El denominador común de las tres cumbres (UE, G-7 y OTAN) ha sido la reacción contra la invasión rusa de Ucrania.
La primera en el tiempo ha sido la de la UE, celebrada en Bruselas los días 23 y 24 de junio. Ha tenido dos consecuencias importantes: otorgamiento en Ucrania del estatuto de país candidato a la adhesión de la UE, junto con Moldavia, y fuerte aumento de sanciones contra Rusia.
«El Consejo Europeo ha decidido conceder a Ucrania y la República de Moldavia el estatus de país candidato» e «invita a la Comisión Europea a informar al Consejo del cumplimiento de las condiciones especificadas en la evaluación de sus solicitudes», dicen las conclusiones de la cumbre.
“Es un momento histórico”, declaró el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, poco antes de conectarse por videoconferencia con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski para transmitirle de viva voz la decisión.
Sin embargo, el camino de la adhesión puede ser largo. Turquía adquirió el título de candidato en 1999 y su situación no ha mejorado mucho, quizá incluso empeorado, en los últimos 23 años. Por su parte, los estados balcánicos candidatos (Albania, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia) han mostrado su preocupación ante la lentitud del proceso de adhesión y el mantenimiento de vetos de determinados países miembros, como Bulgaria. Albania es candidata desde 2014 y Macedonia del Norte desde 2005.
La segunda cumbre, la del G-7, se celebró los días 26, 27 y 28 de junio en una pequeña localidad de los Alpes bávaros, bajo presidencia alemana. Lejos quedaban los años en que el G-7 era el G-8, con Rusia como estado miembro, pero la deriva de Putin contraria al derecho internacional, con la guerra de Georgia y más tarde la toma de Crimea, supuso la expulsión de Rusia del G-8, que el Kremlin disimiló marchando antes. Igualmente, hizo con el Consejo de Europa: marcharse de Estrasburgo antes de que fuera expulsada.
Xi Jinping y Putin acusaron de malévolos al Occidente democrático, la OTAN y la UE, denunciando las «intenciones occidentales de imponer universalmente y de forma unilateral sus reglas del juego»
Los días anteriores de la reunión del G-7, China y Rusia mantuvieron una reunión por videoconferencia con los países miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), durante la cual los líderes Xi Jinping y Putin acusaron de malévolos al Occidente democrático, la OTAN y la UE, denunciando las «intenciones occidentales de imponer universalmente y de forma unilateral sus reglas del juego» (democracia y derechos humanos). El tiro les salió por la culata, pues dos de los tres miembros del grupo BRICS -India y Sudáfrica- aceptaron la invitación de asistir a la reunión del G-7 en Alemania, junto a otros países invitados como Argentina y Senegal. Casi la mitad del llamado «sur global», con 3.300 millones de habitantes, que Pekín y Moscú consideran territorio aliado o cercano por haberse abstenido mayoritariamente en la votación de la ONU sobre la invasión rusa de Ucrania, aceptaron la invitación del G-7. India tiene unos 1.400 millones de habitantes y Sudáfrica unos 70.
Los miembros del G-7 analizaron el contexto actual de la guerra de Ucrania con preocupación: Rusia gana terreno en el este y sur del país; Occidente comprueba cómo la guerra y las sanciones disparan los precios de la energía, provocan inflación y golpean a los consumidores; Rusia se sobrepone a los daños infligidos por las sanciones a través de la red global de compradores («sur global») que le permite obtener grandes ingresos y minimizar el impacto de las sanciones.
A la vista de esta situación, el G-7 tomó un conjunto de decisiones de cara a reforzar y afinar su acción para apoyar a Ucrania y frenar las pretensiones de Rusia: perfeccionar la forma de golpear las exportaciones de combustibles fósiles rusos; establecer un veto en el oro ruso; estudiar una posible prohibición integral de los servicios de transporte marítimo de petróleo crudo y productos derivados del petróleo rusos a nivel mundial; entregar a Kiev armamento cada vez de mayor alcance.
La reunión acabó con una ratificación de apoyo contundente en Ucrania y de voluntad de aislar a Rusia, sobre todo por la vía económica. Se estudió el impacto de la guerra de Ucrania sobre la economía mundial y el riesgo de hambruna por el bloqueo ruso del cereal ucraniano, que podría afectar a 300 millones de personas. También se acordó celebrar una conferencia internacional y lanzar un plan de reconstrucción del país a coordinar y aplicar por Kiev.
El canciller alemán, Olaf Scholz, declaró en la rueda de prensa final: “Después del inicio de la invasión de Ucrania el 24 de febrero, no hay camino de regreso para Rusia. Rusia no puede ni debe ganar, las sanciones continuarán todo el tiempo que sea necesario“. Insistió en la necesidad de un Plan Marshall para reconstruir Ucrania, y alertar de que no parecía probable que la guerra acabara antes del invierno.
La reunión del G-7 fue la antesala de la tercera cumbre, la de la OTAN en Madrid. La semana anterior al inicio de esta última, se celebró en Toledo un Seminario Internacional sobre Seguridad y Defensa, con participación de expertos que reflexionaron sobre la nueva estrategia de la OTAN que se adoptaría en Madrid. En este marco, Javier Solana declaró que no creía que el mundo sea mejor «si lo dividimos en bloques enfrentados, que es precisamente lo que se conseguiría con una OTAN plus o global». Su opinión contrastaba radicalmente con la del eurodiputado y ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt, quien había declarado unos días antes en Bruselas que “la OTAN debe transformarse en una alianza mundial de las democracias liberales; ya abandonamos Hong Kong a su suerte y pronto abandonaremos Taiwán“.
“una alianza de las democracias contra las tiranías no funcionará porque es demasiado simple para un mundo demasiado complejo”
Pascal Boniface, fundador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de Francia, alertó del riesgo de que la OTAN, alentada por Estados Unidos, se convirtiera en una organización antirusa y antichina. Opinaba que “una alianza de las democracias contra las tiranías no funcionará porque es demasiado simple para un mundo demasiado complejo”. Para empezar, “dificultaría mucho la relación de los aliados con los países de África, Asia y América Latina que no ven al mundo como una confrontación entre buenos y malos; estos países no consideran que China y Rusia sean enemigos o rivales, y no quieren elegir entre ellos y Occidente“. “Una OTAN global podría provocar el desacoplamiento de China con Occidente, dos esferas económicas que se retroalimentan. Su sintonía y beneficio mutuo mueven al mundo. Sin la colaboración de China no se pueden afrontarse retos globales como las pandemias o la crisis climática”.
«El desacoplamiento (decoupling) de China sería efectivamente terrible» reconoció Solana. «La UE siempre ha buscado el compromiso (engagement) de China, y la considera un socio comercial imprescindible». Boniface añadió que podría provocar un choque de civilizaciones; China no es una amenaza militar estratégica; no veremos al ejército chino desfilando por París, pero si señalamos a China como amenaza militar la acabaremos convirtiendo en una amenaza militar“.
“la amenaza de Putin se gestionó de tal modo que no se dejó salida a nadie”
El general Félix Sanz Roldán, ex jefe del Estado Mayor y del CNI, temía que a los aliados se les fuera la mano en el comunicado final de la cumbre de Madrid. Temía que ahora subir el tono de alarma implicara el riesgo de no tener después la solución para apagarla. Es lo que, a su juicio, ocurrió en las semanas anteriores a la invasión de Ucrania: “la amenaza de Putin se gestionó de tal modo que no se dejó salida a nadie”.
Se comentó en Toledo que hace tiempo que los estrategas de la Alianza, sobre todo en Washington, estudian la opción de una OTAN plus, es decir, capaz de trabajar con países que no sean miembros. Por ejemplo, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Todos ellos han sido invitados en la cumbre de Madrid. Ucrania también sería uno de esos aliados desde fuera.
“A Europa no le interesa un mundo bipolar, dividido entre la OTAN, por un lado, y China y Rusia, por otro”, afirmó el general José Enrique de Ayala, ex jefe del Estado Mayor del Eurocorps, cuyo embrión un día podría ser una fuerza armada conjunta, ubicada en Estrasburgo, creada por Francia y Alemania. Alertó de que ese reparto condenaba a Europa a ser rehén de los intereses de Estados Unidos. «Mientras los intereses coincidan todo irá bien, pero de lo contrario, el Pentágono impondrá los suyos». Sanz Roldán puso el ejemplo de la caótica salida de Estados Unidos de Afganistán el pasado agosto. “A pesar de que las tropas estadounidenses participaban en una misión de la OTAN, Washington decidió unilateralmente cómo y cuándo salir. El golpe a su prestigio y al de toda la alianza fue enorme”.
Los países europeos no tienen la capacidad de oponerse a la voluntad de Estados Unidos. Les falta la unidad y la fuerza necesaria
La OTAN, se comentó, es una organización desigual. Los países europeos no tienen la capacidad de oponerse a la voluntad de Estados Unidos. Les falta la unidad y la fuerza necesaria. La autonomía estratégica de la UE, de la que tanto se habla desde la invasión rusa de Ucrania, es una vieja aspiración jamás realizada por falta de voluntad política. Y es que la autonomía estratégica, como apuntó el general Ayala, “requiere una política exterior común, y eso es muy difícil de conseguir, porque la percepción de riesgos es muy distinta entre los socios de la UE”. Por ejemplo, la percepción de los países bálticos o de Polonia comparada con otros es muy diferente. La proximidad de Rusia impone.
El Seminario concluyó con las siguientes reflexiones. La OTAN, a instancia de Estados Unidos, propone contener y disuadir a Rusia con una carrera de armamentos. Así ganó la Guerra Fría y así cree que volverá a vencer. Sin embargo, no todos los socios europeos están de acuerdo. Italia, Francia y Alemania hablan de ayudar a Ucrania, pero no de derrotar a Rusia. La diferencia es sutil y abismal a la vez, y los aliados tendrán que afrontarla. De ahí la importancia de la cumbre de Madrid de este año. Los aliados deberían mirar a Rusia más allá de Putin. Si no lo hacen, la Alianza Atlántica no será un instrumento de paz en Europa.
La tercera cumbre, la de la OTAN, la más determinante, ha tenido lugar en Madrid los días 28, 29 y 30 de junio.
El mismo día 28, antes de que empezaran las tareas plenarias, se produjo una gran noticia: Turquía levantaba el veto en la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN. Putin había invadido Ucrania argumentando que la OTAN se había expandido excesivamente hacia el este, y pronto se encontraría con que, con la entrada de Finlandia a la Alianza Atlántica, tendría que compartir con la OTAN una frontera directa de más de 1.300 kilómetros.
La OTAN hará el mayor despliegue de tropas hacia el este desde la Guerra Fría
En la segunda jornada de la cumbre se aprobó el nuevo Concepto Estratégico u hoja de ruta para los próximos diez años de la OTAN. Un documento considerado histórico. Por primera vez desde la Guerra Fría se señalaba a Rusia como «amenaza directa» para la seguridad transatlántica. «No podemos descartar la posibilidad de un ataque contra la soberanía e integridad territoriales de los aliados». La respuesta de los aliados a este nuevo contexto de agresión rusa en Ucrania será movilizar a más tropas y más armas a su flanco este. La OTAN hará el mayor despliegue de tropas hacia el este desde la Guerra Fría, unos 300.000 efectivos, más allá de los 40.000 actuales.
En el Concepto Estratégico de 2010, la zona atlántica se declaraba en paz y Rusia era todavía un socio estratégico, aunque ya conflictivo porque había invadido Georgia en 2008, pero con una relación institucional importante con la OTAN, asistiendo a comités y reuniones con frecuencia. De socio ha pasado a ser «una amenaza» y «un agresor».
China ni aparecía en el Concepto Estratégico de 2010. La nueva hoja de ruta evoca sin tapujos, sobre todo a instancia de Estados Unidos, el “desafío estratégico que China plantea para los intereses y los valores de la OTAN“. «China plantea desafíos a los que hay que dar una respuesta». La Alianza acusa abiertamente a China de “intentar subvertir el orden internacional basado en normas, incluso en los ámbitos espacial, cibernético y marítimo”. «China no es nuestro adversario», pero «nos plantea serios retos», puntualizó el secretario general de la OTAN, el noruego Stoltenberg.
El nuevo Concepto Estratégico anuncia una nueva era en la seguridad transatlántica marcada por las acciones de “actores autoritarios que desafían los intereses, valores y el modo de vida democrático” de la OTAN, con acciones que incluyen desde ataques híbridos hasta coerción económica, la instrumentalización de la inmigración o la manipulación del mercado de la energía. Se habla de la complicidad exhibida por Pekín y Moscú en los últimos meses, especialmente desde su Declaración Conjunta del 4 de febrero, firmada en Pekín, en la que se declara que la relación y cooperación entre ambos países es “sin límites”.
Por primera vez, a instancia principal de Italia y España, el nuevo Concepto Estratégico sitúa en su radar el flanco sur de la OTAN, un vasto territorio del que pueden llegar desafíos específicos como el terrorismo o los estados fallidos, pero que también es terreno de juego para la influencia china y rusa. “Los conflictos, la fragilidad e inestabilidad de África y Oriente Medio afectan directamente a nuestra seguridad y la de nuestros socios. El vecindario sur de la OTAN, en particular Oriente Medio, el norte de África y las regiones del Sahel afrontan desafíos económicos, políticos y de seguridad”, afirma la nueva hoja de ruta. Por otra parte, la OTAN se ha comprometido a defender, como siempre, «cada centímetro» del territorio de cada uno de sus socios.
La cumbre se clausuró el 30 de junio. Los asistentes consideraron que se habían alcanzado metas históricas. El secretario general, en su discurso final, pidió a Rusia que detuviera la guerra de Ucrania.
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