El Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) ha sacado el fusil y ha apuntado de forma clara y decidida al Ayuntamiento de Barcelona porque considera que el plan de obras a 8 años que está previsto creará un grave perjuicio a la ciudad, no tanto por cada una de las obras en sí mismas, sino por el conjunto desordenado y sin planificación que quieren salir adelante.
Por medio de anuncios en toda página, el RACC alerta “Que 8 años de obra no detengan Barcelona” y pide tres cosas muy concretas y realistas. La primera, dar prioridad a las obras de transporte público a fin de mejorar la calidad del aire y la movilidad. La segunda, incrementar la inversión para aumentar la capacidad y servicios disponibles en el territorio metropolitano y también para acortar el plazo de ejecución de las obras. Y finalmente, consensuar y redefinir las demás actuaciones que no son de transporte público y que afectan a la movilidad.
Porque de una forma más encubierta que pública con una especie de gota a gota, lo que pretende el Ayuntamiento es reducir la capacidad de la avenida Meridiana de aquí al 2026, operar en el mismo sentido con la Via Laietana con final de obra en 2025, hacer lo mismo con Pi i Maragall de aquí al 2023 e implantar todos los ejes verdes del Eixample para construir la supermanzana de ahora hasta el 2030. Sólo esta última operación significaría reducir la capacidad de circular vehículos para esta área central de Barcelona en una tercera parte.
La pregunta de cómo se trasladaría ese volumen tan importante de población que no podría circular por las calles y, mejor dicho les sometería a un colapso brutal, no tiene respuesta por parte del Ayuntamiento.
Para terminar de arreglarlo, quiere realizar el tranvía de Glòries a Verdaguer de aquí al 2024, y de ese punto a Francesc Macià en el 2026. Esta segunda operación significaría destruir todo el paseo recuperado por la reforma Trias y que tanto ha significado para la revitalización y mejora ciudadana de este eje básico de la ciudad.
El presidente del RACC, Josep Mateu, en una entrevista en La Vanguardia, afirma claramente que Barcelona no tiene un plan definido y que todo se mueve de acuerdo a prejuicios ideológicos. Señala que 900.000 personas entran y salen todos los días de la ciudad y que este volumen de población no puede ser absorbido por el transporte público. Las obras que quiere sacar adelante Colau tendrían dos graves consecuencias. La primera es que aislarían económicamente Barcelona de su entorno metropolitano, y la segunda que en lugar de mejorar la calidad del aire, ésta empeoraría debido al aumento de la congestión.
De hecho, basta con reflexionar que Colau que habla, y no acaba, de la mejora ambiental de Barcelona, tiene un correlato en las cifras de contaminación absolutamente desastroso, porque después de tantos años de gobierno y pese al paro de la covid y la ZBE, la calidad atmosférica de Barcelona no es hoy mejor de la que había al inicio de su mandato. Sólo hace falta tener presente el siguiente hecho. La reforma de la Vía Laietana, que significará invalidarla como eje de desplazamientos norte-sur para los vehículos privados, forzará a que los desplazamientos en este sentido se lleven a cabo por dos ejes tan distantes como pueden ser el Paral·lel y Marina. En definitiva, la consecuencia será aumentar la congestión de estos viales y aumentar los kilómetros de recorrido mar-montaña y en consecuencia hacer crecer la contaminación.
Hay que decir que en todo esto una responsabilidad muy grande es del PSC que es el colaborador necesario para que todo ese desorden se produzca. Y lo cierto es que esto no tiene solución, salvo si en las próximas elecciones ni Colau ni socialistas pueden formar gobierno.
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