviendas nuevas cada año, pero el máximo en 2023 no alcanzó las 16.000 y, por tanto, cada año se va acumulando un nuevo déficit, con un agravante: sólo el 13% de las viviendas construidas son oficiales, mientras una habitación realquilada en Barcelona alcanza ya de media los 535 euros. Es una brutalidad y, por si fuera poco, la rehabilitación, que debía ser la gran herramienta para la renovación y la sostenibilidad, está estancada. El país empieza a caerse a trozos.

Creus que la Generalitat ha fet totes les inversions que estaven previstes per evitar els efectes de la sequera?

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