Atribuimos a los partidos políticos una actitud que les impide colaborar entre ellos y convertir el diálogo en una pelea permanente. Esta tesis sería sospechosa de parcialidad en el sentido de que las organizaciones políticas tienden a expresar tanto la coyuntura como el mar de fondo que mueve la sociedad. Si esto fuera así, el mal de la intolerancia no radicaría tanto en los partidos como en la sociedad que los alimenta. Las redes sociales y su griterío descalificador vendrían a confirmar la tesis de que la responsabilidad última radica en la sociedad, pero esta interpretación puede ser considerada insuficiente en el sentido de que sólo una parte minoritaria de la gente se produce de este modo en la red.
Ahora tenemos una confirmación académica más sólida en el estudio del politólogo Oriol Bartomeus El terratrèmol silenciós. La influència del relleu generacional. Este trabajo estudia la evolución de la opinión en una larga serie de encuestas del CEO, el CIS y el ICPS, y utiliza una metodología interesante. Valora la evolución de la cantidad de opiniones que otorgan un «0» a partidos, instituciones y personas. Como es sabido, normalmente en las encuestas hay valoraciones de este tipo que piden al entrevistado que califique con una nota normalmente de 0 a 10, siendo el «0» la descalificación total y el «10» la máxima. La hipótesis demostrada de Bartomeus es que el aumento del número de calificaciones «0», aquellos que consideran que lo que valoran, institución o persona, no vale absolutamente nada, es un signo de intolerancia.
Su tesis se ve claramente refrendada. De 1991 a esta parte ha habido una clara valoración al alza del número de personas que califican con «0» con un salto en cuanto a la valoración de las instituciones, gobiernos central, autonómico o local, justicia, policía, iglesia católica, bancos, etc. muy importante. Habría, por tanto, una evolución de una parte de un sector no mayoritario, pero sí significativo de la sociedad, a descalificar totalmente a aquella institución en cuestión. Algo similar sucede con los líderes políticos, que a partir de 2004 registran un creciente número de valoraciones «Cero», de tal manera que el porcentaje de electores que suspenden de manera total a los políticos se ha multiplicado por tres desde 2004.
Algo parecido sucede con la respuesta del tipo «no lo votaría nunca», equivalente a calificar con «0». En este caso, desde 2005 también se ha triplicado esta manifestación de rechazo total. En la evolución de la valoración de los gobiernos de la Generalitat, entre 2007 y 2019, la valoración «0» ha crecido el 12,2%, la más grande con diferencia, y las valoraciones 1, 2 y 3, que también son suspenso, han crecido en conjunto también más de 4 puntos porcentuales. En contrapartida, la franja media, la que va de 4 a 8, ha visto reducida la preferencia en casi 21 puntos. También es significativo considerar la valoración de los diferentes presidentes de la Generalitat de acuerdo con los sondeos anuales del ICPS. En el resultado se constata que desde el 2011 los presidentes reciben las peores notas. Se trata concretamente de Artur Mas, Carles Puigdemont y Joaquim Torra. Contemplado desde 1991 hasta ahora, la diferencia de valoración que recibe Jordi Pujol de todos los demás es astronómica. Pujol se situaba en una quinta parte de los entrevistados en una valoración en torno a «8», una cifra muy alta, y también alcanzaba entre el 63% de las entrevistas un valor entre 5 y 8. La valoración «0» se situaba sólo entre el 5 y el 8% de los entrevistados, la mejor de todos los presidentes. Estos datos pueden confirmar tres cosas:
- Una mayor beligerancia de una parte de la sociedad, una mayor intolerancia hacia los otros, los que no son exactamente como él.
- También puede representar un rechazo a los políticos y la política de los últimos tiempos.
- Incluso puede significar que la población estaba mucho más satisfecha con los políticos del pasado, caso de Jordi Pujol, por ejemplo, que con los actuales.
¿Dónde está la respuesta exacta? En ciencias sociales este hecho no se da. No hay normalmente una solución unívoca, porque la realidad es poliédrica. En este caso, posiblemente la respuesta radique en una combinación de las tres explicaciones. Sea como sea, la intolerancia ha hecho presente entre nosotros.