Los gobiernos de España y Francia mantendrán en Barcelona una reunión solemne el 19 de enero para establecer un acuerdo de primer nivel entre ambos estados. Este hecho es exhibido por el gobierno Sánchez, como se encarga de proclamar la prensa progubernamental, como la liquidación del independentismo, como una manifestación de su impotencia que hace posible que Sánchez y un largo listado de ministros acudan a Barcelona para un gran acto internacional sin temer ningún problema de protestas ni de desórdenes. Como dice el presidente socialista «el proceso ha terminado” y este acto quiere certificarlo.
Un elemento teóricamente central de este acuerdo es el proyecto H2Med al que Converses se ha referido reiteradamente, consistente en una tubería submarina de entre 300 y 400 km de Barcelona a Marsella para transportar hidrógeno producido en España a aquella ciudad para ser distribuido en toda Europa y en particular en Alemania. Desde Converses ya hemos presentado en términos bien concretos las reservas sobre la viabilidad de este proyecto y también sobre la posibilidad de que lo que acabe ocurriendo, si es que se lleva a cabo, es que sea Francia quien exporte hidrógeno a España y no a la inversa, por sus mejores condiciones para producirlo.
Cabe recordar que esta iniciativa surgió a consecuencia del fracaso de otra mucho más racional, el MedCat, el gasoducto que desde Arbúcies atravesaba la frontera y llevaba gas de España hacia Francia y Europa. Era una obra muy económica, sencilla y rápida de realizar, pero Macron la vetó porque no la consideraba «viable ni rentable».
El gas existía, la distancia a cubrir era corta y no ofrecía los problemas de una obra de ingeniería submarina. Sin embargo, el veto francés comportó sacarse de la manga un producto incierto como es el tubo para transportar un combustible que todavía no existe, el hidrógeno verde.
Al margen de nuestras consideraciones críticas, ahora se ha hecho pública una declaración de Hydrogen Science Coalition, que es un grupo académico internacional formado por científicos e ingenieros independientes que trabajan para aportar un punto de vista basado en la evidencia científica en el debate político sobre el hidrógeno. Es, por tanto, una referencia internacional obligada, y lo que dice sobre el hidroducto H2Med es muy duro y lo descalifica totalmente:
«Si se construyera sería un gasto innecesario pagado con dinero público que no aligerará la actual crisis del gas y que, por el contrario, agravará aún más los costes para los consumidores de la energía». «Francia, España y Portugal deben evitar que el H2Med se convierta en otro proyecto fallido convertido en un activo inútil pagado por los consumidores como el MedCat».
Y sigue la declaración, advirtiendo que “el uso de combustible a base de hidrógeno en lugar de alternativas de electrificación directo requiere entre 2 y 14 veces más cantidad de electricidad”. Éste es un aspecto al que ya nos hemos referido siempre en el análisis de Converses: Fuera de unos usos tasados, tiene sentido utilizar electricidad de fuentes alternativas para producir hidrógeno y trasladarlo, porque el balance energético es negativo.
También afirma el informe que la cantidad y ubicación de la futura demanda continua siendo finalmente incierta y que vincular la justificación de nuevas infraestructuras a este gas es irresponsable.
De hecho, Ines Bouacida, investigadora de clima y energía del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales señala: «que todavía no se sabe si el proyecto seguirá adelante. Todo dependerá de las evaluaciones y la fiabilidad técnica y financiera».
En definitiva, lo menos que puede decirse de H2Med es que es una hipótesis y que la apuesta por exportar hidrógeno de España no tiene una base técnica y científica.
Sin embargo, Sánchez hace bandera y se reunirá el 19 en Barcelona para celebrarlo. Teatro, puro teatro.