El pasado 15 de julio, el primer ministro de Hungría Viktor Orbán afirmó en un discurso en la radio nacional de su país que la Unión Europea se había “pegado un tiro en los pulmones” al imponer sanciones contra Rusia.
Orbán llamó a los demás líderes europeos a modificar la actual política de castigo contra Moscú, añadiendo que “Bruselas debe darse cuenta de que ha sido un error, que [la política de sanciones] no ha cumplido sus objetivos, y que ha incluso tenido efectos contrarios”, puesto que “nos penaliza a nosotros aún más [que a Rusia]”.
«Al principio pensé que simplemente nos habíamos pegado un tiro al pie, pero la economía europea se ha disparado en los pulmones y se está asfixiando», sentenció Orbán.
Mientras, Hungría ha introducido nuevas medidas de emergencia para contener el gasto energético, entre ellas la imposición de un sobreprecio para los particulares que gasten más gas y electricidad que la media. «Estamos obligados a cobrar un precio más elevado, ya que si no el sistema no es viable», explicó el primer ministro húngaro.
El rublo ruso se ha fortalecido en torno al 70% respecto al euro desde el inicio de la invasión de Ucrania Share on XAlgunas cifras parecen darle la razón al líder húngaro. Por ejemplo, el rublo ruso se ha fortalecido en torno al 70% respecto al euro desde el inicio de la invasión de Ucrania que el presidente ruso Vladimir Putin lanzó el pasado febrero.
Además, a pesar de las sanciones, países como España han acelerado sus compras de gas a Moscú, con Rusia convirtiéndose en junio en nuestro segundo principal proveedor de gas en detrimento de Argelia. Difícil de entender cuando se escucha al mismo tiempo la retórica anti-rusa del presidente del gobierno Pedro Sánchez.
Otro dato que ha llegado, aunque muy discretamente, es el hecho de que Arabia Saudí, el principal productor mundial de petróleo, dobló sus importaciones de carburante ruso durante el último trimestre.
Riyad está comprando combustible a Rusia a unos precios muy atractivos con el fin de alimentar a sus centrales energéticas durante los calurosos meses en verano cuando el aire acondicionado funciona a todo gas, lo que permite liberar el petróleo saudí para los mercados internacionales, incluyendo europeo. Más enrevesado imposible.
En medio de este despropósito energético, que por su menor eficiencia incrementa notablemente las emisiones de gases de efecto invernadero, todavía son muy pocos los países europeos que admiten el fracaso de las sanciones contra el sector energético ruso.
Lo que los líderes europeos sí que han empezado a hacer es proclamar que se avecina un invierno durísimo y que habrá que imponer restricciones al consumo de energía. Lo ha hecho la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, así como los máximos líderes de países como Alemania, Francia y España.
En particular, Emmanuel Macron, un habitual de la retórica hiperbólica, ha declarado por segunda vez en menos de tres años que Francia está en guerra. La primera fue durante la primera ola del coronavirus, ante un «enemigo invisible», como entonces afirmó. Este año se trata de una «economía de guerra» para la que Francia se estaría supuestamente preparando.
Claramente, Macron no tiene ni idea de lo que es una economía de guerra de verdad, un estado en el que toda la producción de un país se orienta hacia una finalidad bélica. Esto es, producir un máximo de armamento, municiones y otros bienes necesarios para obtener una victoria militar, al tiempo que se raciona el consumo de los hogares y se restringe la actividad de los sectores económicos no estratégicos.
En realidad, es todo lo contrario a la orientación que el gobierno francés mantiene desde hace meses, con cheques y subvenciones a diestro y siniestro para intentar preservar el poder adquisitivo de la población ante una inflación que no ha parado de crecer.
Mientras los líderes europeos extienden el pánico energético y últimamente también el económico (hasta hace poco todo iba fantásticamente bien), la guinda sobre la tarta es que, según afirman, el único culpable de la situación actual es Vladimir Putin, que estaría sometiendo a Europa a un chantaje energético.
Curiosamente, Europa tiene el deber moral de imponer sanciones económicas contra Moscú, pero cuando los rusos se vuelven, sus sanciones son “un chantaje”
Curiosamente, pues, Europa tiene el deber moral de imponer sanciones económicas contra Moscú, pero cuando los rusos se vuelven, sus sanciones son “un chantaje”. Menos mal que tenemos en las riendas a la Comisión Europea “más geopolítica de la historia”.
En medio de los discursos moralizadores y las decisiones erráticas, el único gobierno europeo que mantiene una postura coherente y toma decisiones con una visión estratégica, de largo plazo, parece ser la Hungría de Viktor Orbán.
Desde el primer momento de la invasión rusa de Ucrania, Hungría ha mantenido una política de acogida de refugiados, un discurso muy prudente hacia Rusia, medidas eficaces de protección de sus ciudadanos frente al incremento de los precios de la energía y sobre todo, la vista puesta en los intereses estratégicos del país.
Desgraciadamente para Europa, Viktor Orbán es el paria de la progresía que impera en Bruselas y en la mayor parte de cancillerías europeas, y poco caso se le hará.