A punto de llegar al ecuador de la campaña oficial, porque la real hace meses que dura, lo cierto es que el ambiente está bastante desangelado una vez pasado el impacto de la presentación de Salvador Illa como candidato. Lo que se está desgranando son lugares comunes sin una especial trascendencia.
En todo caso, las polémicas entre candidatos ocupan el lugar que deberían ocupar las respuestas a los grandes problemas y necesidades que tenemos. Las líneas rojas entre partidos, que si son ciertas harán muy difícil formar gobierno, y si son falsas se convertirán en un engaño a los electores, junto con las discrepancias entre los independentistas, constituyen el centro de la campaña. Tanto es así que la actualidad, entendida sobre todo en términos de titulares, se la sigue llevando la política española. La ley trans de la ministra Irene Montero , la polémica sobre el intento del gobierno de limitar las capacidades del poder judicial con el argumento de que no ha sido renovado, y el incomprensible escándalo que se ha organizado porque el gobierno se niega a hacer público el informe del Consejo de Estado sobre el Real Decreto aprobado con la polémica abstención de Vox, y que regula la decisiva cuestión de los fondos europeos, unido al otro escándalo de Bárcenas y Rajo , ocupan el frontispicio de la opinión publicada y comentada. Mientras, la cuestión catalana permanece en una trascendencia muy escasa.
Ni siquiera la publicitación de los grandes proyectos de los fondos Next Generation UE hecha por el gobierno de la Generalitat, ha dado pie a que los partidos en campaña otorgaran atención a esta importante cuestión.
Si en pleno debate electoral, estos puntos no son objeto de un minucioso debate, se demuestra que nuestros partidos políticos tienen una visión muy deformada de lo que es urgente y necesario. Tampoco aspectos cruciales relacionados con la salud, el otro gran tema vital, merecen atención: La más que posible propagación de la más contagiosa mutación británica, el primer caso de la más peligrosa mutación sudafricana. Tampoco merece ningún tipo de atención el escándalo que mientras en Europa no se vacunará, por falta de garantías, a los mayores de 65 años con el producto de AstraZeneca, aquí el gobierno español lo limita a los mayores de 85 años, dejando a los que están en la franja intermedia de edad, y que son la mayoría, en la duda sobre la eficacia de la vacunación que recibirán.
La pregunta es obligada: ¿qué podemos esperar de los partidos y del gobierno que configuran la agenda política en función, no de nuestras grandes necesidades, de lo que nos importa y de las necesidades grandes y objetivas, como la protección ante la Covid -19, y la recuperación económica, sino de lo que a ellos les va bien platear?
Es muy probable que el miedo al coronavirus incida sobre la abstención, pero lo que es seguro es que tal como va evolucionando la campaña, los atractivos para votar por unos o por otros, más allá del voto negativo, resultan ínfimos.