Colau y las supermanzanas. Ni sus aliados la siguen

En una entrevista en La Vanguardia este pasado domingo, Ada Colau sigue insistiendo en sus temas, en los que cada vez está más sola. Defensa la reducción del vehículo privado sea como sea bajo el argumento de que no puede ser que el coche ocupe el 60% del espacio público y represente sólo un 20% de los desplazamientos. Lo que no dice es que no todos los desplazamientos son iguales, ni en tiempo, ni en distancia, ni en número de personas desplazadas. Es una simplificación demagógica que llevaría a que el peatón, aplicando la misma lógica, ocupara no las aceras sino la mayor parte de las calzadas porque es a pie como se llevan a cabo la mayoría de desplazamientos.

En contrapartida, las bicicletas, tan favorecidas por Ada Colau, deberían ver reducido su actual espacio porque su presencia, entre el 2 y el 3% de los desplazamientos, es muy escasa. Detrás de estas consideraciones, existe la voluntad de reducir en una tercera parte el número de vehículos que circulan utilizando como argumento la contaminación, mientras continúa sin atacar los focos principales que la ocasionan.

Sigue enarbolando el modelo de las supermanzanas, y considera que Barcelona es un ejemplo y pone como modelo de éxito el de Sant Antoni, pero no menciona para nada la primera supermanzana real que fue en San Andrés y que se ha saldado con un gran fracaso. Pero la oposición a las supermanzanas está tan generalizada que el propio PSC, en un documento del partido, las destroza. Empieza por afirmar que si se consiguiera reducir de manera viable el tráfico general de la ciudad en la medida necesaria para alcanzar las supermanzanas del Eixample, ya sería innecesaria esta solución porque sería mucho mejor mantener la actual estructura homogénea de calles con más carriles para el transporte público y con unas aceras que se podrían duplicar. En otras palabras, la clave está en el hecho de que el tráfico privado desaparezca sin que ello ocasione el colapso económico de Barcelona. Pero este objetivo es inviable en un horizonte temporal visible.

Lo que sí es factible es aprovechar todos los procesos tecnológicos que afectarán al transporte, tanto en su dimensión pública como en la reducción del impacto ambiental. Descalifica las supermanzanas como una » ensoñación ruralizada» y cuestiona, por razones evidentes, que los vecinos puedan satisfacer sus necesidades cotidianas en el interior de las supermanzanas o en un entorno próximo. Primero, porque hay actividades económicas y servicios que requieren una determinada centralidad para que sean viables, por el tipo de demanda a la que sirven. Por la otra, para que los desplazamientos hogar-trabajo ya alteran por sí solos todo criterio de proximidad.

El documento socialista recuerda que en realidad lo que ahora es la bandera de Colau son proyectos viejos que ya existían mucho antes de su llegada. Porque el concepto de supermanzana hace décadas que está flotando en el ámbito teórico del urbanismo de la ciudad, sin que nunca se haya podido aplicar, precisamente por el impacto que ocasiona el destruir la trama del Eixample y reducir el actividad económica. Sí que son posibles supermanzanas en ámbitos muy concretos y específicos. Es el caso del mercado de Sant Antoni, que ya estaba prevista en los planteamientos municipales de los años ochenta, o sea que Colau hace suyo un viejo proyecto de carácter singular y a partir de él intenta razonar que es extrapolable al conjunto del Eixample.

Su visión es tan absurda que insiste con el tranvía, ahora en el tramo Glòries-Verdaguer, y lo sitúa en el ámbito de las soluciones al transporte a escala metropolitana. Es evidente que con ambiciones tan deformadas como las que manifiesta Colau, Barcelona difícilmente puede salir de la decadencia en la que está instalada.

Mientras tanto, los problemas del día a día crecen y se acumulan. Barcelona se ha convertido en la ciudad española, en la que se practican con la mayor impunidad, botellones masivos que reúnen miles y miles de personas, a pesar de que la pandemia sigue presente y aunque el resultado sea más suciedad y deterioro de la espacio público.

Pero es que son las mismas medidas municipales las que contribuyen a esta degradación, como sucede en el casco antiguo de Sant Andreu donde la implantación de un nuevo servicio de recogida de basuras domiciliarias ha comportado la revuelta de los vecinos y que el barrio aparezca lleno de bolsas de basura sin recoger. Porque este sistema es muy restrictivo, con un horario de sólo dos horas, de 20 a 22h., Restringe la recogida según el tipo de residuo a unos días determinados de la semana, y si el vecino se equivoca o tiene necesidad de deshacerse de alguna bolsa, los servicios no la recogen si no corresponde al residuo del día de la semana tasado. Es una manifestación más de que después de tantos años en el Ayuntamiento, sus equipos todavía son incapaces de gestionar el día a día.

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