El BCE descarta variar el rumbo de su política monetaria

Ante la fuerte subida de la inflación y la crisis de los suministros, muchos bancos centrales están empezando a reaccionar con subidas de tipos de interés o moderando su hasta ahora generosa política expansiva. Pero éste no será el caso del Banco Central Europeo (BCE). Su presidenta, la francesa Christine Lagarde, ha declarado: «Las comparaciones son odiosas, porque no estamos hablando de economías iguales, sino de otras que tienen perspectivas diferentes y eso justifica aproximaciones también diferentes». La inflación del 5,5% de octubre en la eurozona no ha impresionado al BCE.

Afortunadamente para los países del sur de Europa, el BCE ha decidido el 28 de octubre, una vez más, wait and see (esperar y ver). Se trata de esperar nuevas señales, no precipitarse y dejar cualquier cambio relevante para el próximo mes de diciembre. Su diagnóstico sobre la inflación y la crisis de los suministros es técnicamente correcto. No estamos frente a un problema monetario, sino ante un problema de desajuste entre la oferta y la demanda, provocado sobre todo por la pandemia.

La salida de la crisis económica provocada por la Covid-19 está siendo inesperada y difícil. Aunque la crisis sanitaria ha evolucionado en general de forma positiva en el mapa mundial gracias a la vacunación, las consecuencias en otros ámbitos se seguirán notando durante meses, probablemente hasta 2023. La rápida recuperación del consumo global postpandemia ha cogido a contrapié a los productores de bienes. La apertura del comercio mundial, imprevisto por su rapidez, ha provocado un enorme aumento de la demanda que en estos momentos la industria no puede asumir.

El caso de los microchips es paradigmático.

Los chips son un conjunto de circuitos electrónicos que constituyen un elemento clave para la mayoría de los productos tecnológicos, que actualmente escasean hasta provocar paradas de las cadenas de producción, como por ejemplo le está pasando a la empresa Seat del Grupo Volkswagen. Afecta a SEAT y a todas las empresas automovilísticas de España, Europa, Estados Unidos y Asia. Cabe decir también que la falta de chips afecta de algún modo a todos los sectores industriales. Taiwán, productor clave, acaba de declarar que está haciendo grandes inversiones para aumentar la producción, pero que esto no se notará en los mercados hasta dentro de uno o dos años. Ha habido una fuerte desincronización entre oferta y demanda. Europa está a la cola de la fabricación de chips, que lideran China, Estados Unidos y Taiwán. La Comisión Europea se ha propuesto que la UE produzca en 2030 un 20% de los chips del mundo.

A todo esto, se añade una fuerte subida de las materias primas, la escasez de contenedores y un gran incremento del coste de los transportes marítimos.

La problemática de las materias primas es similar a la de los chips. Es preocupante actualmente la escasez de silicio y derivados. También escasean otras materias para fabricar conductores, como el estaño y el oro. El transporte de un contenedor desde China a los países del Mediterráneo cuesta hoy seis veces más que en 2019. El comercio marítimo representa aproximadamente un ochenta por ciento del comercio mundial. Además, aquí en nuestro país tenemos subidas muy importantes del precio de la electricidad.

Cuatro factores preocupantes acumulados en nuestro caso:

Rotura de cadenas de suministros, escasez de productos básicos, inflación del 5,5% por el encarecimiento de la energía y aumento de precios de las materias primas. Todo ello supone una tormenta perfecta que está generando un grave disfuncionamiento de los abastecimientos y una subida general de precios de los productos. Por si fuera poco, esto está pasando a las puertas de la campaña de Navidad.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su prestigiosa publicación World Economic Outlook (Perspectivas de la economía mundial) de octubre, ha rebajado la previsión de crecimiento global para el año 2021 al 5,9%, destacando que persisten diferencias sustanciales entre los comportamientos de los distintos países, continentes y agrupaciones de economías por su nivel de renta. El subtítulo de la publicación es muy significativo: “Preocupaciones sobre salud, alteraciones de las cadenas de suministro y precios al alza”.

La revisión bajista de la expansión por parte del FMI afecta particularmente a países desarrollados que se enfrentan a cadenas de suministro alteradas y a las economías en vías de desarrollo que sufren un mayor impacto de la Covid -19. En cambio, algunos países no desarrollados y emergentes exportadores de materias primas se beneficiarán de la subida de precios. Las proyecciones de crecimiento se basan especialmente en la disparidad de los índices de vacunación. Mientras que, en los países desarrollados, la tasa de vacunación supera el 60% (y el 70% en algunos casos, como España), la de los países en vías de desarrollo es sólo del 20%.

En su reunión de octubre, el Consejo de Gobierno del BCE ha mantenido los tipos de interés en el mismo lugar en el que están desde marzo de 2016, en el 0%

En su reunión de octubre, el Consejo de Gobierno del BCE ha mantenido los tipos de interés en el mismo lugar en el que están desde marzo de 2016, en el 0%, y ha repetido que levantaría sólo un poco el pie del acelerador en cuanto a inyectar dinero en la economía, tal y como había dicho en su reunión de hace seis semanas. Los tipos de interés se mantienen negativos para los depósitos de la banca en el BCE. Tampoco se ha modificado la llamada forward guidance, es decir, la indicación de que el precio del dinero no se moverá al menos hasta que la inflación se sitúe en el 2% por un período claro. También se mantiene el crédito a tres años en la banca (programas TLTRO, Targeted Long Time Refinancig Operation, y LTRO, Long Term Refinancing Operation), así como la reinversión de los importes de deuda amortizada en adquisiciones de nuevos títulos.

El BCE sigue proporcionando abundante liquidez a los bancos para que puedan otorgar créditos sin límite. También está en fase de inyectar 1,85 billones de euros en la eurozona a través del programa de bonos con el que reaccionó contra la crisis pandémica. Y prosigue con su plan previo de estímulo de 20.000 millones al mes para mantener baja la rentabilidad de la deuda público-privada. Por ahora, el BCE no cambiará nada de eso, y no le importa que otros bancos centrales lo hagan.

A pesar de tanta continuidad, sí puede decirse que el BCE ha movido la primera pieza de una paulatina retirada

A pesar de tanta continuidad, sí puede decirse que el BCE ha movido la primera pieza de una paulatina retirada, anunciando que las compras de activos vinculadas al Pandemic Emergency Purchase Programme (PEPP) se moderarán y que el importe ya acordado para ellas (1,85 billones hasta marzo de 2022) podría no gastarse totalmente. Ciertamente no se trata de una modificación sustancial, pero estamos ante un primer cambio de tendencia. Las decisiones más severas se dejan para más adelante.

Según la presidenta del BCE, las actuales tensiones inflacionistas reflejan la combinación de tres factores que son, los precios al alza de la energía, una demanda que supera la oferta tras el levantamiento de las restricciones de movilidad contra la Covid -19 y efectos estructurales como la bajada del IVA hace un año en determinados países, como Alemania.

El BCE volverá a actualizar sus previsiones macroeconómicas en la reunión del 16 de diciembre, pero por ahora tiene claro que su potente acción impulsora de la economía sigue siendo imprescindible.

Por su parte, la Reserva Federal (Fed, banco central de Estados Unidos), pocos días después del BCE, ha optado por dejar los tipos de interés en cero o casi cero (entre 0% y 0,25%), y también ha empezado a dar los primeros pasos para retroceder en la política monetaria que desplegó para rebajar los daños de la pandemia, disminuyendo la compra de activos que había reforzado desde marzo de 2020 con la masiva propagación de la Covid-19.

Según la Fed, la alta inflación (5,4%) resultará transitoria y probablemente no requerirá un aumento rápido de los tipos de interés. En un comunicado emitido el 3 de noviembre, indica que a finales de mes empezará a retirar 15.000 millones de dólares mensuales de los 120.000 millones que ha estado inyectando en bonos del Estado y garantías hipotecarias cada mes, hasta su suspensión en junio de 2022.

Estados Unidos comienza, pues, a retirar progresivamente los estímulos monetarios a la economía para hacer frente a un doble desafío: suavizar las tensiones inflacionistas, que se han acelerado debido al colapso de los suministros, sin subir los tipos de interés por no perjudicar la recuperación económica.

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