A menudo se dice que uno de los factores clave que dieron la victoria a los Estados Unidos en la Guerra Fría fue el programa de desarrollo de armas espaciales del presidente Ronald Reagan, más conocido por el sugestivo apodo de “Guerra de las galaxias”.
Oficialmente bautizado como Iniciativa de Defensa Estratégica, éste habría demostrado a Moscú que ya no disponía ni de la financiación ni de las capacidades técnicas para igualar a su archienemigo capitalista.
Desde entonces, los Estados Unidos han disfrutado de una hegemonía mundial incontestable en tecnología militar espacial.
Pero cuatro décadas después, otro país quiere rivalizar con los Estados Unidos en el espacio. Se trata de China, que dispone de recursos financieros y quizá también técnicos superiores a los de la Unión Soviética en su mejor momento.
Durante los últimos tres años, China ha lanzado más cohetes espaciales que ningún otro país, y ha enviado por primera vez en su historia misiones a la Luna y hacia Marte.
En términos estrictamente militares, China está desarrollando sistemas de armas capaces de destruir o dejar fuera de servicio a los satélites estadounidenses, de los que el Pentágono es cada vez más dependiente.
De hecho, China se ha dotado ya de un potente arsenal balístico dedicado a destruir satélites. Más allá de los misiles, Pekín estaría trabajando actualmente en nuevas armas, como láseres de base terrestre, robots orbitales anti-satélite y capacidades electrónicas y cibernéticas para perturbar las comunicaciones americanas.
Pekín estaría trabajando actualmente en nuevas armas, como láseres de base terrestre, robots orbitales anti-satélite y capacidades electrónicas y cibernéticas para perturbar las comunicaciones americanas.
Al mismo tiempo, China procura independizarse de toda tecnología espacial occidental. El gigante asiático ya ha desplegado una red de 35 satélites de navegación. Ésta debería mejorar la precisión de los sistemas militares chinos y permitir a Pekín la plena independencia respecto a las redes norteamericanas (GPS), europeas (Galileo) y rusas (Glonass).
Hace ya años que los Estados Unidos trabajan con la posibilidad de que se produzca un “Pearl Harbour espacial”, un ataque sorpresa que dejase al Pentágono sin la red de telecomunicaciones esencial para la guerra moderna. Evidentemente, los esfuerzos de China intensifican esta amenaza.
Pero no es solo China quien supone una amenaza a la hegemonía norteamericana. Rusia ha designado el espacio como un campo de acción prioritario de la guerra moderna. De hecho, en los últimos años han salido a la luz nuevos proyectos rusos en materia, incluyendo el posible ensayo el año pasado de un arma para destruir satélites.
Otros países que cuentan con menos capacidades también representan amenazas. Se trata de Irán y Corea del Norte, cuyos esfuerzos se centran principalmente en interferir y desbaratar telecomunicaciones.
Washington, por su parte, también se prepara. El anterior presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dio un paso importante al establecer una sexta rama de las fuerzas armadas dedicada al espacio.
Como en otros aspectos, la administración Biden se inscribe en la continuidad de la de Trump. Los norteamericanos ya consideran el espacio como una de sus prioridades estratégicas en materia de defensa.
En Europa, el presiente francés Emmanuel Macron también ha aprobado la creación de un centro de operaciones espaciales militares, el primero en Europa. En 2021, el país vecino realizó su primer ejercicio militar espacial.