En esta semana que acaba de empezar, Cataluña concentra las portadas informativas de España, y en algunos aspectos es noticia internacional. El problema es que esta gran notoriedad no es precisamente para bien.
Los nuevos disturbios en Barcelona tras la desolación causada al internacionalmente conocido Paseo de Gracia, con el ataque incendiario a un vehículo de la Guardia Urbana con una agente dentro (una imagen que ha dado la vuelta al mundo), genera la peor imagen de la ciudad que se pueda desear en las actuales circunstancias de desertización económica en la que vive: la violencia asociada a nuestro país.
Por si fuera poco, la CUP se niega a condenar los hechos y Arran, y otras organizaciones de esta familia política, celebran aquellas agresiones y aportan instrucciones de cómo hacer frente a la policía. Cabe preguntarse, ahora que esto se lleva tanto, si en esta acción de los grupos de la CUP no hay claramente un delito de odio que debe ser perseguido de oficio por la Fiscalía.
La violencia se ha convertido en una patata caliente de la negociación, porque la CUP es la niña de los ojos de ERC, y tanto puede terminar esta organización como fuerza de gobierno, como presidiendo el Parlamento. El problema de la gobernabilidad futura de nuestro país sería indescriptible y podría superar al de la época Torra.
No es un buen signo en este sentido que el candidato a la presidencia, Pere Aragonés, que tanto tardó en condenar los hechos, ahora ante los nuevos disturbios sea incapaz de utilizar la palabra «policía» y condene los ataques «a los servidores públicos«. Un presidente con estos complejos difícilmente hará bien su trabajo.
Para complicarlo más, existe la negociación mezclada con las exclusiones. Los independentistas excluyen al PSC, los comunes que tienen una representatividad mínima se permiten, por la boca de Jessica Albiach, quizá se ha empachado con tantos carteles con su imagen, dar lecciones de modus, afirmando que «por el bien del país es que JxCat se quede fuera del gobierno, no seremos donde sean ellos «, como si su escasa representatividad la situara en un altar que le permite determinar a quién le toca y a quien no estar en el gobierno, y además hacerlo en nombre de Cataluña.
Hay también el cinturón entorno a Vox, que tal como van las cosas de descabelladas sólo puede fortalecerlo, porque lo convertirá en protagonista. Como el tonto que cuando el dedo del sabio señala la luna él mira el dedo, nuestros partidos políticos no se dan cuenta de que no es importante el cordón, sino el prestigio de quienes lo ejecutan. En Alemania funciona porque Merkel, la CDU y el CSU tienen el reconocimiento de sus conciudadanos, en Francia sólo ha servido para engordar a las fuerzas de Le Pen, que ya hace años que son la única alternativa al presidente de turno.
Hay, en todo ello, una evidencia escandalosa: cómo pueden pretender gobernarnos bien a todos si la mayor parte del tiempo lo invierten en descalificarse entre ellos, lo que significa descalificar a todos los ciudadanos que no piensan lo mismo.
En este contexto, la ANC se instala en las nubes en lugar de hacer aterrizar a la política en la realidad y proclama no desaprovechar «el grandísimo resultado del 14F» , aquel que consagra la pérdida de más de 600.000 votos por parte del independentismo, con el consuelo de que » los otros todavía han perdido más «. Pura partitocracia, y esto hace inútil a la ANC. En realidad el problema de fondo es que tenemos una clase política de vuelo y temple gallináceo .
Con todo ello, la indignación de la sociedad crece y más de 150 asociaciones y grandes empresas exigen «que la Generalitat y los ayuntamientos ejerzan su autoridad y sus responsabilidades sin complejos a fin de recuperar la paz y la convivencia en nuestras calles«. Y firman una larga lista donde hay Fomento, Pimec, Femcat, Cecot, asociaciones como el RAC, UFEC, la Federación de Hostelería de Cataluña, Forum, Puente Aéreo, Barcelona Oberta, y un largo etcétera.
Por si fuera poco, la noticia internacional, que supera la del coche de policía ardiendo, es la entrada de la policía a las instalaciones del FC Barcelona y la detención de Bartomeu el expresidente, y tres colaboradores más que, tras ser detenidos, han pasado la noche en la comisaría. Es un escándalo que conmueve al mundo deportivo internacional dada la importancia del Barça y que contribuye a deteriorar aún más la imagen de Cataluña. La idea de que el Barça es «más que un club» ha quedado destruida.
Para acabar de liarla, la Fiscalía de Cataluña ha denunciado al presidente saliente del parlamento, de ERC, Roger Torrent, y a otros tres miembros de la mesa, por desobediencia al Tribunal Constitucional. Un hecho que sitúa una vez más a los republicanos ante la neciedad absoluta de sus negociaciones con el gobierno español.
Ya era nuestro punto de vista que las elecciones no resolverían nada. Pero la realidad supera las perspectivas. No es que no hayan servido de nada. Es que han empeorado la situación.