Una de las características del alcalde de la ciudad es que, como gobierna con una minoría tan pequeña, se ve obligado a ir pintando el cuadro de la ciudad con pequeños brochazos con el color que satisfaga los diversos núcleos que reivindican cuestiones, sin que exista una estructura y una directriz potente de hacia dónde se va. Es la política de la perdigonada, que es una práctica electoralista por excelencia.
Consecuencias del cambio climático en Barcelona
Uno de los problemas que tiene planteados Barcelona, y no de ahora, es el de las consecuencias del cambio climático. Primero, por el área en la que se encuentra, en el Mediterráneo, y segundo, porque es una ciudad densa y de colores predominantemente oscuros que facilitan la formación de una burbuja de calor que eleva aún más la temperatura.
Evolución del clima en la ciudad
Cuando digo que no es ninguna novedad, puedo remontarme a una fecha tan lejana como en 1988, cuando, como consejero de Agricultura, recibí el primer modelo de predicción climática a través del Instituto de Investigación y Tecnología Agroforestal (IRTA). En ese modelo, lógicamente dada la época, muy primitivo, ya se hacía evidente lo que después se ha transformado en realidad: el clima de Barcelona evolucionaría hasta alcanzar los parámetros que le correspondían a Alicante. Las precipitaciones mermarían, pero menos de lo que indican los actuales modelos, a la vez que aumentaría el carácter tormentoso de éstas.
En cualquier caso, hace años que sabemos que paso a paso la temperatura de la ciudad crecía hasta llegar a la situación actual, de oleadas de calor recurrente y multitud de noches de insomnio. Los ayuntamientos ni se ocuparon de ello o, cuando han entrado, lo han hecho tarde y mal.
Diagnóstico y planes recientes
Colau, con un diagnóstico profundamente ideológico, confundió el cambio climático con generar barreras a la circulación de coches, y ahora Collboni practica lo que decíamos: la perdigonada. Ha anunciado un nuevo plan verde para dotar a Barcelona de 22 hectáreas adicionales hasta el 2027, que es una cifra muy pobre, pero que además será a base de espacios residuales, con una inversión total para estos 4 años también migrada: 150 millones.
A tal fin, se rescatarán algunos interiores de manzana no sólo en el Eixample sino también fuera de él. Diez en total, si bien sólo se han contratado tres, todos ellos al margen del Eixample. También se recuperarán “zonas grises” y se señala en concreto las cubiertas de los FGC en Sarrià-Sant Gervasi o la del depósito del Rey Martí, también en este distrito, y se instalarán zonas de sombra en espacios existentes y de nueva urbanización en lugares donde no sea posible plantar árboles. Asimismo, pretende transformar las medianeras de la ciudad, 60 en concreto, en los próximos 3 años.
Todo esto es muy pobre. De ninguna manera prepara la ciudad para los rigores del clima y, de hecho, ni siquiera toma en consideración un plan anterior que ya tiene la ciudad, que se llama precisamente así, Pla Clima, y que en su momento fue abombado como la gran respuesta. Ahora, el nuevo plan, que no hace referencia para nada al anterior, se llama PEPI, una muestra de “ingenio”, que significa Programa de Espacios de Proximidad e Interior. Si tuviésemos que utilizar el lenguaje de Josep Pla, diremos que estamos más cerca de una cojonada que de una solución.
Necesidad de un Plan Integral por Barcelona
Barcelona necesita situar como uno de sus ejes de fuerza la mitigación de las consecuencias del cambio climático porque no sólo supondría mejor calidad de vida y efectos saludables, sino que generaría ventajas económicas y sociales.
Esto requiere:
- Aumentar masivamente la vegetación urbana. Renovar el arbolado perdido, plantar nuevos árboles y más adecuados a la estructura urbana y, donde sea posible, masivamente como en las laderas de Collserola. Incentivar jardines verticales y tejados verdes, no como efecto excepcional, sino como política generalizada.
- Desarrollar más parques y áreas verdes, y no en espacios residuales sino centrales y sobre todo allá donde hacen más falta. Por ejemplo, transformar todas las plazas en espacios de esa naturaleza. Proporcionar áreas de sombra en la vía pública, una cuestión imprescindible, por ejemplo, en Ciutat Vella. Buscar la realización de corredores ecológicos que conecten parques y zonas verdes. En este sentido, lo que no se está haciendo con el Paralelo es escandaloso.
- Incentivar los materiales reflectantes en la construcción para que absorban menos calor y también aquellos que favorecen la absorción de CO₂. Utilizar pavimentos más permeables para favorecer la infiltración y dotarlos de colores más claros para limitar la absorción de calor.
- Fomentar sistemas de enfriamiento pasivo para los edificios, no sólo de los nuevos, sino también para los existentes, sobre todo ventilación cruzada, persianas, toldos y vegetación en los balcones.
- Fomentar la energía renovable a partir de los edificios existentes y no sólo como hechos excepcionales. Mejorar la eficiencia energética de los edificios. Estudiar la posibilidad de redes de refrigeración por barrios más eficientes y sostenibles que los sistemas de aire acondicionado individuales.
Agua y movilidad Sostenible
En el capítulo del agua es seguramente donde se han hecho mejor los deberes y aquí, en gran parte, el mérito se lo lleva Aigües de Barcelona más que la política municipal de años, que ya actúa en este sentido.
Evidentemente, mejorar la movilidad sostenible, y aquí es clave lo que se haga con Cercanías, los intercambiadores, el uso de la electricidad en los vehículos y favorecer los desplazamientos a pie, lo que significa el 50% de los desplazamientos.
Planificación Urbana Integrada
Las políticas de planificación urbana deben estar al servicio de estas iniciativas y deben ser un planteamiento integral dotado de recursos suficientes y auxiliados por la tecnología y la innovación, desde lo que pueda dar de sí la IA aplicada a estos problemas hasta la disponibilidad de una mejor red de sensores y monitorización que pueda facilitar datos del conjunto de la ciudad y en tiempo real.
Todo esto supone un programa de transformación urbana de gran alcance para preparar la ciudad para lo que le está viniendo encima y que aún se multiplicará más en cuanto a sus efectos negativos. Esto pide políticas robustas consensuadas y, evidentemente, a años luz de la política de la perdigonada.
Collboni aplica una política dispersa frente al cambio climático en Barcelona, con un plan verde limitado y poco efectivo. Descubre cómo estas acciones afectan a la ciudad. Share on X