En un mundo lleno de ruido, con una realidad a menudo dura y deshumanizada, es importante saber encontrar algunos momentos para el silencio y la reflexión.
Los expertos reconocen que estos espacios favorecen la salud física y mental. Los ejecutivos que por su trabajo sufren un fuerte estrés, encuentran en el silencio, un bálsamo que suaviza la tensión. Llama la atención que en las escuelas de Economía y Empresa se ofrecen espacios de meditación y silencio. Esto que para algunos les parecerá una pérdida de tiempo, es, en cambio, una forma magnífica de salir de la maraña en la que a menudo nos encontramos.
El espacio de silencio puede estar en medio de la jornada, o con tranquilidad y con más tiempo, por la noche. O bien dedicarle una jornada entera para profundizar en el gusto por el silencio, por la soledad y por la contemplación. Sería como el perfil de una mística de nuestro tiempo. Una mística que carece de fractura entre interioridad y exterioridad, que no tiene fractura entre lo espiritual y lo material. Lo que podíamos llamar una mística fuertemente encarnada, que nos lleva a estar muy despiertos en la realidad en la que vivimos, para ver claro lo fundamental y lo superfluo, y eso hacerlo como un instrumento de reflexión sobre el sentido de nuestra existencia.
Y podríamos preguntarnos: ¿En el mundo de hoy, a menudo angustioso y conflictivo, hay lugar para una dimensión mística de la vida? Seguramente muchos dirán que no, que la mística es una reliquia del pasado. Pero es evidente que la mística tendrá connotaciones diferentes, según la época y según la situación que vivamos. Lo que cuenta, es ese tipo de vínculo existencial entre el yo personal y el Misterio, de modo que cuanto más fuerte es este vínculo, más fuerte es la comunión con la realidad.
Se trata de todo lo que hago en mi vida diaria, verlo de otra forma. Convertir cada momento presente, en un momento sagrado, especialmente cuando me encuentro con los demás, mejorando y positivizando las relaciones, pacificando los conflictos empezando por nosotros mismos. Si hacemos esto, ya hacemos mucho, porque colaboramos en algo tan noble como es humanizar la vida y el mundo.
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