Hay que subrayarlo, TV3 es con diferencia la televisión más cara por punto de audiencia que tiene. Supera con creces a la televisión pública española y por supuesto, ya no hace falta ni hablar de ello, a las cadenas privadas. Tiene tanto personal propio como Antena3 y Telecinco juntas, y pese a ello genera cada año contratos multimillonarios encargando programas a productoras externas que, en buena parte, están participadas por exdirectivos de la televisión pública catalana.
TV3 ostenta con orgullo el título de ser la televisión más vista de Catalunya, pero está claro, lo es en un panorama superfragmentado y con cifras que se sitúan en torno al 14%. Todo esto no justifica ni de lejos lo que nos cuesta.
Sin embargo, aún lo justifica menos el carácter divisivo y doctrinario de esta televisión. Los contenidos de su programación definen por sí mismos un programa político que no tiene nada de neutral. Podríamos calificarlo del “partido progre de Cataluña”, pero además lo hace forzando la polarización. Lo ha estado llevando a cabo durante años con la cuestión de la independencia y sólo ha cambiado el chip cuando el poder de la Generalitat, ERC en este caso, ha modificado radicalmente su estrategia y ha pasado de ser abrigadamente independentista a ser un estrecho colaborador, coyunturas electorales aparte, del gobierno Sánchez, lo que ha reorientado esta dimensión política de la televisión y ha cedido el abanderamiento a 8TV, que ahora es el refugio de los excluidos de la órbita deJxCat .
Lo que se mantiene inalterable es su fobia católica. Y el último conflicto que ha llevado a cabo el programa «Está pasando» de Toni Soler y Jair Domínguez es una manifestación extrema, porque ha logrado generar de nuevo un conflicto doble. Por un lado, ha resucitado el menosprecio hacia los andaluces, que constituyen una parte importante de la población de Catalunya. Y por otra, ha elevado a extremos intolerables su burla católica. De hecho, es una constante en este productor de televisión, Toni Soler, que cuenta con una de las productoras que desde hace años más dinero ingresa a cuenta de TV3.
La parodia de la Virgen del Rocío es injustificable desde todos los puntos de vista, incluidos también, como es lógico, los de la libertad de expresión porque si bien ésta es prevalente, no es ilimitada y en ningún caso puede convertirse en una ofensa deliberada al sentimiento religioso de una parte importante de la población.
Las reacciones han sido numerosas y de todos los colores, sobre todo por parte andaluza. Ha intervenido el presidente de la junta de Andalucía Juanma Moreno, pidiendo que TV3 se excuse, pero también lo ha hecho Teresa Rodríguez, la líder de Adelante Andalucía, situada a la izquierda del PSOE, que criticó el tratamiento por “ tantísima malaje, ignorancia” y practicar la andaluzofobia e instó a los guionistas a imitar “el acento de tu puñetero padre, por ser suave”. También el gobierno español se ha pronunciado críticamente, así como la Federación de Entidades andaluzas en Cataluña que exigió la restitución del honor de la Virgen del Rocío y unas disculpas públicas. También ha habido una nota de la Conferencia Episcopal Tarraconense.
Por parte de los partidos catalanes, sólo el PP ha reaccionado anunciando que llevará el caso a la comisión parlamentaria de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. Este programa tal y como está hecho es inaceptable en cualquier televisión, pero aún lo es más en una televisión pública que vive del dinero de todos los catalanes.
Pero es peor, porque TV3 tiene un código deontológico de hace muchos años que regula el tratamiento del hecho religioso en los espacios de entretenimiento y que olímpicamente se pasa por el forro. Es decir, incumple con sus propias obligaciones. Todo ello pide una intervención empezando por el mismo gobierno catalán que, como en otras cuestiones, pasa.
También del Parlament porque es un asunto que afecta a una importante instancia pública, al dinero de todos, y ataca a un grueso importante de creencias de gente catalana. Y también pide una intervención de la Sindicatura de Greuges por posible lesión de derechos y de la comisión deontológica del Colegio de Periodistas. Y si el país no es capaz de reaccionar ante abusos de este tipo, será un signo claro de que Catalunya ya no es de todos, sino de unos pocos.