Es del todo evidente que la necesaria ampliación del hospital Clínic comporta un retraso vergonzoso porque hasta ahora las administraciones afectadas (UB, Diputación, Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona) no han llegado a un principio de acuerdo a pesar de que hace años y años la ampliación es necesaria. Pero este hecho no significa que el acuerdo alcanzado sea bueno para la ciudad y, por tanto, dada la dimensión del potencial error, también para Cataluña.
En 2022 las instituciones concernidas acordaron dejar para principios de este año el acuerdo definitivo. Era un aplazamiento más que mostraba las dificultades para ponerse de acuerdo. Pero cuando éste ha llegado, una vez más la visión simplista de las cuestiones complejas ha hecho estragos. Se ha tomado la decisión, que se encuentra todavía en una fase muy inicial, de situar el nuevo Clínic en el recinto deportivo que tiene la UB en la Diagonal. Un espacio de casi 320.000 m2 que se transformaría, según el proyecto, en un hub sanitario porque además del nuevo Clínic incluiría la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, así como centros de investigación. La idea de entrada parece muy buena: construimos el Clínic en un extremo de la ciudad y aprovechamos esta ventaja, pero los inconvenientes y sus consecuencias son muy negativas.
La primera, grave, pero no la peor, es que se liquida la única, prácticamente, instalación deportiva universitaria digna de ese nombre. Si el deporte está desaparecido de la universidad es en gran medida por falta de instalaciones y estímulos a su práctica, y ésta sería una estocada casi final. Qué paradoja, para mejorar la salud con una mejor instalación sanitaria, la perjudican desincentivando aún más la práctica del deporte entre los universitarios. Al mismo tiempo liquidamos una gran extensión de zona verde de las que Barcelona carece. Es consecuencia de la inmadura idea de construir sobre lo que aparentemente no está ocupado.
Pero la segunda consecuencia es mucho peor. Porque al problema de la supermanzana del Eixample y las dificultades para la movilidad, se añadiría ahora el agujero negro que significará hacer desaparecer al Clínic del lugar donde está. Este hospital, por su tamaño, tiene una gran capacidad exportadora en términos económicos.
Es decir, cada día miles de personas acuden al centro para trabajar y sobre todo para recibir asistencia y visitar a los enfermos. Este flujo de población genera en su entorno una actividad económica que nunca ha sido valorada. No se puede decretar el traslado prescindiendo de este hecho porque la consecuencia será indefectiblemente un vaciado de actividad y un potencial riesgo de degradación de todo ese entorno. Barcelona tiene ya experiencias en este sentido. Fue el caso del traslado del Born a Zona Franca y el proceso de degradación que durante años se produjo en el barrio de la Ribera.
La muestra de que las instituciones no consideran para nada este problema es que el acuerdo establece que se estudiará proveer de equipamientos sanitarios, educativos, bomberos, etc., y zonas verdes para esponjar esta área urbana. Todas estas actividades no tendrán la condición de exportadoras, es decir, de generar rentas procedentes del exterior del área, sino que tendrán efectos básicamente locales y, por tanto, no reducirán el problema.
Pero es que además, de este modo, el espacio del Clínic se añadirá a las áreas vacías que van castigando el Eixample, porque el Ayuntamiento no sabe o no puede encontrar actividades que le den sentido y potencien la ciudad. Prácticamente en línea recta tenemos espacios que suman decenas de miles de m2 como son la Modelo, la Escuela Industrial y en un futuro el Clínic. La respuesta más racional era trasladar la ampliación a la Escuela Industrial y transformarla en un complejo sanitario, de investigación, de primer nivel y fácilmente conectado al actual Clínic. Incluso, dada la proximidad, era posible establecer vías de servicio y conexión subterráneas y así aprovechar los espacios que ya tenemos, consolidarlos y mantener la actividad en esta parte de la ciudad.
Aún se está a tiempo de rectificar. Si no, un nuevo problema por la incapacidad de nuestras instituciones se cierne sobre Barcelona. Y éste lo habremos fabricado nosotros.