Barcelona, la isla de calor que mata

La pandemia de la Covid-19 ha dado un amplio uso social a un concepto que existiendo desde hace mucho tiempo, no tenía una difusión generalizada como la que ahora tiene. Me refiero al exceso de mortalidad, es decir, el número de muertes observadas por encima de lo que es la media de un determinado período.

Esta técnica permite ver el efecto de fenómenos aparentemente difusos como puede ser el aumento de temperaturas y fue muy utilizada durante períodos álgidos de la covid-19 porque permitía alcanzar un nivel mucho más objetivo del impacto real de la mortalidad que las datos dados como a partir de las causas de defunción.

La UE ha publicado el exceso de mortalidad por período de 2020-2022 comparado con el de 2016-2019.

Si excluimos el período álgido de la pandemia, donde el factor covid-19 es absolutamente determinado, y se reduce la observación del período que va del verano de 2021 al verano de 2022, podemos ver con claridad cómo se produce un extraordinario exceso de mortalidad comparado con el conjunto europeo y concretado en España en el período de verano que va de junio a agosto y especialmente en lo que se refiere al mes de julio en el que España encabeza el exceso de mortalidad. Mientras que en los otros dos meses de verano, ocupaba la segunda posición. Fue, por tanto, la ola de calor la que ocasionó un estrago considerable en términos de número de personas fallecidas.

Vamos a Barcelona.

Desde hace décadas se conoce el fenómeno conocido como isla de calor urbano, un fenómeno que provoca que en la mayoría de grandes ciudades la temperatura sea superior a la del entorno.

La causa primordial de este hecho es el asfalto y color oscuro de la superficie urbana que almacena calor. También la carencia de superficie verde y de aguas que tiende a refrigerar el entorno.

Cada vez tiene mayor impacto el aire acondicionado que reduce la temperatura del interior de los edificios, pero proyecta al exterior aire caliente. También evidentemente el tráfico. Todo esto tiene como consecuencia que la temperatura aumenta.

Existe un segundo factor como este climático que multiplica sus efectos y es el de la humedad ambiental. El organismo humano se refrigera a base de la transpiración. Pero si la humedad es muy alta, ésta es cada vez más ineficaz y en condiciones muy adversas puede llegar a colapsarse.

El cambio climático, con el aumento de frecuencias de las olas de calor, multiplica los problemas de las islas de calor urbanas y lo hace de forma patente en el caso de Barcelona.

Ahora, un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (IS Global) publicado en The Lancet compara varias ciudades y permite observar el importante impacto sobre la mortalidad que tiene la isla de calor barcelonesa.

Concretamente, las muertes atribuidas a este hecho de junio a agosto se estimaron en 363 en Barcelona, 559 en Madrid y 279 en Roma, en términos absolutos. Sin embargo, hay que considerar que la población de Barcelona es prácticamente la mitad que la de Madrid.

En relación al porcentaje de muertes atribuibles a esta causa encabeza el ranking Barcelona con un 14,82%, seguido de Málaga con un 12,39% y Palma con un 11,99%. El hecho de que las tres sean ciudades costeras puede tener que ver con la relación entre isla y ola de calor y humedad ambiental.

El mismo estudio señala la principal respuesta para mejorar la situación:

Aumentar la cobertura arbórea de la ciudad. El problema es que Barcelona no ha avanzado ninguna esa solución. Ha llevado a cabo la engañifa de los «refugios climáticos» que ha consistido en poner carteles con ese nombre en las puertas de parques y zonas verdes, y de bibliotecas y escuelas que disponen de aire acondicionado. Naturalmente, si hubieran extendido estos cartelitos a los grandes centros comerciales con una magnífica refrigeración, todavía tendríamos más refugios climáticos, pero como decimos esto no pasa de ser un engaño.

Los famosos ejes verdes de la supermanzana de Colau no resuelven ni de lejos el problema porque, por un lado, la mayor parte de la superficie sigue siendo asfalto u otros materiales oscuros que absorben el calor en mayor medida y luego lo irradian. Y, por otra parte, el verde que se puede colocar por la misma composición de la calle es de gran debilidad. Basta con ver la supermanzana del mercado de Sant Antoni para entender que es un verde más ornamental que ambiental. Puede hacer más o menos hermoso, pero no resuelve la cuestión.

Pero Barcelona necesita con urgencia respuestas en este terreno para evitar muertes y también para hacer menos dura la vida de sus habitantes en sus actividades en la calle. Y las respuestas están claras.

Por un lado, es necesario aumentar y densificar la superficie verde y la superficie. Se trata de liquidar las plazas duras y transformarlas en espacios verdes y arbolados, de aumentar su densidad en los interiores de manzana recuperados y en los parques actuales reponer la gran cantidad de árboles perdidos y que tienen los alcorques vacíos, completar la política iniciada hace tiempo y después suspendida de aumentar el número de árboles plantados en nuestras calles. Y de reforestar la vertiente de Barcelona de Collserola.

También se trata de recuperar más interiores de manzana, un proyecto excelente que Colau detuvo, terrificar las azoteas que sean posibles porque de esta manera se conseguirá reducir el impacto generado por los rayos solares y en la misma línea favorecer la plantación vertical en muros de vegetación.

Estos deberían ser objetivos fundamentales por medio de la subvención y de la acción directa en los edificios municipales. Sería un gran avance modificar el color del asfalto y el conjunto del suelo urbano introduciendo una pigmentación mucho más clara. Sólo esa acción reduciría una de las causas fundamentales de la isla de calor. Construir más láminas de agua, más manantiales e instalar más fuentes, proteger del suelo las calles que por orientación tienen una mayor insolación y por supuesto mejorar y hacer más eficiente el transporte público, logrando de una vez por todas su electrificación total.

Éste es el camino que Barcelona necesita y no el de las supermanzanas.

Pero Barcelona necesita con urgencia respuestas en este terreno para evitar muertes y también para hacer menos dura la vida de sus habitantes en sus actividades en la calle Clic para tuitear

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