¿Y si no hay elecciones?

La fecha largamente profetizada del 4 de octubre para realizar las elecciones anticipadas en Cataluña parece claramente descartada. Su indicio más importante es que el proceso congresual de JuntsxCat, ahora como nuevo partido exclusivo de Puigdemont, no finalizará hasta el 3 de octubre, y es Torra el único que tiene capacidad para convocarlas, y parece muy improbable que desmonte el calendario de su predecesor, a quien rinde obediencia.

Pero hay otras personas que puede influir decisivamente sobre la convocatoria. Se trata de los jueces del  Tribunal Supremo, que el 17 de septiembre revisarán la condena que inhabilita a Torra por desobediencia. De ahí que los augures señalen una nueva fecha, el 15 de noviembre, calculada básicamente a partir de que Torra convoque cuando la inhabilitación es una evidencia. Pero la cosa se puede alargar e ir hasta antes de Navidades.

Hasta ahora a Puigdemont le funciona bien el retraso porque recupera distancia respecto a ERC, pero todavía va por detrás. Además les faltan carpetas importantes por cerrar. La de más peso es la resistencia del PDeCAT a disolverse en la nueva formación. Su potencial ha ideo disolviéndose con el paso del tiempo: Los  consejeros presos de esta procedencia se han pasado al expresidente, éste además les ha birlado la titularidad de JxCat y, por si fuera poco, la justicia los acusa como persona jurídica de los delitos de corrupción vinculados a la trama del “3%”. Si a todo esto se le añade la sangría de militantes hacia Puigdemont, su resistencia resulta cada vez más numantina. La presencia en el escenario del nuevo Partit Nacionalista Català, independentista dentro del orden constitucional, complica toda aventura del PDeCAT en solitario. De ahí que con tiempo y presión Puigdemont espere llevarse otra vez el gato al agua.

Una segunda cuestión no resuelta es la de quien encabezara las listas. El ex presidente de la Generalitat amaga, pero no pega, seguramente para verificar si sus expectativas electorales son de éxito o con certeza quedaría en una segunda posición, con lo que pasaría la antorcha a otro para mantener incólume su aureola de triunfador. En cualquier caso, la figura local que les siga, o que encabece la lista, está por decidir.

Y después esta la gran incógnita: ¿cuál será el estado de animo de los catalanes a finales de septiembre? ¿Como afectará a los dos partidos de Gobierno, que no gobiernan ya en términos escandalosos?  ¿Dañará mas a ERC que ha jugado y fracasado en su carta de “partido de gobierno? Lo que puede presentar en sus tres consejerías clave Sanidad, Trabajo y Asistencia Social, y Educación, es más bien un descalabro colosal. Mientras que la Consejera de Justicia, con Aragonés en primer término, abría un conflicto deliberado con la Iglesia a cuenta de las inmatriculaciones, y el propio Aragonés poco puede presentar de éxito negociado con Sánchez. Con este bagaje y si se confirma el empate técnico con JxCat, de prisa electoral a finales de septiembre poca.  Si a ello se le une los interrogantes sobre una segunda oleada de la pandemia, y su gravedad, la fecha electoral este año sigue siendo incierta.

Y aun queda una variable  mucho más improbable, pero no imposible: que las dificultades para aprobar los presupuestos de Sanchez, el riesgo de una fractura en el gobierno con su aliado Iglesias, le lleven a la aventura de convocar elecciones bajo la aureola de los dineros de Europa, presentándose como el único capaz de llevar a buen puerto, si le dan la fuerza suficiente, la difícil situación.

Todo ello conduce a otra posibilidad en Cataluña: que no se adelanten las elecciones. Con Torra inhabilitado, esto significaría que el Parlamento eligiera un nuevo presidente, que necesariamente debería surgir de los diputados de JxCat, la más pequeña de las dificultades, contar con la aprobación de ERC, sin la cual esta solución no es viable, y aun así no bastaría porque debería contar con alguna colaboración por parte de la CUP en términos de voto favorable, o de abstención puesto que en ultimo caso la coalición de gobierno con 66 diputados superaría a todo el resto de la oposición con 65.  Improbable, cierto, pero no imposible.

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