Publicado en La Vanguardia, 16-9-20

Muchas voces reclaman: ¡unidad! Sí, es necesaria. Pero ¿sobre qué? ¿Sobre los presupuestos? El Gobierno no ha dado una sola cifra. ¿Sobre el programa económico de reconstrucción? ¿Qué programa? ¿Acaso sobre cómo salir del escándalo de ser el peor país de Europa en estragos de la Covid-19? Los científicos aún esperan alguna respuesta sobre la necesidad de una auditoría independiente que explique tanta anomalía.

En estas condiciones, clamar por la unidad sin más significa aclamar la unidad en torno al César por el hecho de serlo, aunque el nuestro no ha conquistado la Galia, y se bate por segunda vez en retirada ante la nueva oleada del bicho . Para construir la unidad es necesario forjarla sobre propuestas concretas. Así se fraguó la referencia histórica de los pactos de la Moncloa. No empezaron con un Suárez clamando unidad, sino con políticos trabajando una propuesta en la discreción de un despacho.

Porque hay que recordar dos evidencias. La primera, la de que el presidente Sánchez y su Gobierno no son garantía de nada, vista su incapacidad reiterada para encauzar el problema cero: la pandemia. Hoy España es literalmente una apestada en Europa. Su incapacidad ha destruido no solo la economía y muchas vidas, sino el prestigio de un país que vivía en gran medida del turismo.

El estudio de la Universidad de Cambridge sobre la primera oleada basado en cinco indicadores básicos, entre ellos la capacidad de gestión, concluyó que España fue el peor país, no ya de Europa, sino de la OCDE. También donde más ha caído el PIB el segundo trimestre junto con el Reino Unido; el 18,5% y el 20,4%, respectivamente, según Eurostat.

En esta segunda oleada España vuelve a ser el peor país de Europa. Su índice de incidencia acumulado por 100.000 habitantes supera los 230 casos, cuando a partir de 50 la cosa anda mal, y a finales de junio estábamos en solo 14. Ahora la OCDE, en su índice compuesto de indicadores líderes que anticipan el futuro, presenta a España con los peores datos de Europa.

La primera oleada fue una sorpresa , y la segunda también lo ha sido a juzgar por cómo comienza el curso escolar, y el caos universitario. Tenemos un Gobierno de sorprendidos. Y en el trasfondo, muchas muertes. 47.000 como orden de magnitud y decenas de miles de personas que han salvado la vida pero que están atrapadas por las secuelas graves de la enfermedad, sin ningún plan específico para ayudarlas. No, no se puede confiar en este Gobierno. La responsabilidad no es solo suya, pero sí es suya la primera y principal responsabilidad.

Y todo esto nos conduce a otra evidencia funesta: las administraciones públicas no funcionan, y con ellas la justicia, los ERTE, la renta básica, las ayudas a los autónomos, y un largo suma y sigue. Y esta misma administración será la responsable de gestionar proyectos por valor de 140.000 millones de euros de los fondos europeos, que tendrán como máximo responsable ejecutivo, y según sus propias palabras, al propio Sánchez, y a su hacedor de imagen, Iván Redondo. ¡Qué inmensa irresponsabilidad!

La segunda dificultad sobre la unidad surge del hecho de que no solo de pan vive el hombre. Por ejemplo, se tramita en el Congreso una propuesta de ley para legalizar la eutanasia, al tiempo que se rechaza una ley sobre cuidados paliativos. Aprobar una norma de esta naturaleza excepcional sobre la vida humana, que cuenta con tan escasos precedentes en el mundo, no es trivial. Para muchos es una condición para la unidad, como forma parte de ella una ley de educación consensuada, en vez de una ley de parte, como impulsa el Gobierno Sánchez en la sede parlamentaria. No amenazar a los padres con la Fiscalía, y atender de una vez por todas el clamor contra la ocupación de viviendas por parte de las mafias, también es atender la unidad. Y también pertenece a ella una respuesta concreta al problema de Catalunya. Se aprovechan del maximalismo de este independentismo que dispara a los pies y manos de Catalunya para no proponer nada.

Unidad, claro que sí, y concordia política. Y bien común, pero sobre un quehacer concreto, como lo son estos seis puntos: 1) Nada de leyes divisivas sobre cuestiones vitales esta legislatura. Solo legislación de común denominador, como los cuidados paliativos, y la revisión de la ley de dependencia para evitar el desastre acaecido sobre la gente mayor, fruto del olvido y la pobreza de medios. También normas consensuadas; la de educación si ello es posible. 2) Una auditoría técnica que identifique los errores y proponga medidas para obtener un buen control de la Covid-19. 3) Las líneas maestras de los presupuestos y sus grandes cifras. 4) Un acuerdo a largo plazo para, una vez superada la crisis, abordar la progresiva reducción del déficit y la deuda pública. 5) Los objetivos básicos de la reconstrucción, la asignación de órdenes de magnitud del gasto y la inversión, y los criterios para su gestión. 6) Un proyecto gubernamental para Catalunya.

El Gobierno pide unidad. Ha de construirla con su ejemplo y sus propuestas.

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