Barcelona no evoluciona bien. Las cifras lo dicen

Se necesita un nuevo modelo de Barcelona, un proyecto que la relance, pero no al estilo de lo que significaron los Juegos Olímpicos o el menos afortunado Fòrum, sino en su concepto de ciudad y las dinámicas sociales y económicas que deben dirigirla. Esta necesidad es ya vital porque los signos de agotamiento se hacen visibles ya que lo único que se ve que prospera en la ciudad es el turismo.

El 22@, distrito que representa un impulso a la inversión con nuevas empresas, ha perdido mucho gas. Alcanzó el máximo con la contratación de espacios de oficina en 2019, con 128.000 m² contratados. A partir de ahí ha ido reduciéndose sucesivamente hasta alcanzar un mínimo de 52.720 m² contratados el pasado año. Este año las cosas pintan mejor, pero ni mucho menos se van a recuperar cifras que se sitúen en torno a los 100.000 m², que era la velocidad de crucero que existía. No solo eso, sino que se aborda ya la conveniencia de transformar aquellos edificios menos modernos y adecuados para oficinas en viviendas, siguiendo el proceso contrario al que se ha registrado hasta ahora.

Se trata nada menos de 478 edificios de menos de 4.000 m² con plantas pequeñas y mal dotadas tecnológicamente. No es que sea una mala idea recuperar la vivienda, sino que lo que cabe señalar es la causa que lo motiva: la pérdida de demanda de suelo para oficinas.

Y es que los datos hechos públicos por el catastro de la ciudad permiten ver la infraestructura de la dinámica que se está siguiendo.

Barcelona cuenta con más de 93.000 locales comerciales. Parte de ellos, sobre todo los situados en los barrios, se verán afectados por la creciente competencia de las compras a través de internet y aquí se irá produciendo un agujero que alterará la textura de la ciudad. De hecho, lo único que crece es el turismo.

Los locales dedicados a servicios turísticos y hostelería (11.361) son ya la tercera parte de los que representan las oficinas (32.642) y son los que más han crecido. En los últimos 15 años lo han hecho en un 60%, según datos del catastro. Más aún, en estos tres quinquenios el número de locales en Barcelona creció en 8.641, un 10%, un modesto incremento. Pero es que, además, la mitad lo hizo gracias a la hostelería y el turismo.

Por tanto, el crecimiento de locales en los últimos 15 años que no se dediquen a estas actividades ha sido del orden de un 5%. Ahora, además, hemos entrado en la fase de decrecimiento porque los nuevos hábitos de compra reducen ir a las pequeñas tiendas.

Si no se hace nada a fondo, si no se remodela con intensidad la base económica y la estructura urbana de la ciudad, la tendencia es imparable.

El turismo se lo irá comiendo todo, los barrios decaerán y se producirán islotes de actividad alrededor de donde existan determinados tipos de emplazamiento singular de carácter científico, tecnológico, sanitario o universitario, pero que no irradiarán sobre el conjunto.

La falta de este proyecto que transforme una ciudad histórica y consolidada en una urbe que encare la segunda mitad del siglo XXI se manifiesta en la falta de usos que se van generando cuando se produce el vaciado de grandes equipamientos históricos, que Barcelona siempre quería recuperar, pero que ahora, a la hora de la verdad, no acaba de encontrar respuesta.

Es lo que ocurre con la Escuela Industrial, con la Modelo en pleno Eixample y es lo que tiene todos los números de pasar en el gran espacio del Hospital Clínic cuando éste abandone su ubicación para pasar a ocupar las instalaciones deportivas de la Ciudad Universitaria.

Además de los problemas de funcionamiento es necesario que la ciudad afronte una reconversión histórica del modelo a partir de la edificación existente, basada en una dinámica de regeneración que pueda ser modélica para el mundo, como lo han sido otras experiencias urbanísticas como el mismo Eixample.

Se trata de una reconversión que haga que los edificios reduzcan su impacto ambiental y consumo de recursos, que sean capaces de producir energía con un balance neutro o positivo, que capten CO₂, que se aproveche la reconversión para generar vivienda asequible y que se programe un modelo de transporte que ponga en marcha todas las capacidades con nueva tecnología que hoy existe, empezando por los grandes horizontes que abre la Inteligencia Artificial (IA) para gestionar la movilidad de la ciudad.

Y también que ponga freno a este creciente escándalo, el signo más externo y visible de la pobreza, que son las personas que viven en la calle por falta de hogar y que según el último censo de Arrels del 2023 ya son 1.384 personas, el doble de los 658 que existían en 2008. Resolver esto también forma parte del nuevo modelo de ciudad.

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