Lo que es vital saber para protegerse del coronavirus

El alarmismo, que no es sólo inútil, sino también contraproducente porque aumenta los peligros, debe corregirse con buena información y raciocinio. Aquí tiene los principales datos que debe conocer para afrontar racionalmente el problema del coronavirus:

  1. Los síntomas. No todas las situaciones que aporten unas décimas de fiebre o el moqueo de la nariz deben alarmar. Los dos síntomas reales y concretos más comunes del coronavirus son, en primer lugar la fiebre, que afecta a un 90 por ciento de los enfermos, y la tos seca,, que es una característica del 70 por ciento de los afectados. En contrapartida los mocos y la congestión nasal no acostumbran a indicar el contagio por el virus.
  2. La mortalidad. Ha de saber que su incidencia es muy baja en los menores de edad. La tasa de mortalidad está situada en un dos por ciento en relación con el número de enfermos, pero varía mucho de acuerdo con la edad de la población afectada. En la gente más joven no supera las dos décimas, y por tanto, se acerca mucho a la de la gripe común situada en el 0,1 por ciento. En contrapartida, en las personas de más de 60 años puede ser del 15 por ciento. Son ellas, especialmente si además parecen algún tipo de afectación que pueda disminuir sus defensas, las que deben adoptar mayores precauciones. Por encima de los 80 años la afectación todavía es mayor. La previsión es que la tasa de mortalidad fuera de China, y en los países como el nuestro dotados de un buen sistema sanitario, tienda a decrecer en la medida que aumenten el número de casos, hasta situarse en el uno por ciento.
  3. El contagio. El virus penetra en el cuerpo humano básicamente a través de la boca, la nariz y los ojos. Se puede contagiar a partir de las pequeñas gotas de humedad que desprendemos al exhalar el aire y al conversar. Pero esta vía tiene un recorrido limitado porque su densidad hace que difícilmente puedan atravesar más de un metro de distancia, cayendo sobre la superficie más próxima. También puede transmitirse a través de las manos. Todo ello hace que una forma frecuente el contagio sea a través de nuestras manos, que hayan tocado alguna superficie en la que aún permanecía el coronavirus, que puede vivir algún tiempo en estas condiciones. De ahí la importancia de lavarse con frecuencia las manos. No es necesario un gel protector, aunque sea más eficaz, basta con un buen enjabonado de 20 segundos, como mínimo, para someter a continuación las manos a un fuerte chorro de agua del grifo. En ocasiones concretas, si se considera necesario, sí que puede practicarse una desinfección adicional con algún elemento casero, por ejemplo agua oxigenada diluida en agua normal para friccionar las manos. Pero lo importante es lo otro, el lavarse con frecuencia las manos, porque son ellas y a través de los gestos instintivos que repetimos a lo largo del día, de tocarnos la nariz, la boca, los ojos, el mecanismo habitual de infección. Todo aquello que esté en contacto con las manos de muchas personas distintas es un foco teóricamente potencial.
  4. El tratamiento. En principio, como sucede con la mayoría de virus, son las defensas del propio organismo quienes lo combaten y vencen. Para casos realmente graves ya se ha determinado que existe un antiviral que resulta eficaz, que viene usándose contra otros ataques víricos, el Remdesivir. También se está empezando a practicar la recogida de antisueros de pacientes que han vencido la infección y la generación de anticuerpos en el laboratorio que neutralizan al virus. Al mismo tiempo se están probando nuevos antivirales. Hay vacunas en fase previa de pruebas a humanos, si bien el tiempo habitual para disponer de las mismas es de un año. En este caso es posible que el tiempo sea menor.
  5. Cuánto durará el problema. Es la pregunta del millón. Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo mejor que se puede decir es que en el foco inicial de China los casos ya son decrecientes, así como la mortalidad. Pero su extensión global está lejos de haberse consumado. Es posible que la proximidad del verano impacte negativamente sobre la virulencia del virus, pero esto no significa que no pudiera recuperarse durante el próximo invierno. Otros ataques virus en el pasado, como el SAR, también con origen en China, han terminado desapareciendo, pero también su mortalidad del orden del 10 por ciento era superior, y este hecho siempre dificulta más su propagación. Es posible que desaparezca pero también puede quedar como un una epidemia recurrente al igual que la gripe. Para cuando esto suceda la panoplia de respuestas sanitarias será muy superior, porque dispondremos de vacuna y de anti virales muy verificados. Dos problemas sí que plantea este tipo de virus. Por una parte en determinadas personas puede ser contagioso antes de que se manifiesten los síntomas. Por otra se ha demostrado que pacientes dados de alta porque ya no manifestaban ningún síntoma pueden seguir siendo portadores.

En definitiva, no es un hecho baladí pero tampoco es una catástrofe de proporciones trágicas. Poco tiene que ver con los problemas que en épocas tan cercanas como el siglo XIX, tenían que afrontar nuestras ciudades con enfermedades altamente contagiosas y mortíferas. Lo peor del coronavirus es la histeria, que debe evitarse como sea.

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