Cataluña, España: la gran derrota tecnológica

«El sur de Europa es un desierto tecnológico», escribe Xavier Ferràs, profesor de economía en ESADE.

Con la edición 2019 del mapa de innovación por regiones de la Comisión Europea en la mano, no pueden quedar dudas. Grecia, Italia y España están teñidas de tonalidades de amarillo, los colores que las identifican como pertenecientes a la mitad inferior del índice, y así pues entre las menos competitivas y tecnológicamente avanzadas de la Unión Europea (UE).

Resultados del índice de competitividad regional de la UE en 2019. Fuente: Comisión Europea

 

Hasta aquí no hay demasiadas sorpresas: el sur siempre ha estado por detrás de Europa central y del norte, aunque por delante del este, que en este caso ya no se pinta en amarillo sino en naranja y rojo.

Pero hay varios factores agravantes que hacen que la puntuación de Cataluña en concreto y de España en general sea particularmente negativa.

España, última en innovación entre los países del sur de Europa

Lo primero que salta a la vista a los ojos del observador: ningún país del sur de Europa tiene tantas regiones pintadas de amarillo intenso y naranja como España. Grecia, Italia y sobre todo Portugal, tienen al menos una región que figura en la mitad elevada del índice (verde claro). No es el caso de España.

Estos hechos aproximan a España a la categoría de los países del este más que a sus vecinos del sur con los que se suele comparar -en general para concluir que lo conseguimos mejor.

Cataluña y España, a la cola de Europa en aumento de Investigación y Desarrollo

El informe Science, Research and Innovation in Europe 2020 muestra la evolución de las inversiones en I+D en toda Europa.

De nuevo, los países del norte son líderes, pero se observa también como Grecia, Italia y Portugal han hecho notables esfuerzos para desarrollar sus cadenas de conocimiento y tecnología.

Los países del este, desde Bulgaria (el estado más pobre de la UE) hasta Polonia, avanzan rápidamente para recuperarse al menos en parte de la época socialista.

Si hay un país europeo que se quede atrás, se trata de nuevo de España. Y Cataluña, en particular, se sitúa al mismo nivel que el Languedoc Roussillon al otro lado de la frontera, considerado desde siempre como la periferia económica de Francia.

Una vez más es Xavier Ferràs quien nos recuerda que la inversión en I+D respecto al PIB español es hoy inferior a la de 2009. Actualmente, el esfuerzo público real en I+D de España equivale al 30% de lo presupuestado hace una década.

El gobierno se había marcado el objetivo de invertir el 3% del PIB en I+D en 2020. En vez de progresar, se ha retrocedido, y hoy España se sitúa tan sólo en el 1%.

Aumento del gasto en I+D por región entre 2007 y 2017. Fuente: Comisión Europea

Cataluña pierde el liderazgo económico español

Atención especial merece Cataluña y su polo industrial barcelonés, que en 1920 prácticamente triplicaba el PIB per cápita español.

Hoy, Cataluña figura en la grada inferior de los inversores en I+D europeos y su PIB per cápita es tan sólo un 25% mayor que la media española. Madrid ya la supera en PIB y la tendencia de cambio del centro de gravedad económico español se ha consolidado.

Un pez que se muerde la cola

En 2009 Cataluña era todavía una de las regiones de la mitad alta del ranking de innovación europeo, junto con el País Vasco, Navarra y Madrid. Hoy, la mitad norte de Portugal y la región de Lisboa superan a las cuatro comunidades autónomas españolas.

El hecho de que España sea el país europeo que menos puestos de trabajo ha creado en sectores de elevada productividad entre 2006 y 2016 demuestra hasta qué punto se está retrocediendo.

Resultados del índice de competitividad regional de la UE en 2009. Fuente: Comisión Europea

 

La consecuencia de todo ello es una desconexión cada vez más importante de España y Cataluña con la industria 4.0 y las fuentes de la prosperidad del siglo XXI, cada vez más dependientes de las inversiones tecnológicas.

Tal y como apunta Xavier Ferràs, los rankings europeos no miden la competitividad de empresas concretas, sino de los «sistemas nacionales de innovación» que favorecen la aparición y consolidación de pequeñas y medianas empresas altamente competitivas y exportadoras. De estas, una pequeña fracción se convierten en campeones nacionales y contribuyen de forma especial a reforzar las redes de innovación.

La falta de innovación es un pez que se muerde la cola, porque si España y Cataluña pierden posiciones en los rankings significa que son menos atractivas para los inversores, y por tanto más difícil aún resultará ponerse al día.

Es el inverso del efecto llamada, y hace que la infraestructura tecnológica y de investigación nacional envejezca y se atrofie.

Se necesita una estrategia de inversiones en I+D concreta y dotada de medios no ya para convertirse en un líder europeo, sino simplemente para no quedarse completamente atrás.

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