Ahora también padecemos un problema de salud mental

Emerge con fuerza lo que podríamos llamar una nueva crisis, la de la salud mental que el confinamiento pasado y la Covid han hecho emerger. Es una crisis que se suma a las anteriores y no resueltas que se acumulan sin solución de continuidad.

En 2020 el consumo de ansiolíticos para tratar la ansiedad, depresión o insomnio ha batido récords y ha situado a España en los primeros puestos junto a Portugal y Croacia, de acuerdo con el último informe del Centro Europeo de Seguimiento de Drogas y Drogodependencias. En términos más específicos, Valium y Orfidal ocupan un lugar destacado entre esta variedad de productos farmacéuticos. De hecho, este último ya ocupaba el séptimo puesto entre los medicamentos más vendidos en España en 2017.

En la actualidad se consumen en España 55,3 dosis diarias por 1.000 habitantes. O si se quiere en otros términos, un 5,5% de la población toma cada día una dosis de ansiolíticos. Es una cifra muy alta. Portugal nos supera claramente con 89,7 dosis diarias por 1.000 habitantes. Éstas son cifras del 2019 y para el 2020 todavía han crecido más. Aunque son medicamentos que no deben tomarse más allá de 3 semanas, hay multitud de personas que llevan meses o años ingiriéndolos. En definitiva, son adictos. Se han transformado en drogodependientes legales. A mayor edad, mayor consumo, lo que genera un problema añadido de deterioro cognitivo y de aumento de mortalidad y accidentalidad por caídas. También es más frecuente el uso entre mujeres.

El uso de antidepresivos también ha aumentado y aquí tiene mucho que ver el efecto Covid-19. España antes de esta enfermedad ya registraba un crecimiento exponencial que la había situado también en posiciones muy avanzadas. El primer puesto correspondía a Portugal con 124 dosis diarias por 1.000 habitantes, seguida de Suecia con 102,7 dosis, y ahora ya, en tercer lugar, España con 80,4 dosis. Por tanto, 8 de cada 100 personas toma un antidepresivo al día. El ritmo de crecimiento de España ha sido de los más altos, sólo superado por Portugal. Es evidente que la covid ha generado mayor dependencia de ansiolíticos, sedantes, antidepresivos e hipnóticos y todos los productos de estas familias. Los expertos consideran que el consumo respecto al año anterior ha aumentado entre un 10 y un 15%. Los datos del ministerio de Sanidad sobre el consumo de ansiolíticos son más negativos que los apuntados por el Centro Europeo, porque establece que 1 de cada 10 personas toman un fármaco de estos diariamente y lo convierte en uno de los países de Europa con mayor impacto.

El mayor crecimiento de ansiolíticos e hipnóticos comenzó a partir de 2012 y creció hasta 2014, cuando se mantuvo con ligeras fluctuaciones al alta y a la baja hasta que en 2019 parecía que se producía cierto descenso. Como puede observarse por este anunciado de fechas, existe una estrecha correlación entre el aumento del consumo y la evolución de la pasada crisis económica. En efecto, ésta empezaba en el 2008, pero en realidad empezó a tener un impacto masivo a partir del 2012 y empezamos a remontar de la misma a partir del 2015. Y cuando parecía que las heridas se iban cerrando, apareció la covid en 2020. El consumo total de ansiolíticos e hipotónicos en 2010 era de 83,05 dosis al día por 1.000 habitantes, en 2014 se habían incrementado en 87,61 dosis y en 2019 en las 87,37 dosis. En 2020 se superan las 88 dosis diarias.

Aquí existe una cuestión importante y no menor. Es cierto que la crisis y la covid han hecho crecer el consumo, pero hay que decir que ya partíamos de una situación de base nada deseable. Contrasta, por ejemplo, la diferencia de consumo de esta galaxia de productos entre España y Alemania, país este último en el que es mucho menor.

La cuestión de fondo es que las personas se están medicalizando los problemas, es decir, se drogan para poder vivir y esto es muy grave. Si a esta población afectada añadimos la que consume drogas ilegales, la afectada por el alcoholismo o lo que se conoce, en grado inferior del problema, como el alcohólico social, las borracheras compulsivas de los jóvenes los fines de semana, además de la existencia de otras adicciones evasivas, como el juego y la pornografía, llegaremos con facilidad a la conclusión de que una parte importante de la sociedad española tiene serios problemas para asumir su vida cotidiana sin el auxilio de alguna estas adicciones.

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