El pasado 10 de noviembre, Barcelona inauguró el nuevo tramo del tranvía que conecta la plaza de las Glòries con Verdaguer, un proyecto que ha generado controversia desde su inicio. Como usuaria habitual del transporte público, he podido experimentar de primera mano las ventajas e inconvenientes de esta ampliación.
En primer lugar, es innegable que la conexión directa entre Glòries y Verdaguer facilita la movilidad en este tramo de la ciudad. El trayecto, que se completa en aproximadamente siete minutos, ofrece una rápida y cómoda alternativa para los desplazamientos diarios. Además, la integración con otras líneas de metro y autobuses mejora la intermodalidad del sistema de transporte público.
Sin embargo, esta ampliación también presenta varias deficiencias a destacar. Durante las obras, muchos vecinos y comerciantes sufrieron molestias significativas, con cortes de calles y ruidos constantes que afectaron a la calidad de vida y la actividad económica de la zona. Además, la implementación del sistema de catenaria enterrada, siendo una innovación tecnológica, ha generado dudas sobre su fiabilidad y los costes asociados a su mantenimiento.
Otro aspecto preocupante es la carencia de zonas verdes en el nuevo trazado. Aunque se anunció la plantación de 266 árboles y la creación de casi 9.000 m² de nuevas áreas verdes, la realidad es que, a causa de la sequía, estas plantaciones se han aplazado, dejando una avenida Diagonal con una apariencia desoladora y poco atractiva peatonal.
Además, la reducción de carriles para el tráfico privado en la Diagonal ha desplazado una parte significativa del flujo de vehículos hacia las calles adyacentes como Valencia, Mallorca y Provença, incrementando la congestión y los niveles de contaminación. Esta situación ha generado malestar entre los residentes de estas zonas, que ven cómo su calidad de vida se ve afectada por el aumento del tráfico.
Finalmente, es necesario cuestionar la priorización de este proyecto en detrimento de otras necesidades urgentes de la ciudad. Con un coste total de 284 millones de euros, es legítimo preguntarse si estos recursos no habrían sido mejor invertidos en mejorar otras infraestructuras o servicios públicos que requieren también atención inmediata.
En conclusión, aunque la ampliación del tranvía por la Diagonal aporta beneficios evidentes en términos de movilidad, las deficiencias en su ejecución, la gestión de los recursos públicos y las consecuencias negativas para el tráfico en las calles adyacentes generan dudas sobre la idoneidad de este proyecto en el contexto actual de Barcelona.