¿Acabará habiendo nuevas elecciones en España?

La pregunta es más pertinente que nunca, puesto que en pocas horas el escenario se ha movido sustancialmente. Que este movimiento corresponda a una comedia o a la realidad es muy difícil de averiguar y, por tanto, lo más prudente es constatar que el movimiento está ahí y que de confirmarse dejaría colgada de un hilo muy delgado la investidura de Sánchez.

Pocas horas después de que Sánchez optara por ser el mudo de la obra en el Congreso de los diputados, se explayaba a gusto en una reunión de la social democracia europea, dando por supuesto que volvería a gobernar. ¡Pero ay! Esta aparente certeza quedó desvanecida cuando un antiguo fantasma se hizo presente.

En el debate en el Parlamento de Cataluña sobre la situación política, ERC y JxCat reeditaron iniciativas pasadas, presentando una resolución en la que condicionaban su voto por la investidura de Sánchez a resolver la amnistía y a que a lo largo de la legislatura se emprendiese la negociación por el referéndum, y se concretara el compromiso ya ahora. Hay que decir que si las palabras tienen valor -ya se sabe que en política tienen muy poco- el texto parlamentario rebaja sustancialmente las exigencias formuladas por Puigdemont, porque de las condiciones previas sólo la del uso de las lenguas en el Congreso se ha hecho efectiva, pero su equivalente en la UE no está nada claro que se alcance. No se sabe cómo se concreta la amnistía, aunque esto es comprensible, porque puede producirse más adelante, y no ha aparecido en escena el mecanismo independiente para verificar los acuerdos. En ese sentido, Puigdemont ha aflojado sensiblemente sus planteamientos iniciales.

Pero la introducción de un cierto e indeterminado compromiso en tratar sobre el referéndum ha disparado todas las alarmas en el PSOE y se ha forzado a salir con una declaración rotunda que de ninguna manera esto se va a producir. Ya se sabe que la rotundidad en el partido de Sánchez vale muy poco y nadie se la toma en serio. Basta con recordar cómo negaba la amnistía hace pocos meses. Por tanto, lo que ahora es un “no” rotundo se puede transformar en alguna fórmula de aceptación. Lo que ocurre es que el PSOE se ve muy apretado ya por la polémica sobre la amnistía, no ya fuera de sus filas, que le afecta muy poco, sino dentro de sectores del socialismo que no ven nada clara la evolución del partido en esta materia.

Por si fuera poco, sólo faltaba la respuesta del secretario de la Conferencia Episcopal Española a preguntas de los periodistas rechazando la amnistía básicamente por razones jurídicas. Cabe recordar que este obispo auxiliar de Toledo antes de ser secretario general de la CEE y portavoz, fue miembro del Consejo Episcopal por los Asuntos Jurídicos, que es un órgano consultivo que tiene la institución eclesial. Por tanto, digamos que habla desde un determinado rigor jurídico. Evidentemente, no es una nota o una declaración de la CEE, sino una posición personal pero de cierto peso.

Sumado y debatido, Sánchez debe hilar fino para que los muros de contención no cedan ante el embate que niega la condición básica, la de la amnistía, y precisamente la más mínima insinuación sobre el referéndum lo que hace es ayudar a su demolición.

El proceso de negociación sigue abierto y la cuestión se juega ahora muy cara a la galería. ¿Logrará Sánchez obviar toda referencia al referéndum e ir a resolver de algún modo, aunque no sea con ese nombre, la amnistía? O bien ERC y JxCat necesitan desesperadamente que quede claro, aunque sea para más adelante y en una fecha indeterminada, que el referéndum por la independencia sigue vivo y no muerto y enterrado, como lo consideran hoy en día muchos decepcionados del independentismo ?

Cabe recordar en este sentido tres datos:

  1. La reducción sustancial de diputados, no ya independentistas sino procedentes del originario bloque nacionalista. Sólo 14.
  2. Bien reciente, la baja afluencia a la Diada.
  3. Procedente de la segunda ola del barómetro de opinión del CEO de 2023; los partidarios de la independencia son el 42% mientras que los contrarios suman el 52%. Es una de las mayores diferencias que se ha producido, aunque, cabe puntualizarlo, desde julio del 2019, los votos favorables a la independencia son minoritarios, pero ahora alcanza uno de sus máximos, 10 puntos de diferencia. Otro dato reciente, correspondió en junio del 2022 y la distancia era de 11 puntos. Fuera de estas excepciones, los “nos” superan a los “sies”, pero por 4, 5, 6 puntos de ventaja.
    También es bueno recordar que en la serie del CEO que se remonta a junio de 2015, hay 3 períodos muy marcados. Uno, que va de esa fecha hasta junio del 2017 en el que las ventajas entre los partidarios y contrarios a la independencia son mínimas y la victoria de unos u otros fluctúa. En octubre de 2017 y hasta marzo de 2019 se configura una nueva posición en la que el “sí” a la independencia gana siempre. Y esta circunstancia cambia en julio de ese año y se mantiene hasta ahora con el “no” victorioso . 

Una conclusión posible de estos datos es que sólo una activación muy potente de la reivindicación independentista da alguna posibilidad, si no absolutamente cierta, de que se acabara imponiendo al menos en el papel en un hipotético referendo. Pero mientras el escenario sigue como hasta ahora es evidente que la victoria del “no”, también sobre el papel, está garantizada.

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