Una de las actuales consecuencias de la política municipal sobre la circulación es el crecimiento del coste de congestión, que es aquel que determina el funcionamiento de circular por la ciudad. Es un coste que repercute sobre la competitividad empresarial, el comercio y las economías familiares en términos de costes directos, derivados de mayor tiempo y combustible utilizado, y también costes indirectos, porque lo que hacen es aumentar la contaminación.
Cuando el gobierno municipal utiliza los 1.000 muertos por contaminación atmosférica de Barcelona contra el coche, lo hace de una manera deliberadamente engañosa, porque no es el número de vehículos lo que determina la emisión, sino la cantidad de contaminantes emitidos a la atmósfera. Y éstos están en función de la tipología de los vehículos y eficiencia de la combustión, y el tiempo que el vehículo está funcionando. Un automóvil que haga 2 o 4 desplazamientos al día de 20 minutos tiene un impacto entre 8 y 10 veces inferior al de un solo taxi circulando en su jornada laboral. De ahí que la mejor medida para reducir de forma significativa la contaminación sería incentivar el paso de todos los vehículos de servicio público de Barcelona al modo híbrido o eléctrico,porque cada uno de estos vehículos representa un impacto que multiplica por 8 o por 10 lo que produce un automóvil privado. Lo mismo se podría decir en relación a los vehículos de transportes de mercancías por la ciudad. De hecho entre unos y otros significan 1/3 de la contaminación de Barcelona. La congestión del tráfico lo que hace es hacer crecer la contaminación, no reducirla.
En lugar de actuar por esta vía, lo que ha hecho Ada Colau es poner dificultades crecientes al vehículo privado. Y esto lo hace en tiempos de pandemia cuando por razones de seguridad es razonable que no haya aglomeraciones en el transporte público; en otras palabras, que los usuarios de este transporte se hayan pasado al coche contribuye a mejorar las condiciones de seguridad para evitar contagios, dado que el servicio público no es capaz de llevar la oferta necesaria para que en horas punta se puedan utilizar en buenas condiciones. Colau ha limitado carriles en las calles del Ensanche, Ha cortado casi el tráfico en la Diagonal por los dos extremos: uno para obras del colector para poder realizar el tranvía, que durarán cerca de un año, y por el lado del Llobregat reduciéndola sólo a dos carriles para establecer un segundo carril bus que la mayor parte del tiempo está absolutamente vacío. Asimismo, la calle Aragón ve perder uno de sus carriles a favor de la bicicleta.
Todo ello hace crecer la congestión y además desincentiva el venir a Barcelona cuando precisamente la ciudad necesita más visitantes, y castiga a los residentes con unos costes de congestión más grandes.
Hay muchas otras teclas que el ayuntamiento no toca: una de ellas sería incrementar el espacio verde, se ha dejado de lado. Entre 2010 y 2019 casi no se han plantado árboles en la calle, sólo poco más de 500 sobre un total de 157.000. Lo mismo podríamos decir de los parques urbanos, que sólo han crecido en 24 hectáreas sobre un total de 559 que había en 2010. Y aún es más pobre el verde urbano, que ha crecido sólo 80 hectáreas sobre las 1.100 que había en 2010. La importancia del arbolado y del verde para la ciudad es determinante porque purifica la atmósfera, absorbe CO2 y partículas contaminantes. Ahora, el Ayuntamiento nos habla de futuro como siempre con grandes vías verdes, pero la realidad es que hasta ahora no ha hecho prácticamente nada.
Mientras la congestión crece, el comercio la disfruta y Barcelona es un malvivir.