La decisión de sustituir al tradicional pesebre de la plaza de Sant Jaume por una estrella gigante de 20 puntas es un nuevo episodio en la progresiva pérdida de las tradiciones navideñas en Barcelona. Desde la llegada de los Comuns al gobierno municipal, se ha observado una tendencia a alejarse de las representaciones clásicas de la Navidad, optando por instalaciones que a menudo han generado polémica y han sido percibidas como desvinculadas de la tradición cristiana.
El belén de la plaza de Sant Jaume ha sido, durante décadas, un símbolo de la identidad cultural y religiosa de la ciudad. Sin embargo, en los últimos años, las propuestas han ido desde cajas y muebles apilados que pretendían simbolizar el desván de los hogares barceloneses hasta interpretaciones abstractas que han desconcertado a muchos ciudadanos. Estas decisiones han sido justificadas como intentos de innovación artística, pero han sido percibidas por muchos como desconexión con las raíces culturales de la ciudad.
La sustitución del pesebre por una estrella gigante este año ha sido criticada por varios sectores de la sociedad. Partidos como Junts, PP y Vox han acusado al alcalde Jaume Collboni de romper una tradición histórica de la ciudad, pidiendo que reconsidere la decisión. El presidente del Grupo Municipal de Junts, Jordi Martí, ha expresado que «queremos un pesebre, clásico o moderno, pero un pesebre»
Es preocupante que, bajo la premisa de la modernidad y la inclusividad, se vayan desdibujando elementos que forman parte del patrimonio cultural de Barcelona. Las tradiciones no son estáticas, pero su evolución debería respetar sus raíces y su significado para la comunidad. La desaparición del belén de la plaza de Sant Jaume es un ejemplo de cómo, en nombre de la innovación, se pueden perder elementos que han definido la identidad de la ciudad durante generaciones.
Es esencial que las instituciones municipales escuchen la voz de los ciudadanos y consideren la importancia de preservar las tradiciones que dan sentido y cohesión a la comunidad. La modernización no debería ser sinónimo de eliminación de las raíces culturales, sino una oportunidad para fortalecerlas y adaptarlas a los nuevos tiempos sin perder su esencia.