A Úrsula von der Leyen se le complica su reelección

¿Cómo llegó Úrsula von der Leyen a presidenta de la Comisión Europea?

Antes de ser elegida presidenta de la Comisión Europea en 2019, la alemana Úrsula von der Leyen figuraba solamente como una remota candidata en las listas que circulaban por los pasillos políticos europeos. Hasta que entró en funciones como presidenta el día 1 de julio de aquel año, poca gente en el continente sabía quién era.

Algunos sabían que había ocupado algunas carteras ministeriales en Alemania, en cuyo desempeño no había destacado especialmente.  No podía compararse con candidatos tan sólidos como, por ejemplo, Michel Barnier, el francés  que había sabido negociar el Brexit de manera brillante y mediática en nombre de la UE.  Sin embargo, Barnier no consiguió el consenso de los estados miembros, precisamente por ser temerosos de su fuerte personalidad.

Después de cinco años con Jean Claude Juncker en la Comisión y Donald Tusk en el Consejo Europeo, los líderes deseaban una pausa. No querían fuerzas de la naturaleza, personalidades fuertes e indomables, ni grandes figuras capaces de eclipsarlos, de hacerles frente, plantarles cara o dejarlos en evidencia.

No querían tampoco adalides del federalismo, como era el caso del belga Guy Verhofstadt, un apasionado del método institucional comunitario frente al dominio intergubernamental. Querían gestores semidesconocidos, manejables, dóciles, lo que parecían ser Úrsula von der Leyen, para la Comisión Europea, y el belga Charles Michel para el Consejo Europeo.  En un caso, salió como se esperaba. En el otro, no exactamente.

Su nombre nunca había dominado en las quinielas.

Úrsula von der Leyen llegó casi de rebote a presidir la Comisión y se adelantó de manera inesperada a su compañero de familia política cristiano demócrata, el también alemán Manfred Weber (Partido Popular Europeo, PPE), a la liberal danesa Margrethe Vestager y al socialdemócrata holandés Frans Timmermans. Su nombre nunca había dominado en las quinielas.

Al poco tiempo de haber accedido al puesto de presidenta – era la primera mujer en conseguirlo – Úrsula no se reveló como lo esperado, dócil y manejable, sino como dotada de una gran personalidad y capaz de ejercer poder e influencia.

Sus tres principales activos eran:

Ser mujer (el equilibrio de género se había convertido en una prioridad absoluta en el reparto de los cargos); ser alemana, pues después de décadas de liderar entre bastidores en Berlín parecían dispuestos a poner finalmente a una nacional al frente de la Comisión; el tercer elemento, por extraño que parezca, era precisamente su falta de nombre, cosmovisión europea y experiencia.

Por lo demás, gozaba del apoyo de Ángela Merkel, así como del presidente de Francia, Emmanuel Macron, líderes del casi siempre imprescindible eje francoalemán.

Resultados de su mandato

Sus defensores 

Sus defensores hoy son muchos. Dicen que logró más en sus dos primeros años en el puesto que sus antecesores en una década. Sostienen que la vacunación colectiva y centralizada y el Fondo de Recuperación que llegó a continuación, con  800.000 millones de euros en deuda mancomunada no fueron victorias puntuales, sino embriones de algo mucho más grande, el llamado momento hamiltoniano de la Unión. Que las prioridades verdes y digitales y la Ley climática constituyen un antes y un después en la historia de la UE.  Que su liderazgo personalista y presidencialista, su olfato y ambición han permitido dar a la Comisión el impulso que las capitales llevaban lustros intentando apagar, desde los tiempos de Jacques Delors.

Sus críticos

Sus críticos dicen que es arrogante, implacable y egocéntrica. Que ha convertido la Comisión en un régimen presidencialista. Ella presenta todas las iniciativas, grandes y pequeñas.  Nada más llegar a su puesto de mando, convirtió su despacho del edificio Berlaymont, que es también su residencia, en un bunker. Trajo a su jefe de gabinete y a su jefe de comunicación y los incrustó en el organigrama comunitario. Se puso a actuar como si fuera el número uno de la UE, por encima del sacrosanto Consejo Europeo. Muchos líderes se han hartado de su estilo. Sus relaciones con el dócil presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, mucho más próximo a los líderes de los 27 que ella, son deplorables.

Su mandato finaliza en octubre del próximo año. Aumentan las críticas y los desafíos.

Tras el respaldo recibido en la pandemia y la guerra de Rusia contra Ucrania – dos hitos en los que asumió tareas antes impensables, con la compra conjunta de vacunas o la negociación de armas para Kiev- su postura en la guerra de Israel contra Hamás puede complicar todavía más un período ya muy convulso.  Esa crisis, unida a la batalla por la ampliación del Presupuesto para el próximo período de siete años (Marco Financiero Plurianual), amenazan con empañar su legado y cuestionar su capital político si decide postularse para repetir mandato.

Ella ha tratado de constituir una “Comisión geopolítica“ desde el primer momento. Su reciente visita unilateral y de apoyo total a Netanyahu ha sido duramente criticada. Ya había hecho otras visitas internacionales sin el mandato específico de los Estados miembros, que son los que tienen la competencia en política internacional, como a Ucrania.

Ha afrontado otros cortocircuitos como el derivado de su pacto migratorio con Túnez. Pero en un caso tan divisivo como Oriente Medio, el gesto de Úrsula von der Leyen en Tel Aviv ha molestado a muchos por esa invasión de competencias.

A pesar de todo, sigue siendo la favorita para presidir un segundo mandato (2024-2029)

Según un informe del Parlamento Europeo, la Comisión ha presentado el 69% de las iniciativas anunciadas en sus seis áreas prioritarias: Pacto Verde, digital, economía, escena internacional, modelo de vida europeo y democracia. Se han sacado adelante el Fondo de Recuperación, las compras conjuntas de vacunas contra la covid, el plan de transición ecológica (Fitfor55), la ley de servicios digitales, la reforma del mercado eléctrico y el hito histórico de la financiación compartida de las armas para Ucrania.

Se avecina una gran batalla presupuestaria para los futuros períodos reglados.

Ahora quiere añadir a la lista anterior el inicio de las grandes reformas ante la próxima gran ampliación. Queda un duro camino, antes de fin de año, con la ampliación del Presupuesto comunitario y una posible derrama para los socios de 100.000 millones de euros. Los países más frugales como Alemania, Países Bajos o Dinamarca son muy reticentes. Se avecina una gran batalla presupuestaria para los futuros períodos reglados.

Bruselas está entrando en modo electoral. Úrsula von der Leyen también suena como secretaria general de la OTAN. Es una de las favoritas de Estados Unidos. No ha aclarado si se postulará.  Puede contar con rivales fuertes como la presidenta del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola, que pertenece a su mismo grupo político cristianodemócrata. Para repetir al frente de la Comisión Europea, necesita el apoyo de los 27, además del sostén de su propia familia política.

La carrera hasta octubre de 2024, cuando se va a iniciar la próxima legislatura europea, se le puede hacer muy larga.

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