El Banco Central Europeo (BCE) celebra sus 25 años de existencia

Veinticinco años unidos por el euro

El Banco Central Europeo (BCE) se creó el 1 de junio de 1998 con el objetivo de preparar la introducción del euro, “el mayor cambio de moneda de todos los tiempos”, según los especialistas.

El BCE nació siguiendo el modelo del Bundesbank alemán: independencia de los gobiernos y mandato claro: controlar la inflación, para que se situara de forma estable en torno a un 2%. Cumple veinticinco años de existencia.

Los gobiernos de la UE encomendaron al BCE la misión de salvaguardar el euro.

Los empleados de su sede central de Frankfurt, junto con los expertos de los veinte bancos centrales nacionales de la unión monetaria europea, trabajan incesantemente para cumplir el mandato recibido de velar por la estabilidad de los precios. Es una labor vital para la prosperidad de los ciudadanos europeos.

Durante los últimos años, otros nueve países se han incorporado a la zona euro, que ha pasado de 11 a 20 miembros. El BCE también ha asumido nuevas funciones, como la supervisión de los mayores bancos europeos.

El euro es hoy la segunda divisa más importante del sistema monetario internacional, sólo por detrás del dólar estadounidense, y es considerado generalmente un éxito. Lo utilizan 350 millones de personas en veinte países. En los últimos 25 años la tasa de inflación de la Eurozona se ha situado de forma sostenida en un 2,05%.

El camino no ha estado exento de momentos difíciles, pese a los cuales el BCE se ha centrado siempre en construir unos cimientos sólidos para el futuro europeo mediante el cumplimiento de su mandato.

Ha experimentado varias crisis existenciales. Al principio parecía que al BCE sólo le importaba la inflación, pero ese dogma se ha diluido con los años. Fue Mario Draghi quien tuvo que recurrir en el 2012 a su célebre whatever it takes  (lo que haga falta) y las políticas expansivas de activos financieros para salir del paso de la “crisis de la deuda soberana” o “crisis de l ‘euro’ de 2010.

La pandemia y la guerra de Ucrania han puesto de manifiesto que la estabilidad no puede darse por descontada. Además, las crecientes rivalidades geopolíticas pueden hacer que la economía mundial sea cada vez más volátil en el futuro. En un mundo de incertidumbre, el BCE ha sido y quiere seguir siendo «un ancla fiable de estabilidad».

La actual presidenta del BCE, la francesa Christine Lagarde, acaba de declarar lo siguiente:

“Hemos demostrado que podemos adoptar medidas y adaptarnos rápidamente, incluso frente a los retos más complejos. Actuamos con rapidez frente a la pandemia. Hoy respondemos con la misma determinación para reducir la inflación. Lograremos que vuelva a situarse en nuestro objetivo del 2% a medio plazo. Éste es el motivo por el que hemos subido últimamente los tipos de interés a un ritmo sin precedentes  y los mantendremos el tiempo necesario.

“En un mundo cada vez más impredecible, Europa puede reforzar su capacidad de resistencia de dos formas. Mediante la integración de sus mercados de capitales y completando la unión bancaria. Esta última tiene tres patas, dos de las cuales ya funcionan: la supervisión de los bancos sistémicos y la regulación de su disolución. La tercera pata todavía no está conseguida: el seguro a nivel europeo de los depósitos bancarios (franceses y alemanes todavía no se han puesto de acuerdo).

“Hay que tener siempre en cuenta que, en última instancia, “el euro” es más que una moneda: constituye la forma más avanzada de integración europea y representa una Europa unida que colabora estrechamente y protege y beneficia a todos sus ciudadanos. El BCE (la institución federal de la UE) siempre será un pilar fundamental en esta labor”.

El BCE celebra sus veinticinco años en pleno choque de inflación

El BCE difícilmente pudo imaginar un regalo más envenenado para celebrar el 25 aniversario de su creación.

Hoy enfrenta el mayor choque de inflación global de las últimas décadas. Como al resto de bancos centrales, al BCE le cogió con el pie cambiado la espiral inflacionista desatada primero por la reapertura de las economías tras la pandemia y después por la escalada de precios energéticos provocada por Rusia como parte de su estrategia de la invasión de Ucrania.

Durante una década, el principal objetivo del BCE había sido disipar el riesgo de deflación posterior a la Gran Recesión de 2008. Para evitar una depresión económica, dio luz verde a una serie de medidas excepcionales, como la compra masiva de activos financieros, que tuvo que elevar hasta niveles sin precedentes por la llegada de la covid.

En un primer momento, el BCE consideró que la fuerte escalada del IPC que empezó en verano de 2021 era un fenómeno “transitorio” y no tomó medidas, una valoración compartida por homólogos como la Reserva Federal de Estados Unidos o el Banco de Inglaterra. Sin embargo, el brutal impacto en los precios globales de la energía y los alimentos provocado por la invasión de Ucrania le obligó a dar un giro copernicano en su estrategia.

Ya en diciembre del 2021 anunció el fin de las compras masivas de deuda, y en julio pasado acordó su primera subida de tipos en once años. Desde entonces ha aprobado otras seis, en el ciclo de alzas más acelerado y pronunciado de su historia.

El tipo principal se sitúa en el 3,75% (máximo desde octubre de 2008, albores de la Gran Recesión), mientras que la facilidad de depósito (el interés con el que remunera el dinero que guarda en los bancos, lo más relevante en el actual contexto) se eleva al 3,25%. Gracias en buena parte a ese encarecimiento del dinero, el pico de la inflación ha quedado atrás (10,6% en octubre pasado).

Sin embargo, el IPC de la zona euro se elevó una décima en abril al 7%. Y lo más preocupante, el subyacente (excluidos los más volátiles precios de la energía y los alimentos) se encontraba en un alto 5,6%. Como suele destacar el BCE, la inflación está resultando más «pegajosa» de lo esperado. Afortunadamente en las últimas semanas ha mermado.

En las últimas semanas, la autoridad monetaria del euro ha dado señales de que el ciclo de subidas de tipos está cerca de finalizar. Cada alza tarda hasta 24 meses en completar todos sus efectos. El objetivo del BCE es llevar al IPC al 2% a medio plazo, la tasa que considera óptima para promover el crecimiento económico.

La crisis inflacionista ha vuelto a aflorar la pugna entre las dos almas que conviven en el seno del BCE:  la de quienes defienden a ultranza  una interpretación flexible y amplia de su mandato que tenga más en cuenta la situación económica (palomas) frente a aquellos que abogan por ceñirse a su objetivo de conseguir la estabilidad de precios (halcones). En medio de ellos trata de ubicarse Chtistine Lagarde. Al comienzo de su mandato declaró que no quería ser ni una paloma ni un halcón sino un búho, porque este último pájaro se asocia a menudo a la noción de sabiduría.

¿Puede escapar el BCE de su propia trampa?

El BCE ha protagonizado un estímulo masivo implementado estos últimos años para estabilizar la eurozona, sobre todo mediante compras de bonos de los estados miembros, “olvidando” que su mandato es mantener la estabilidad de precios.

Hoy se reconoce ampliamente que la mayoría de los bancos centrales han subestimado la amenaza de inflación cuando han persistido en tasas de interés extremadamente bajas y compras masivas de bonos a lo largo de 2021 y bien entrado 2022. Cambiaron el curso de esta acción aumentando los tipos de interés. Pero la reversión de la política de compras masivas de bonos está demostrando ser más difícil de adoptar.

A finales de 2022, el balance consolidado del eurosistema se situó por encima de los nueve billones de euros. El volumen de las compras de bonos representaba un 56% del PIB de la eurozona. Si el BCE mantiene tenencias masivas de bonos en su cartera, en las próximas crisis habrá poco espacio para una eficaz política monetaria.

Al ritmo actual, llevar el programa de compra de activos a cero pedirá aproximadamente 15 años. El masivo estímulo fiscal que se implementó para estabilizar la economía durante la pandemia y durante la crisis energética del pasado año ha tenido que depender marcadamente de las compras de bonos por parte del BCE.

“El BCE y los bancos centrales en general deben salir de su propia trampa (compras masivas de bonos y otros activos financieros) por el bien de su independencia y credibilidad. Y, más aún, para evitar una crisis global de la deuda“.

Encontrar un equilibrio apropiado entre las políticas de tipos de interés y estas compras masivas de bonos, o Quantitative Tightening (QT), no está resultando una tarea sencilla. Como guía para su toma de decisiones, los analistas piensan que el BCE debería mantenerse enfocado en su principal mandato de mantener la estabilidad de precios. Ésta sería la mejor receta para tratar de evitar lo que algunos consideran una “creciente amenaza a su independencia“. Y añaden: “El BCE y los bancos centrales en general deben salir de su propia trampa (compras masivas de bonos y otros activos financieros) por el bien de su independencia y credibilidad. Y, más aún, para evitar una crisis global de la deuda“.

«Las buenas noticias comienzan a llegar a Europa», ha declarado recientemente Luis de Guindos, vicepresidente del BCE. “La inflación, también la subyacente, comienza a ceder en Alemania, España y Francia. En Francia, incluso más de lo previsto“. Los mercados dan por sentado que el BCE subirá el precio del dinero en un cuarto de punto, pero esta escalada podría estar llegando a su fin.

Los continuos aumentos de los tipos de interés amenazan con poner a prueba la resistencia de familias, empresas, gobiernos y algunos mercados, como el inmobiliario. Y esto podría destapar nuevas vulnerabilidades del sector inmobiliario y de los fondos de inversión.

Las subidas de los tipos revelaron debilidades de los balances de la banca regional estadounidense y suiza. Esto desembocó en el colapso de bancos tan emblemáticos como el Silicon Valley Bank, símbolo del poderoso sector de las start-ups, o del Credit Suisse. Las turbulencias han llegado en la zona euro a entidades como el Deutsche Bank, pero han acabado diluyéndose.

Se espera, pues, que el BCE suba un poco más el tipo de referencia, pero el recorrido al alza parece limitado. Para el próximo año, con la inflación cercana al 2%, es probable que los tipos de interés bajen gradualmente en Europa.

En Frankfurt se comenta que el BCE ha decidido continuar con sus planes de subir tipos y aunque la inflación comienza a relajarse, se espera todavía alguna otra subida.

Según Luis de Guindos, “los datos de la inflación son positivos, pero la victoria sobre la inflación todavía no ha llegado. Las perspectivas de estabilidad financiera son todavía frágiles“.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), por su parte, acaba de marcar el camino (14 de junio). Su presidente, Jerome Powell, ha declarado que «se plantean dos incrementos más este año», sin concretar. Los tipos volverán, pues, a subir y podrían situarse en un 5,75%, dos puntos por encima del BCE. La Fed ha rebajado la proyección de inflación de 2023 a un 3,2%, que sigue lejos de su objetivo del 2%. El BCE seguirá.

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