Alemania: ¿motor de la integración europea o campeona del egoísmo?

Los franceses dicen que la integración europea ha tenido dos motores principales: el germánico y el galo. En realidad, sin embargo, desde hace al menos 20 años, esta doble locomotora es más alemana que otra cosa.

Desde un punto de vista económico, las reformas llevadas a cabo por el canciller Gerhard Schröder a partir de 2003 permitieron optimizar la marcha de la economía y el sistema de seguridad social. A pesar de la etiqueta electoral socialdemócrata de Schröder, sus programas tuvieran un fuerte componente liberalizador: el objetivo era mantener y reforzar el liderazgo económico alemán.

Mientras tanto, en Francia, hacía tan solo 3 años que se había aprobado la reforma que instauraba la semana laboral de 35 horas. Una política que, con el tiempo, se ha convertido en paradigmática de la ineficiencia del sistema social francés.

Alemania se ponía al día y Francia profundizaba en sus célebres medidas sociales sin prestar atención a la competitividad. Las élites de París, confiadas en exceso en sus grandes y diversificadas multinacionales, no supieron o no se atrevieron a reformar en el mismo sentido que el alemán.

Hoy, como Schröder buscaba, Alemania ha reforzado su liderazgo económico. Al mismo tiempo, Francia se ha anquilosado y se sitúa cada vez más por detrás de su socio del otro lado del Rin. Para ser exactos, el PIB francés ya es un 35% inferior al alemán.

El declive francés ha quedado recientemente demostrado por el hecho de que el plan de relanzamiento económico post-Covid de Angela Merkel, equivalente al 11% del PIB alemán, deja en ridículo el de Emmanuel Macron, que se queda en el 2,4 % del PIB francés.

Cada vez más preocupados por su pérdida de influencia en el seno de la doble locomotora europea, los presidentes franceses desde Jacques Chirac han seguido fielmente las iniciativas económicas y financieras alemanas en Europa. Y se han plegado cuando Berlín les ha enviado una señal de stop, como por ejemplo en la iniciativa francesa de unir su industria militar a la británica en 2011 o en el momento de poner sobre la mesa una política fiscal común europea.

Francia se queda sola para defender Europa

El seguidismo económico de Francia se compensa supuestamente con una postura equivalente por parte de Berlín en aspectos de política exterior y de defensa. Este ámbito, en el que el país galo conserva capacidades muy superiores a las germánicas, se percibe en París como un «refugio» para compensar el liderazgo alemán económico, monetario y financiero.

Al principio, Alemania se prestó al juego, y Angela Merkel siguió a Nicolas Sarkozy en Libia. La canciller también hizo un pequeño «esfuerzo» y envió un contingente militar a Mali cuando François Hollande le pidió un apoyo firme a la operación militar anti-yihadista Serval (ahora Barkhane).

Pero las fuerzas alemanas desplegadas en Mali tenían instrucciones muy diferentes de las francesas, y no las apoyaron en ningún momento en sus ofensivas contra los terroristas islamistas. Esto a pesar de que Francia juega un papel crucial para impedir la expansión de la insurgencia islámica que tanto agrava los problemas migratorios y de terrorismo de Europa.

Este verano, Alemania ni siquiera ha demostrado su apoyo a Francia y Grecia ante las agresiones y provocaciones de Turquía en el Mediterráneo Oriental, a pesar de que los tres países son formalmente aliados y forman parte de la Unión Europea. Al situar en un mismo plano griegos y turcos, Alemania ha traicionado a sus aliados y hace juego al presidente turco Erdogan.

En realidad, hay que preguntarse qué hace Alemania por sus aliados europeos. La respuesta es que muy poco.

Alemania es el país que más beneficios directos recibe del euro e impide a los demás miembros de la UE devaluar la moneda. Su excedente comercial es el más elevado del mundo (entre un 7 y un 9%), hasta el punto de desequilibrar gravemente el mercado único, como la Comisión Europea ya ha advertido. Con exportaciones a los cinco continentes, Berlín se opone también a todo indicio de proteccionismo europeo que vele por los intereses económicos de los demás estados miembros.

Por si fuera poco, Alemania ni siquiera colabora con los esfuerzos de la primera potencia militar europea, Francia. Esfuerzos que al fin y al cabo van dirigidos a preservar la seguridad del Viejo Continente y mantener un mínimo de peso geopolítico en las zonas más conflictivas que la rodean.

Mientras tanto, Berlín se mantiene empeñada en sus preocupaciones económicas, sin darse cuenta de que, si no tienes una espada, tarde o temprano te roban la moneda.

En realidad, hay que preguntarse qué hace Alemania por sus aliados europeos. La respuesta es que muy poco Clic para tuitear

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