Las voces de preocupación son insistentes. Si no hay un cambio sustancial, el límite propuesto en la conferencia de París de no rebasar los 1,5°C se superará dentro de 9 años. Esta es la conclusión del último balance llevado a cabo por el Global Carbon Project, cuyos datos se pueden encontrar en Our World in Data.
La situación en el último balance de 2021 señala que las emisiones de CO₂ per cápita (que es una forma de medir la situación y el esfuerzo de cada país) que pese a la reducción efectuada por EEUU, este país encabeza el ranking con 14, 86 toneladas (t) por habitante. Le siguen, atención, Alemania con 8,09 toneladas, pese a que los verdes están en el gobierno, y en tercer lugar, figura China con 8,05 toneladas. Naturalmente en términos absolutos, la aportación de China es enorme porque también lo es su población. Y aunque cada estadounidense produzca mucho más CO₂, el volumen chino es sensiblemente mayor.
La UE se sitúa en 6,28 toneladas y España en 4,92 toneladas. Ligeramente por encima está Francia con 4,74 toneladas. Es fácil ver que se trata de un problema del mundo desarrollado si se considera que la aportación de la India es de solo 1,93 toneladas por habitante y la de África es aún menos, de 1,04 toneladas. Existen, por tanto, bases razonables para la exigencia de indemnizaciones para controlar las emisiones por parte de los países menos desarrollados porque, con razón, pueden afirmar que el problema no lo han creado ellos. Prácticamente todos los países desarrollados presentan, eso sí, tendencias decrecientes con la excepción de China e India, mientras que África tiene una evolución prácticamente plana.
Y en este contexto de preocupación, ¿cuál es la política que se lleva a cabo en Cataluña?:
La respuesta fundamental radica en el peso de las energías renovables en el mix de producción de energía. Es evidente que cuanto más importante es la aportación de éstas, más reducida es la emisión de CO₂ . Situándonos en esta lógica, Cataluña tiene una pésima política ambiental. En energía eólica, la producción en relación al total de energía es solo del 6,2% y ocupa uno de los últimos lugares en el contexto español. Está a años luz de Aragón con 49,3 por ciento e incluso también de la Comunidad Valenciana con 11,1 por ciento.
Aún es peor su posición en la producción de energía solar fotovoltaica, solo un 1,1% de la energía producida tiene este origen y es claramente el menor productor de todo el Mediterráneo español, incluso Madrid nos supera de largo con un 7,6. Solo el norte (Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco) donde el número de horas de sol es reducido, presenta aportaciones inferiores a la catalana.
Y el tercer componente es el de la energía hidráulica, la más antigua de las fuentes renovables y que había jugado un papel importante en el pasado. También aquí, aunque la orografía y sobre todo los Pirineos favorecen aprovechamientos de este tipo, hace tiempo que no se llevan a cabo por razones ecológicas y estamos situados en un 7,6%.
En otras palabras, podemos decir que en el conjunto de energías renovables vivimos del pasado, porque la producción hidráulica prácticamente equivale a la suma de la eólica y la fotovoltaica.
En definitiva, el conjunto de este tipo de energías en el caso de Cataluña solo representa el 14,9% del total producido. Es difícil encontrar otra comunidad autónoma con niveles más bajos. La excepción podría ser el País Vasco, pero, por supuesto, aquí juega un territorio pequeño, con menor número de horas de sol, un escaso aprovechamiento hidroeléctrico y un gran consumo de energía, sobre todo por parte de la industria.
Sea como fuere, la situación de Cataluña en este ámbito es absolutamente impresentable y totalmente opuesta al discurso político del gobierno. Pero lo más grave es que fuerzas que se presentan bajo esta bandera, como es el caso de los Comuns, nunca han traído esta cuestión de la baja producción de energías renovables al Parlament.