El descubrimiento de yacimientos de gas natural en el Mediterráneo Oriental ha exacerbado las tensiones entre dos países irreparablemente antagónicos, Grecia y Turquía.
Ambos miembros de la OTAN, durante las últimas semanas tanto Atenas como Ankara han llevado a cabo maniobras militares en la zona, buscando marcar territorio y avanzar en lo posible sus peones.
La situación es muy tensa. Tanto que Alemania (que, por otro lado, parecería natural que defendiera a su aliado europeo), ha avisado de que «la mínima chispa podría causar un desastre».
Bases de un conflicto territorial
La disputa que ha encendido todas las alarmas este verano tiene como raíz la definición de las fronteras marinas de Grecia y Turquía. Una cuestión muy complicada porque cerca de la costa turca encontramos numerosas islas que pertenecen a Grecia, como Lesbos, Samos o Rodas.
La soberanía griega sobre estas islas trastoca profundamente los derechos soberanos y de exclusividad económica de Turquía. Las islas dan derechos a Atenas sobre una zona marítima que, por otro lado, pertenecería a Turquía por proximidad a su costa.
Una disputa similar afecta a la isla de Chipre. Ankara se presenta como defensora de la comunidad de habla turca que habita el norte de esta otra isla. De hecho, Turquía invadió esta zona en 1974 tras un golpe de estado organizado desde Atenas. La zona turco-chipriota se autoproclamó estado soberano. Un estatus que ningún país del mundo más allá de Turquía reconoce.
Turquía afirma que Chipre, miembro de la Unión Europea desde 2004, no tiene derechos sobre el fondo marino que queda bajo la soberanía factual de Turquía. Ankara quiere que Chipre comparta los beneficios económicos generados por los bloques de gas natural que allí se encuentran con los turco-chipriotas. Algo que el país independiente rechaza hasta que el norte de la isla no le sea devuelto.
¿Dónde se ha descubierto gas?
En 2015 se hizo una primera descubierta importante de reservas de gas en la zona económica exclusiva de Egipto, al sur de Chipre. Este hallazgo despertó un gran interés en toda la región del Mediterráneo Oriental. El gigante de la energía italiano Eni empezó la explotación del yacimiento egipcio en 2017, y desde entonces ha generado un enorme beneficio.
Unos años antes, no lejos de allí, Israel descubrió otro yacimiento importante, bautizado Leviatán, dentro de su zona económica. Un consorcio liderado por empresas israelíes acabó a finales de 2019 la infraestructura necesaria y empezó a explotarlo. Gracias a Leviatán, Israel ha conseguido reducir notablemente su dependencia energética del extranjero.
La mayor parte de las reservas de gas se han descubierto en el norte de Egipto y al oeste de Israel, así como en la parte sur de la zona exclusiva económica de Chipre. El país hizo hallazgos importantes en 2018 y 2019 gracias al trabajo de Eni, Total y ExxonMobile.
En cambio, en las zonas donde Turquía ha enviado recientemente barcos de prospección aún no se han encontrado reservas. Sumida en una profunda crisis económica, Ankara recela de sus vecinos, de momento más afortunados que ella.
Egipto, Israel, Chipre, Italia y Grecia, entre otros países, ya se han unido en el llamado «Foro del Gas del Mediterráneo Oriental». Turquía ha sido dejada de lado porque no se entiende con buena parte de los miembros de esta iniciativa.
En cambio, el Foro sí ha posibilitado la mejora de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes.
¿Qué tienen que ver Libia y Francia con todo esto?
Las tensiones en el Mediterráneo Oriental se han intensificado aún más desde que Turquía se lanzó a ayudar al gobierno de Trípoli de Libia, reconocido internacionalmente pero de tendencia islamista, contra sus adversarios internos. Estos últimos cuentan con el apoyo de rivales de Turquía, como Egipto, Rusia y Francia.
A cambio de la ayuda militar, una de las cosas que Ankara obtuvo de Trípoli es una modificación de las fronteras marítimas de Libia. Este cambio hace que los límites de Turquía se acerquen a Grecia, y complica los planes del gasoducto promovido por el Foro que debe llevar gas a Europa pasando por Chipre.
A medida que la influencia de Turquía en Libia ha ido incrementándose, países como Francia han comenzado a expresar su inquietud. Hace unos días, París envió un contingente naval para sumarse a las operaciones conjuntas de Chipre y Grecia, destinadas a intimidar a Turquía.
Grecia y Chipre han pedido a la Unión Europea que endurezca el tono con Turquía, incluyendo sanciones económicas. Francia apoya de forma creciente las reivindicaciones de estos dos países, en parte como respuesta a las graves provocaciones militares del ejército turco contra un barco de guerra francés en misión internacional cerca de Libia.
Otros países que mantienen vínculos económicos fuertes con Turquía, como Alemania, se resisten a escalar las tensiones. Sin embargo, la idea podría empezar a interesar a más líderes europeos, cansados del chantaje que Erdogan hace a Europa con los migrantes, así como de su deriva islamista y autoritaria.
Josep Borrell, el actual jefe de la diplomacia europea, ya ha sostenido que las medidas contra Turquía podrían incluir sanciones contra las empresas turcas implicadas en la controversia energética.