Por qué la inmigración tal y como está planteada en España es una solución pésima (y II)

Por qué la inmigración tal y como está planteada en España es una solución pésima (I)

El otro fenómeno mencionado es la salida al extranjero de muchos españoles jóvenes y formados en los últimos años, lo que supone una pérdida directa de capital humano nacional. Tras la crisis económica de 2008-2013, y también durante la recuperación, un número significativo de profesionales y titulados españoles emigró buscando mejores oportunidades laborales.

En 2022, según estimaciones de la Fundación BBVA e Ivie, abandonaron España unas 426.000 personas (de todas las nacionalidades y edades). Muchas de estas salidas corresponden a población extranjera que regresa a su país, pero una fracción importante son españoles altamente calificados que emigran (por ejemplo, jóvenes con título universitario o técnico). Los datos indican que aproximadamente un tercio de los emigrantes de 2022 eran menores de 35 años – tramo de edad donde se concentra buena parte del talento universitario –, destacando el “elevado nivel de formación” de quienes se van.

Estudios recientes cuantifican el impacto de esta fuga de cerebros: el capital humano perdido por emigración en 2022 se valoró en unos 154.800 millones de euros. Esta cantidad equivale a casi el 0,93% del capital humano total de España en ese año. Es decir, en términos económicos, la “exportación” de talento le costó al país cerca del 1% de su riqueza en capital humano en sólo un año, una pérdida sustancial y creciente (un 40% mayor que la de 2019).

La emigración de trabajadores cualificados reduce directamente el stock de capital humano interno (quedan menos personas formadas en el país) y también puede disminuir la media per cápita, ya que quienes se marchan suelen tener más estudios o especialización que la media. Tal y como señala el informe de BBVA-Ivie, “ la emigración al exterior disminuye el capital humano de un país y mayor cuanto mayor sea el nivel de formación de los emigrantes ”. En el caso de España, en la década del 2010 vio salir cada año a decenas de miles de españoles con títulos superiores. Aunque algunos vuelven con experiencia (lo que podría ser positivo a largo plazo), muchos otros se asientan definitivamente en el extranjero, constituyendo una pérdida neta de capital humano formado en España. Este fenómeno ha llevado a hablar de una “fuga de cerebros” que merma la capacidad innovadora y productiva del país a largo plazo , si no se compensa con la llegada de talento equivalente.

Efecto combinado en el capital humano nacional :

Sumando ambos procesos, se entiende la preocupación por un posible descenso del nivel medio de capital humano en España. Por un lado, entra población por inmigración que, en promedio, tiene una calificación formal inferior a la de la población existente, lo que deprime la media nacional de habilidades/formación (aunque aporte en número de trabajadores).

Por otro lado, sale población nativa con alta calificación, lo que extrae proporcionalmente más capital humano del que queda, agravando la “descapitalización” del país en términos de talento. Este diagnóstico coincide con la observación de que el capital humano per cápita español lleva estancado o bajista desde hace más de una década, a contracorriente de lo ocurrido en otros países desarrollados.

De hecho, mientras la OCDE en su conjunto vio crecer su capital humano per cápita ~17% entre 2000 y 2018, España experimentó una tendencia opuesta, perdiendo alrededor del 19% en ese periodo.

Los autores del informe de BBVA-Ivie atribuyen esta divergencia principalmente al envejecimiento demográfico y al estancamiento de la productividad, pero los movimientos migratorios también forman parte del cuadro. La llegada de dos grandes oleadas de inmigrantes hizo crecer a la población un 16,7% entre 2000 y 2021 (pasando de unos ~40 millones a ~47 millones de habitantes), sin un aumento equivalente del capital humano total (que en términos reales cayó un 5,6% en el mismo período).

En otras palabras, creció la cantidad de gente, pero no su aportación media en capital humano, diluyéndose la riqueza de competencias por persona. Asimismo, la salida constante de profesionales locales restó parte de la capacidad productiva y de innovación que estas cohortes podrían haber ofrecido al país en su edad adulta.

En conclusión, la evidencia apoya la hipótesis de que ciertos movimientos migratorios han ejercido presión a la baja sobre el capital humano per cápita en España. Las dos grandes oleadas de inmigración (década de 2000 y finales de 2010) incrementaron la fuerza laboral pero, al estar compuestas mayoritariamente por trabajadores con un nivel educativo inferior a la media española, contribuyeron a un descenso relativo del nivel formativo medio nacional . Paralelamente, la emigración sostenida de jóvenes altamente formados (entre 300.000 y 400.000 personas por año en tiempos recientes , según diversas estimaciones) ha significado una » fuga de capital humano » valorada en decenas de miles de millones de euros anuales. Este doble fenómeno migratorio -entrada de capital humano medio-bajo y salida de capital humano medio-alto- es un factor importante (aunque no el único) en la disminución del valor del capital humano por habitante registrada desde principios de siglo.

Si bien la dinámica demográfica (envejecimiento, baja natalidad) explica gran parte del declive, la selectividad de la migración ha amplificado su efecto: España pierde una parte de su población más calificada a la vez que la reemplaza parcialmente con población extranjera de inferior cualificación, de media.

Desde una perspectiva de políticas públicas, estos resultados resaltan la importancia de atraer y retener talento. Iniciativas para captar a inmigrantes cualificados y fomentar el retorno de españoles formados en el exterior podrían contrarrestar la tendencia, enriqueciendo el stock de capital humano. Asimismo, invertir en la integración y la formación continua de la población inmigrante existente ayudaría a elevar su productividad y reducir la brecha de capital humano con los nativos.

En síntesis, la migración ha tenido un impacto relevante en el capital humano de España: ha aportado crecimiento demográfico y mano de obra, pero al coste de una menor calificación media, contribuyendo así a la ligera erosión del capital humano per cápita observada en las últimas décadas. Revertir esta erosión requiere tanto afrontar los retos demográficos internos como gestionar activamente la calidad (educativa) de los flujos migratorios, reduciéndolos y garantizando una mejora del capital humano.

Por otra parte, es imperativa una política familiar que reduzca al máximo los inconvenientes que frenan la natalidad y esto, aspecto de contenido al margen, exige al menos doblar el gasto en este tipo de políticas para acercarnos a la media europea.

Confiar a largo plazo sólo en la inmigración, sin revitalizar la natalidad y capacidad educadora de las familias, es un suicidio como sociedad y como economía.

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