Sin ningún pudor, muchos medios de comunicación se han apuntado a la moda de anunciar el “riesgo” de que esteroides pongan en peligro la Tierra al chocar contra ella. Sin duda existe el oportunismo de aprovechar el éxito de la película de Netflix “No mires arriba” que narra con un tono tragicómico el fin del mundo, precisamente por un impacto de esta naturaleza y la irresponsabilidad de los políticos y de los medios de comunicación.
Pero irresponsabilidades también pueden haberlas en sentido opuesto, al presentar como riesgos reales los que no lo son, en los titulares, en la forma de tocar la información, aunque después leemos con detenimiento la letra pequeña y los datos nos constaten que no existe peligro.
Es lo que ocurre ahora mismo con el asteroide 7482 (1994PCU) que forma parte del listado que la NASA mantiene continuamente actualizado del “Centro por el estudio de objetos cercanos a la Tierra”. De acuerdo con esta información, presentan el escenario de este asteroide con titulares como el siguiente: “Un asteroide 5 veces mayor que la Sagrada Familia amenaza la Tierra”. Éste, por ejemplo, era el titular de un diario deportivo de Barcelona, el Sport. Y esto se produciría el próximo 18 de enero. Hay que decir, sin embargo, que esta «proximidad» es de 1,93 millones de kilómetros de distancia.
Para hacernos una idea, la Luna está a 384.400 kilómetros, es decir 6 veces más cerca, y Marte que le vemos bastante lejos, tiene un perihelio de 1,47 millones de kilómetros. O sea, que el peligroso asteroide va a pasar más lejos que la distancia sumada que nos separa de Marte y la Luna. Se puede hablar de proximidad, es bueno realizar el seguimiento, pero en cualquier caso es una exageración presentarlo como una amenaza.
Algo parecido, pero por una razón distinta, ocurre con el asteroide, que éste sí que impactará previsiblemente en la atmósfera del 16 de mayo, pero aquí la cuestión radica en la pequeña dimensión, que hará que cuando impacte se fragmente, en parte destruido por el calor, y los resultados en forma de cuerpos que puedan caer sobre la tierra difícilmente puedan provocar ninguna catástrofe significativa.
De hecho, el 15 de febrero de 2013 ya se produjo en Cheliábinsk un impacto de un bólido de este tipo en Rusia. Concretamente en la zona de los Urales. Que no provocó ni siquiera un cráter, pero sí que generó una onda sónica importante. En ese caso la mayor parte de la energía se liberó entre los 5 y 15 kilómetros de altura. Normalmente, lo hacen a una altura mayor, 30 -50 kilómetros. En la tierra impactan cada año meteoritos de pequeña dimensión de los que ni siquiera nos enteremos porque se difuminan en la atmósfera. El reciente y más importante en este sentido se produjo en el caso del bólido de Tunguska también en Rusia en 1908. En este caso sí que provocó un fuerte impacto que arrasó un área de 2.150 km² de bosque. Es el caso más importante registrado hasta el momento, pero su dimensión poco tiene que ver con el que nos va a visitar el mes de mayo.
Las informaciones sobre el fin del mundo son siempre una fuente de visitas importantes para los medios de comunicación, pero este hecho de interés comercial no debería desvirtuar la ética periodística de titular y situar las cosas en su justo contexto.