Amsterdam, capital de los Países Bajos, se está convirtiendo, a consecuencia del Brexit, en el núcleo financiero y empresarial de moda en la UE. La Bolsa de Amsterdam acaba de superar a la de Londres en volumen de operaciones, estrenándose como la nueva City europea.
Amsterdam, «la Venecia del Norte», ya había sido la capital financiera de Europa en el siglo XVII, cuando vivía su Siglo de Oro, y la perdió precisamente a favor de Londres el siglo siguiente. La revancha ha tardado doscientos años en producirse. Amsterdam tiene un millón de habitantes, poco comparado con Londres, pero su área metropolitana -conocida como el Randstad y formada por La Haya, Rotterdam y Utrecht- sobrepasa los siete millones, constituyendo una de las conurbaciones más grandes y tecnológicamente más avanzadas de Europa.
Amsterdam no es la única ciudad europea beneficiada por la fuga de empresas en general y de entidades financieras en particular, tanto públicas como privadas, provenientes de Londres.
La empresa multinacional estadounidense de minería Berkeley y Coca-Cola European Partners fueron de las primeras en avisar que, una vez consumado el Brexit, pasarían a tener como mercado bursátil de referencia para sus acciones las ciudades de Madrid y Amsterdam, respectivamente. Varias entidades bancarias londinenses se han trasladado a París, Frankfurt, Dublín y otras ciudades del continente.
Los cuatro organismos supervisores independientes, que forman el Sistema Europeo de Supervisión Financiera, se encuentran hoy localizados en París (Autoridad Bancaria Europea y Autoridad Europea de Valores y Mercados) y Frankfurt (Junta Europea de Riesgo Sistémico y Autoridad Europea de Seguros y Pensiones). La Autoridad Bancaria Europea había tenido su sede inicial en Londres. Frankfurt es una ciudad particularmente atractiva para el establecimiento de todo tipo de actividades financieras por ser la sede del Banco Central Europeo (BCE).
El traslado más emblemático de Londres hacia Amsterdam, consecuencia del Brexit, no se sitúa en el sector financiero sino en el sanitario, y se produjo el año 2019. Se trata del traslado de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) , que había tenido su sede en la capital británica desde su fundación en 1995.
El éxodo empresarial general desde el Reino Unido hacia los Países Bajos se ha disparado en las últimas semanas. Unas 500 compañías británicas están ahora mismo negociando con las autoridades neerlandesas la posibilidad de establecerse en su territorio, en busca de un acceso garantizado al mercado interior comunitario, el más importante del mundo, y ahorrarse de esta manera los dolores de cabeza que supone hacer negocios con sus clientes europeos desde fuera de la UE.
El Brexit está produciendo un giro radical de la operativa bursátil europea.
Hasta el mes de diciembre de 2020 Londres era el centro de negociación más grande de acciones de Europa, pero este privilegio se le ha acabado. Durante el mes de enero del año en curso, se ha negociado más en la bolsa de valores neerlandesa que en la británica, como consecuencia de que los proveedores de servicios británicos ya no tienen acceso automático e ilimitado al mercado europeo. Las plataformas comerciales en Londres no pueden atender de la misma forma y con la misma agilidad que antes del Brexit los europeos y esto está asustando muchos clientes.
Según datos de las plataformas de negociación bursátil CBOE (Chicago Board Options Exchange) y Turquoise -que operan en los mercados de Londres, París, Frankfurt, Amsterdam y Madrid- la capital de los Países Bajos ha absorbido buena parte de la actividad bursátil de la City londinense durante el mes de enero con un movimiento de 9.220 millones de euros al día, que implica un aumento del 321% sobre el volumen alcanzado en el mes de diciembre. Por el contrario, las transacciones correspondientes al mismo periodo se han reducido en Londres un 40,8% de, hasta los 8.260 millones de euros. La operativa en París ha aumentado el 52,8% y en Frankfurt un 26,5%.
La ruptura del Reino Unido con la UE ha tenido un fuerte impacto especialmente en el importante mercado de derivados, un negocio que mueve 600.000 millones de euros al año en la UE.
La salida del Reino Unido de la UE ha provocado que desde el 1 de enero no exista un acuerdo de equivalencia entre las dos partes en el ámbito financiero, a pesar de los intentos de Londres para conseguirlo. Esto significa, en el caso de la negociación bursátil, que los brokers y los bancos tengan que comprar las acciones cotizadas en alguno de los mercados de la UE, aunque se negocien también en Londres. La falta de equivalencia entre el Reino Unido y la UE sigue sobre la mesa de negociaciones. La UE no tiene prisa por conceder la equivalencia. El jefe de los negociadores comunitarios sobre el Brexit, el francés Michel Barnier, acaba de declarar que «las decisiones de equivalencia son y seguirán siendo unilaterales y la UE no asumirá ningún riesgo en materia de estabilidad financiera».
El Brexit también ha provocado la pérdida del «pasaporte comunitario» por parte de las entidades financieras británicas. Este «pasaporte» permite trabajar sin obstáculos dentro del mercado único europeo.
Los analistas consideran que el Reino Unido ha negociado mal y con prisas el acuerdo comercial del Brexit, pero también piensan que, como mínimo, ha evitado una salida caótica del Reino Unido. La prueba más evidente de una mala negociación por parte británica es que el acuerdo comercial no contempla los servicios financieros, que constituyen precisamente el sector fundamental de la economía británica. Las dos partes siguen negociando hoy en día. No se sabe bien si avanzan hacia un acuerdo sectorial concreto o hacia un mero acuerdo de cooperación. Mientras tanto, los servicios financieros británicos continúan emigrando hacia Europa. El gobierno de Boris Johnson promete al sector compensar la pérdida de negocio con Europa a través del aumento que se obtendrá en otros mercados como China, Brasil, Singapur, Australia o Nueva Zelanda. A juicio de los expertos de la City londinense, «esto no compensará las pérdidas con Europa, pero por otra parte tampoco se verá seguramente que estas pérdidas terminen destronando del todo a Londres como capital financiera de la región».
El Brexit ha puesto en peligro al conjunto de la actividad financiera británica, que es muy amplia y diversificada.
Durante los últimos meses de 2020, varios países europeos han aprovechado para hacer campaña y atraer actividades provenientes de Londres. Muchos inversores han marchado a Dublín y Luxemburgo, los bancos prioritariamente hacia París y Frankfurt, y los operadores del mercado de valores han optado principalmente por Amsterdam.
Las ventajas específicas que presenta la capital neerlandesa son importantes:
Tradición comercial, excelente inglés de sus ciudadanos, fácil acceso a las tecnologías de la información y comunicación, buena conectividad aeroportuaria, sociedad abierta, ubicación geográfica estratégica, fuerza laboral multilingüe y altamente educada. Otras ventajas son la existencia de Euronext -una compañía que dirige los intercambios bursátiles entre Amsterdam, Bruselas y París, entre otras ciudades- y el boom actual de las IPO (initial public offering ) que utilizan la bolsa de Amsterdam para su lanzamiento.
La Autoridad holandesa para los Mercados Financieros (AFM) acaba de confirmar el desplazamiento del comercio de acciones hacia la ciudad de Ámsterdam. En el primer día laboral del año, una quinta parte de las acciones de la UE se negoció en Amsterdam y actualmente la proporción ya representa casi un tercio del total.
El comercio bursátil en los Países Bajos es actualmente mayor que en el Reino Unido y ha superado recientemente a varios países europeos.
Haberse convertido en la nueva City europea impactará sobre las 500 empresas británicas que están negociando actualmente con la Agencia de Inversión Extranjera de los Países Bajos (NFIA) su establecimiento en territorio neerlandés, en busca de poder distribuir sus productos con la misma libertad que lo hacían antes del Brexit. Esto es especialmente importante cuando se trata de productos que deben llegar al mercado europeo en cuestión de horas, como es el caso de frutas y verduras. La NFIA orienta, en nombre del Gobierno de La Haya, a las empresas que se quieren establecer en los Países Bajos. Esta Agencia habla de un «interés creciente» de las compañías de nacionalidad británica para abrir una oficina europea y poder operar en la UE sin barreras adicionales, ahora que el período de transición del Brexit ya se ha terminado y se ve el impacto real negativo que tiene el hecho de que el Reino Unido sea considerado un «país tercero» por parte de la UE. También ha constatado que
incluso las tiendas web británicas están teniendo problemas para vender sus productos en la UE al comprobar que los tiempos de entrega de sus productos ha aumentado.
A pesar de que el acuerdo comercial alcanzado in extremis a finales de diciembre entre Bruselas y Londres ha impedido un Brexit caótico, la realidad del día a día de muchas empresas está llena de complicaciones. Desde el 1 de enero, las empresas británicas que exportan a la UE han tenido que hacer largas colas en la frontera cada vez que faltaba algún documento, se han tenido que enfrentar con trámites interminables y con una burocracia que era innecesaria antes del divorcio británico. Los problemas para declarar el IVA están encareciendo sus productos.
Pese al acuerdo alcanzado entre el Reino Unido y la UE, el divorcio británico se ha traducido en la práctica en más tiempo perdido y en costes sobrevenidos.
Abrir una sucursal en un país europeo es la única vía que ven muchos empresarios británicos para superar el muro burocrático que complica sus negocios. Más del 40 por ciento de las exportaciones británicas van a parar a la UE y como a menudo gran parte de su contenido proviene originalmente de China, los exportadores se ven obligados a lidiar con una papeleo burocrático adicional que dificulta mucho el paso de los productos por la frontera de la UE. Las reglas de origen recogidas en el acuerdo comercial con la UE son muy estrictas. Sólo aquellos productos elaborados principalmente en el Reino Unido pueden ser exportados a la UE sin aranceles. Los que incluyen componentes de otras partes del mundo están sometidos a reglas específicas y el acuerdo comercial del Brexit no recoge ninguna excepción en este sentido. En estos casos, los exportadores deben pagar aranceles adicionales. Cada producto que se exporta necesita un código de barras separado y ahora se aplica el IVA a cada transacción, circunstancia que encarece los productos.
Todo ello supone una pesadilla burocrática para los exportadores británicos.
Y no se trata sólo de una cuestión de papeleo burocrático. El Brexit también ha hecho más difícil encontrar transportistas dispuestos a trasladar productos a través del Canal de la Mancha. Muchos se niegan porque «es demasiada molestia» y no les vale la pena arriesgarse a quedar horas y horas atrapados en la frontera.
Según datos recientes publicados por la Asociación de Transporte por Carretera británica (RHA), las exportaciones británicas a la UE han caído un 68% en enero, comparadas con el mismo mes del año anterior. La pandemia podría ser uno de los factores que explican este descenso, pero según la RHA ha influido mucho la instauración de trámites burocráticos y controles de salida del Reino Unido y la entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial bilateral del 1 de enero de 2001.
Los especialistas consideran que la gran pregunta es si el efecto Brexit será duradero o no, y acaban concluyendo que probablemente sí lo será. En cualquier caso, una cosa parece de momento muy clara: las empresas británicas, y el sector financiero en particular, empiezan a notar que el Brexit está resultando un mal negocio, contrariamente a las promesas populistas formuladas por los promotores de la salida del Reino Unido de la UE.
La prueba más evidente de una mala negociación por parte británica es que el acuerdo comercial no contempla los servicios financieros, que constituyen precisamente el sector fundamental de la economía británica Share on X