Pese a que la afectación sea menor que en otros lugares de España, la realidad es que las elevadas temperaturas del verano de 2022 tuvieron consecuencias trágicas porque provocaron la muerte de numerosas personas.
De hecho, la necesaria comparación a escala europea señala que la situación española considerada en conjunto fue mucho peor que la del resto de Europa y, por tanto, en estos términos comparativos, que Cataluña se viera menos afectada que otros territorios no nos debe servir de consuelo porque estamos inmersos en un área de extraordinario exceso de mortalidad.
En efecto, entre las semanas 27 y la 32 del año pasado, que corresponde al período de junio-julio, España fue el único país de Europa donde, de acuerdo con el EuroMOMO, registró un exceso de mortalidad extraordinariamente elevado. En el segundo nivel de problema, un exceso elevado, se situaban Francia, Italia y el land de Hesse en Alemania. Portugal, en la península, registró sólo una mortalidad moderadamente elevada. Como Austria, Estonia, Países Bajos y Suiza.
A nivel español, el exceso de mortalidad de Catalunya se sitúa en un 9,6%, inferior a la media europea del 12,2%. Sólo Madrid (5,9%) y Castilla la Mancha (7,7%), tienen porcentajes inferiores. Mientras que las situaciones más graves se dieron en Cantabria (18,9%), Baleares (18,6), Canarias (17,8%) y la Comunidad Valenciana (15,9) Por tanto, vemos que Cataluña tuvo cierta excepcionalidad en relación también con el ámbito ibérico mediterráneo.
En realidad, en el período indicado, comprendido entre el 1 junio y 28 agosto, murieron 2.705 personas como exceso de defunciones de los 17.458 decesos que se produjeron en ese período y esto señalaría un 15,5% según los datos del INE. Pero este mayor volumen no significa que todas ellas sean imputables al exceso de mortalidad, porque este sistema lo que hace es relacionar la mortalidad esperada con la observada.
Este método comportaría que si se mantuviera el exceso de mortalidad a largo plazo, el sistema lo registraría cada vez menos porque la mortalidad estadísticamente esperada iría creciendo. Esto también es necesario tenerlo en cuenta.
En cualquier caso, lo que nos interesa retener, más allá de las consideraciones técnicas, es que la muerte se hace presente por causas que nada tienen que ver directamente –sí indirectamente- con padecer una determinada enfermedad o sufrir un accidente de circulación. La mayoría de muertes son de personas de mayor edad. Pero hay una excepción en este período de verano en los hospitales. A partir de mediados de julio se registra un exceso de mortalidad que presenta dos singularidades. Una, es superior en los hombres, mientras que en general es más alto en las mujeres, algo normal porque dada la correlación entre la mayor mortalidad y la edad más avanzada, las mujeres constituyen un grupo de población mucho más numeroso, sobre todo en partir de los 80 años.
La otra anomalía es que el exceso de mortalidad en los hospitales es especialmente significativo en el grupo de 45 a 64 años, y por tanto no en los grupos de mayor edad. También se observa una mayor afectación en este exceso de mortalidad hospitalaria en la población con nivel de renta bajo y muy bajo, claramente superior a las rentas altas y medias. Esta tasa de mortalidad del verano de 2022 está muy relacionada con los diagnósticos por deshidratación, por tanto, un riesgo fácilmente enmendable, y las enfermedades respiratorias y circulatorias que son muy sensibles a las olas de calor. De estos hechos podríamos extraer una enseñanza desde el punto de vista de la salud pública para prever una mayor eficacia en situaciones de riesgo mortal.
La correlación entre la temperatura de bochorno, es decir aquella que incorpora el factor humedad, y también la temperatura a secas, es muy alta. Se sitúa entre el 0,79 y el 0,80, en una escala que va de 0 a 1 y esto también debe tenerse en cuenta. De hecho, cuando la media máxima de temperatura se sitúa por encima del 33º, el riesgo es muy evidente sobre todo si se prolonga en el tiempo, si bien también es necesario tener en cuenta que las temperaturas nocturnas reiteradas por encima de los 20º que dificultan el descanso, contribuyen a generar un estrés que debilita la salud del individuo. Si en las olas de calor se combina la contaminación y el polen, los factores críticos se multiplican.
A pesar de todas estas evidencias, está claro que ni el departamento de Salud, ni la Generalitat en su conjunto, ni el Ayuntamiento de Barcelona, que comparte la responsabilidad sanitaria en la ciudad por medio del Consorcio Sanitario, han extraído ninguna lección práctica ni han tomado ninguna medida que permita reducir el riesgo si este verano se vuelve a producir una situación como la pasada.
Es importante que de una vez por todas nuestros gobiernos locales, en la medida de sus responsabilidades, que en Barcelona son muchas, y la Generalitat se tomen en serio desarrollar políticas de información y prevención de la ola de calor porque ya formará parte de los factores de riesgo habituales de nuestro país.