¿Vive Barcelona una crisis de su comercio?

Nadie lo diría. Barcelona es un emporio comercial y sólo hay que ver el coste del alquiler de algunas calles centrales como el Portal de l’Àngel y el Paseo de Gracia para constatarlo. Dicho esto, hay que hacer tres consideraciones muy concretas.

La primera, que es la que estimula el interrogante. En Barcelona uno de cada cuatro locales comerciales está cerrado. Este hecho significa que fuera de ejes muy concretos, la vida comercial en Barcelona no es tan fácil como la abundancia de turismo puede hacer pensar. Más aún, en otras épocas en las que la base económica de la ciudad era menos exportadora (entendido el concepto exportador en este caso como el de aquellas actividades que son consumidas por una demanda que no vive en la ciudad), un indicador de este tipo anunciaba una crisis de la actividad económica. Constituía un indicador primario avanzado. Posiblemente hoy esta evidencia empírica del pasado ya no sea tan precisa, pero en todo caso tantos locales vacíos deberían ser un motivo de alerta.

Una segunda consideración es que el pequeño y mediano comercio tiene una dura competencia con la venta por Internet, que además crece en la medida que los nativos digitales van desplazando al consumidor habitual. Tiene su lógica, pero el resultado puede llegar a ser aterrador para una ciudad. ¿Qué joven va a una zapatería a comprarse unos mocasines burdeos, que le podrán costar como mínimo 50 o 60 €, si los puede encontrar por 10 € en Amazon? Este es un factor que sólo se percibe por la consecuencia última y cuando ya es demasiado tarde, cuando el comercio en cuestión cierra.

Y aún quedaría una tercera consideración bien conocida, que es que el comercio de Barcelona que no está situado en los ejes comerciales tiene dificultades para llegar a fin de mes.

Este es un tema económico, pero también urbanístico y de vida en la ciudad. Si el pequeño comercio va desapareciendo de los barrios, la ciudad irá adquiriendo tintes fantasmagóricos.

Y a todo ello hay que añadir un elemento de última hora, el declive del turismo de Barcelona debido al coronavirus. El daño podría llegar a ser importante, porque afectaría sobre todo en el área más fuerte comercialmente, la frecuentada por los turistas.

Todo ello es demasiado decisivo para la ciudad y para Cataluña como para que el Ayuntamiento lo ignore, como está sucediendo, y que la Generalitat ni siquiera piense en ello.

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