Estaba teóricamente descrito. Lo escribí sobradamente durante algunos meses. La supermanzana del Eixample, tal y como estaba planteada, liquidaba la característica decisiva del ordenamiento hecho por Cerdà, el de la igualdad del espacio y la urbanización para atenuar las desigualdades sociales. Esta evidencia mantenida a lo largo de los años, reconocida como un modelo urbanístico en todo el mundo, se ha visto en gran parte dañada por un gobierno que se autocalifica de progresista y que decía que luchaba contra las desigualdades sociales, el que presidía Ada Colau y con el que colaboró -si no el proyecto no habría salido adelante- Collboni.
La supermanzana del Eixample significaba construir una dualidad urbana dentro de Barcelona. Con calles de primera, las de los ejes verdes, sin circulación, y las de segunda, las demás, las que registraban todo aquello que quedaba expulsado de las nuevas calles peatonales. Por un tercio de viales del Eixample no pasarían coches y se plantarían matorrales y macetas. En el resto se concentraría toda la movilidad pública, privada, de servicios. El resultado de ese planteamiento era evidente que no podía funcionar.
La primera premisa para poder hacer supermanzanas, sean del modelo que sean, es disponer previamente de un sistema público de transporte que permita absorber las distorsiones que generan las prohibiciones de circular. Ada Colau y su teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, acudieron a un concepto mágico: «evaporación». En la medida en que los coches no pudieran circular, se evaporarían. Y esa premisa, que teóricamente puede ser cierta, muy a largo plazo es falsa porque los cambios en la movilidad que debe adoptar cada persona por cuenta propia no se improvisan.
Pero es que además, privilegiando unas calles sobre otras provocaba su gentrificación. En una ciudad que incurre con facilidad en esta práctica, dado que hay un colectivo de nómadas digitales importante, que permanecen unos meses o unos años en la ciudad trabajando a distancia, que tienen buenas retribuciones y que suben los alquileres.
Esto exactamente es lo que ha pasado muy rápidamente en la calle Consell de Cent. Los datos de la consultora CBRE publicados este domingo por La Vanguardia lo confirman. El alquiler medio en Consell de Cent supera los 3.000 euros, una cifra fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos de Barcelona. Pero muy interesante para estos nómadas digitales que vienen de capitales europeas con alquileres de este tipo, si no superiores. En tan sólo 18 meses, los precios se han disparado. En Consell de Cent entre febrero de 2022 y mayo de 2023 se han incrementado un 78,36% pasando de 1.742 euros a 3.107. En el mismo periodo de tiempo, en la calle Valencia, que quedó dañada por la conversión en zona peatonal de Consell de Cent, sólo creció un 11,96%. Más o menos, más bien menos, que el conjunto de la ciudad, y ha pasado de 1.723 euros, una cifra prácticamente equivalente a la de Consell de Cent en febrero de 2022, a 1.929 en mayo de este año. Ahora la diferencia entre una calle y otra que tenían alquileres equivalentes es de algo más de 1.000 euros. Para una persona que quiera pasar de vivir en la calle Valencia a Consell de Cent, por estos 100 metros de distancia, el alquiler le costará un 50% más.
También se ha acentuado la venta de pisos en Consell de Cent, ya que el número de unidades vendidas se ha incrementado casi en un 30%, mientras que en la calle Valencia, ¡atención!, se han reducido en un 26% . Son las consecuencias de la supermanzana.
Este fenómeno, si bien en una escala más atenuada, también se ha producido en los otros ejes verdes, el de Rocafort, Borrell y Girona . Aquí el incremento fue del 65%. Mientras que en las calles del entorno se situó en un 21%. Podemos ver, por tanto, que el perjuicio sobre todo ha sido para la calle Valencia y es lógico porque las demás vías adyacentes a los otros ejes verdes no sufren tanto porque no son vías prioritarias de movilidad como lo era Consell de Cent.
Ahora la pregunta del millón es ¿qué se piensa hacer con este destrozo que se ha producido en medio del Eixample con esta calle para “ricos” que ha creado Colau con la ayuda necesaria de Collboni? Parece que no hay idea alguna para modificar o paliar la situación, y la consecuencia será que habremos alterado la naturaleza de lo que significa vivir en el centro de la ciudad, la construcción de una ciudad de primera y una de segunda.
Si a este hecho se le añade en un futuro el tranvía por la Diagonal, el resultado de todo ello contribuirá al bajón de las condiciones de vida de los barceloneses de siempre. Será una ciudad ideal para el turista y el nómada digital, pero cada vez más penosa para los que hemos nacido o vivimos desde hace años en Barcelona.
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¿Y cuál es su resolución? ¿Eliminar aún más la naturaleza de la ciudad y hacer los barrios más feos y contaminados para que los precios bajen?