Cataluña: Cae la inversión exterior y sube mucho la inmigración

Si observamos primero la inversión extranjera en España puede constatarse como ésta ha seguido una tendencia creciente desde 2013, cuando la cifra total alcanzaba los 17.289 millones de euros. En el 2018 se produjo una punta extraordinaria en esa curva porque se elevó hasta los 55.568 millones. Fue algo extraordinario y al año siguiente caía hasta los 24.833 millones. A partir de esa fecha ha continuado la tendencia ascendente de forma regular, alcanzando en 2022 los 34.479 millones.

Sin embargo, eso que iba tan bien, se ha interrumpido y hasta septiembre de este año la inversión sólo llega a 18.000 millones y, por tanto, la previsión es cerrar el ciclo anual con una magnitud claramente inferior a la de los últimos años. Será un repliegue de la inversión extranjera en España que está por ver si es un hecho accidental o no, pero en todo caso, rompe la tendencia de una década al alza.

En este contexto es necesario situar la inversión en Cataluña, que hay que decir que ha sido muy pobre. Y esto se vuelve preocupante. Madrid asumió la mayor parte de esa inversión, un 56% y 10.262 millones. A partir de ahí los seguidores lo son con cifras mucho más pequeñas, con la agravante de que la segunda posición, con 2.469 millones, corresponde a Valencia, mientras que Catalunya ocupa el tercer puesto, con sólo 2.087 millones. Por tanto, en un periodo de sequía inversora en el conjunto español, además, Cataluña pierde posiciones. Cada vez más la distancia en todas las macromagnitudes en relación con Madrid es mayor. Y no será porque el gobierno Sánchez y sus ministerios demuestren tener una extraordinaria estima por Ayuso, Almeida y sus votantes.

Pero como en otros déficits que se acumulan, la capacidad de reacción catalana parece nula. Empezando por la de sus penosas élites que hace tiempo que desertaron porque no pueden o no saben liderar en el terreno de las ideas económicas en este país. Hay en esto también una grave ruptura generacional que ha roto con la larga tradición de una burguesía que sabía adónde quería ir y que intentaba alcanzarlo, a veces incluso, en exceso.

En paralelo a este declive inversor y económico se produce el florecimiento de la inmigración. Cataluña ya ha superado los 8 millones de habitantes, pero todo el crecimiento se debe a personas nacidas en el extranjero, mientras que cada año hay menos naturales del país.

En 12 meses Catalunya ha ganado 140.000 habitantes y es la comunidad española que lo ha hecho en mayor medida, claramente por encima de Madrid. En la actualidad viven en Cataluña 1,3 millones de extranjeros, pero con una característica muy importante porque la proporción varía mucho en función de la edad.

Los autóctonos son claramente mayoría entre la gente mayor de 65 años y en los menores que, por cierto, cada vez son menos. Pero entre la población de 25 a 40 años, el 40% ya ha nacido en el extranjero. El cupo más numeroso por nacionalidades es, con diferencia, el marroquí, que se acerca a las 300.000 personas. También es importante el procedente de Pakistán, con más de 50.000. El otro bloque está formado por hispanoamericanos, sobre todo colombianos y hondureños, que se sitúan por encima de los 50.000. Sin embargo, este grupo hay que añadir contingentes inferiores a aquella cifra, pero también sustanciales por su dimensión, de Venezuela, Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil y Paraguay. Hay, por tanto, dos grandes bloques inmigratorios, todos los extracomunitarios que tienen empleos de muy baja productividad.

El resultado de todo ello señala un desequilibrio, falta de inversión exterior y una inmigración extraordinaria, que se concentra en gran medida en las ciudades, sobre todo en Barcelona y L’Hospitalet, pero también en otras poblaciones como Girona, que hacen hervir la olla de la economía, es decir, hacen crecer el PIB por el factor trabajo, pero que al mismo tiempo tienen un efecto reductor debido a ese factor productividad en el crecimiento de la renta per cápita que, en definitiva, es lo que determina gran parte de nuestra calidad de vida.

Es un desencajamiento más de los que sufrimos, sin que se vea, ni en el gobierno catalán ni en la mayoría de los grandes municipios, respuestas a la escala que se necesita. Está claro que bien mirado tampoco es que nadie les reclame demasiado.

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