Tras 100 días de haber alcanzado la alcaldía gracias a los votos del PP y una larga desaparición por vacaciones, la ciudad sabe poco de lo que hará el nuevo alcalde, que oscila entre el seguidismo en la obra de Colau, que por alguna razón fue tantos años su número dos, e ir por cuenta propia.
Naturalmente, esto es un terreno abonado por el conflicto porque para unos puede parecerles que no llega, caso de la renuncia a forzar el 30% de vivienda protegida en toda obra nueva, o lo que sencillamente consiste en la continuidad de Colau.
La ex alcaldesa se estrelló por varias razones, pero una de ellas fue a consecuencia de la transformación radical de una calle del Eixample, Consell de Cent. Ahora Collboni, para ir a rueda del legado de la alcaldesa corre el riesgo de repetir el mismo proceso con las obras en la Via Laietana.
Recordémoslo por si no se tiene suficientemente claro. La Via Laietana es un elemento más del Plan Cerdà, destinado a mejorar las malas comunicaciones mar-montaña de la ciudad. Sin embargo, esta calle estratégica tiene una diferencia sustancial con el resto del Eixample, y es que fue construida básicamente sobre terrenos en su mayor parte no urbanizados, con edificios aislados incluso casas de payés. En el caso de la Via Laietana, y esto retrasó su puesta a punto, significó el derribo de toda una parte del centro histórico y muy denso de la ciudad.
Como en el caso de Consell de Cent, alterar su función conlleva un desbarajuste que sobrepasa de mucho el hecho de que se trate de una sola calle. No es lo mismo declarar de peatones la calle de Enric Granados que hacerlo en Consell de Cent o dedicarse a ampliar las aceras de Via Laietana para así restringir radicalmente su capacidad para admitir el tráfico de los vehículos privados. Porque ésta es la finalidad de la obra, puramente ensanchar las aceras en un tamaño además muy notable, aunque los desplazamientos de los peatones para acceder al casco antiguo de la ciudad mayoritariamente se hace por sus calles y no por esta vía.
La obra es cara, compleja y lenta. Con suerte no estará lista hasta junio de 2025 y eso a base de reducir a la mitad el plazo inicial de 42 meses. Por tanto, es muy probable que en realidad su finalización se alargue hasta finales del 2025. En este querer imprimir velocidad a la obra, como aún de manera más acelerada se hizo en Consell de Cent, hay una vez más un agravio comparativo con lo que se está haciendo en las Ramblas que, pese al compromiso de Collboni de recortar plazos, seguirá avanzando con lentitud.
Es una paradoja, obras polémicas y cuestionadas son llevadas a cabo rápidamente con un aumento de coste extraordinario, mientras que obras deseadas y claramente necesarias como la remodelación de las Ramblas avanzan a paso de gorrión.
Los efectos del colapso en la Via Laietana ya son evidentes. El tiempo de desplazamiento se ha doblado y, por tanto, también la emisión de gases contaminantes y el coste en tiempo y combustible para los usuarios, y lo que es peor, para el transporte público, porque recordémoslo, cuando se quiere limitar el coche hasta generar congestión, de rebote se produce el mismo efecto en los autobuses y taxis. El problema es de tal magnitud que el Ayuntamiento ya ha anunciado la posibilidad de prohibir radicalmente la circulación de todo vehículo privado por la Via Laietana. Una vez más, la alteración de la movilidad interna de la ciudad perjudica a los barceloneses, pero aún hace mucho más daño a quienes se desplazan a la ciudad para llevar a cabo gestiones, o por razones de trabajo. Este coste sobrevenido de espacio, día tras día va deteriorando la base económica de la ciudad.
Las obras de la Vía Layetana significarán la ruina para muchos comercios de este eje. Pero su daño será aún más importante en un entorno más amplio, el del casco histórico, la Navidad de 2023 y 2024. Porque los visitantes procedentes de fuera de Barcelona que cogen el coche, lo pensarán dos veces antes de venir a esta parte de la ciudad.