El Niño, técnicamente oscilación del sur (ENOS), es un fenómeno natural caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano Pacífico central y oriental asociadas con cambios en la atmósfera que tiene una gran incidencia en las condiciones climáticas de diversas partes del mundo. Es otro gran cambio recurrente de lo más frecuente, La Niña que ahora está finalizando en un episodio plurianual.
Las previsiones sobre El Niño este año es que empezará y se produciría entre mayo y junio y tenderá a aumentar en julio y agosto con unas probabilidades que oscilarán entre el 60 y el 80%, y persistirá sus efectos en el hemisferio norte hasta 2024. Este hecho provocará, según la Agencia de la ONU, responsable de las previsiones del tiempo atmosférico, un aumento de las temperaturas a escala global y sequía y precipitaciones en diversas regiones del mundo, incluida la nuestra. Por esta razón es previsible que 2023 sea el año con el que se supere el aumento de 1,5º C de calentamiento debido a este aporte extra de energía.
¿Cómo nos afecta esto a nosotros en concreto? Pues que tendremos un verano muy cálido. Hay que ver cómo se distribuye este aumento, pero sin duda tendremos períodos de oleadas de calor y de noches tropicales muy frecuentes. También será difícil que llueva durante este período y, por tanto, la previsión sería que también tuviéramos un verano seco, si bien es posible que en otoño haya precipitaciones. La única buena noticia a escala local es que previsiblemente el próximo invierno será mucho más húmedo y según cómo se distribuyan las precipitaciones podremos recuperar en buena parte la sequía hidrológica que sufren nuestros embalses.
El invierno será más frío en el norte de Europa y, por lo que hemos dicho, más húmedo y más templado de lo normal en el sur. Por tanto, mientras que en los países nórdicos se producirán inviernos extremos, en la zona mediterránea se nos presenta un largo período que oscilará entre las temperaturas altas de este verano y el frío muy moderado del invierno; en definitiva, que podremos necesitar la gabardina o el paraguas, pero haremos un uso muy restringido del abrigo.
Este hecho tenderá a aumentar la burbuja de calor en las ciudades. En Barcelona, afortunadamente, el mar limita los incrementos de temperatura, pero en contrapartida genera una elevada humedad ambiental y, por tanto, una temperatura de bochorno, que es realmente lo que nos impacta en nuestro día a día, muy elevada.
El valle del Ebro y, por tanto, esta parte del territorio catalán, será particularmente caluroso como ya ha empezado a manifestarse, situándose con facilidad por encima de los 30°C.
En consecuencia, este año prácticamente no habremos tenido primavera porque el verano cálido y seco se ha anticipado en abril. De modo que se han alcanzado temperaturas de récords en la mayor parte de España. Por ejemplo, en el aeropuerto de Girona se ha registrado una máxima de 3,1 °C por encima de la temperatura habitual, mientras que este hecho ha tenido muy poca incidencia en el aeropuerto de Barcelona porque el aumento ha sido sólo de 0,9 °C por encima de la media. De hecho, en todo este episodio climático que se inició en abril, el área costera central ha registrado un impacto muy moderado, pero no así en el interior ni siquiera en el prelitoral.
En realidad ya estamos en verano, debemos prepararnos para un nuevo período de temperaturas francamente elevadas y con poca lluvia. Un buen tiempo para ir a la playa pero desastroso para la economía y el trabajo del país.