La obesidad se vincula, de forma general, a los malos hábitos alimenticios y en la disponibilidad de alimentos altamente calóricos y agradables al paladar. Pero un estudio liderado por investigadores de la Unidad de Investigación en Resonancia Magnética del Servicio de Radiología del Hospital del Mar y del Instituto de Salud Global de Barcelona ( ISGlobal ), centro impulsado por la Fundación «la Caixa», acaba de revelar que hay más elementos implicados. En concreto, y gracias a imágenes obtenidas con resonancia magnética funcional, han visto que hay determinadas zonas del cerebro de los niños obesos que presentan alteraciones si se comparan con niños y niñas de la misma edad con peso normal o sobrepeso. Los resultados del estudio los publica la revista Cerebral Cortex.
«La obesidad en general y, en particular, la infantil, se enfoca como un mal hábito y se señala determinados alimentos como responsables, pero no es del todo así» , explica el Dr. Jesús Pujol, autor del estudio y responsable de la Unidad de Investigación en Resonancia Magnética. El estudio ha permitido detectar «un salto cualitativo en los niños y niñas, que va de un mal hábito en el caso del sobrepeso, a una ‘enfermedad’ cerebral en forma de alteración funcional cuando el sobrepeso pasa a ser obesidad. Es claramente una obsesión por la comida» , apunta.
Un cerebro diferente del de los niños con peso normal y sobrepeso
Los investigadores han podido certificar que el cerebro de los niños que padecen obesidad presenta rasgos diferentes respecto a los que tienen peso normal o sobrepeso. Analizando imágenes del cerebro de 230 criaturas de entre 8 y 12 años (voluntarios del estudio BREATE liderado por ISGlobal) con técnicas de análisis desarrolladas por el equipo del Hospital del Mar, han visto que hay dos zonas que tienen alteraciones y se encuentran hiperexcitadas. Se trata de la corteza orbitofrontal y la amígdala, los centros que regulan las sensaciones de recompensa y de castigo y su relación con la parte del cerebro que regula las necesidades básicas, como la comida y las emociones, y la corteza somatosensorial, donde el cerebro representa la imagen de nuestro propio cuerpo. Es la primera vez que se hace un estudio de este tipo en menores de edad y se documentan estas alteraciones en niños y niñas que padecen obesidad.
Los investigadores han podido certificar que el cerebro de los niños que padecen obesidad presenta rasgos diferentes respecto a los que tienen peso normal o sobrepeso
Estas alteraciones son iguales a las de las personas que padecen un trastorno obsesivo compulsivo y a aquellas que tienen la enfermedad de Prader-Willi, de origen genético, que produce un trastorno obsesivo y deriva en obesidad. «El niño obeso es un niño que sufre mucho su problema y sufre la idea obsesiva acerca de la comida, y la comida no lo tranquiliza, no disfruta, sólo le quita la ansiedad de forma parcial» , explica Laura Blanco -Hinojo, investigadora de la Unidad de Investigación en Resonancia Magnética y firmante del estudio. Es decir, la obsesión por comer invade la mente de la persona, lo que es vivido de forma negativa, con sufrimiento, un hecho que no pasa con los niños con peso normal o sobrepeso.