Algunas señales de alarma acaban de encenderse en la UE.
La primera lleva el nombre de fatiga pandémica.
A punto de cumplirse dos años del descubrimiento del SARS-CoV-2 (coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave), la pandemia de la Covid-19 vuelve a rugir. De nuevo en vísperas de Navidad y en las puertas del invierno. El repunte de casos es especialmente fuerte en varios países del centro y norte del continente con tasas de vacunación muy por debajo de la media comunitaria, como Alemania, Austria, Rumanía o Bulgaria. Este repunte viene acompañado de un agudo clima de conflictividad social que hace aún más difícil la adopción de medidas para contener los contagios.
Ante el creciente escepticismo sobre la eficacia de las vacunas y ante el aumento de los casos y el retorno de las restricciones, la Comisión Europea aconseja a los gobiernos no descuidar las demás medidas de mitigación y recuerda a la opinión pública que las vacunas están haciendo exactamente lo que tenían que hacer. Su portavoz acaba de declarar que “entendemos que desde el punto de vista individual las restricciones con las que vivimos desde hace casi dos años pueden provocar cansancio; pero como comunidad es importante mantenernos unidos y cumplir con las restricciones porque es la vía adecuada para salir de la pandemia “.
El primer ministro de Bélgica, uno de los países europeos donde en los últimos días la fatiga por la pandemia se ha traducido en manifestaciones y disturbios violentos, ha declarado que «tenemos que combatir el virus, no pelearnos entre nosotros». En Alemania, donde la tasa de vacunación de la población adulta es inferior al 70%, como en Austria, se difunde la alarma por la situación sanitaria y la tozuda resistencia de un elevado porcentaje de la población a vacunarse. El ministro de sanidad alemán ha llegado a declarar con crudeza que “cuando acabe el invierno, la mayoría de los alemanes estarán vacunados, curados o muertos”. En los países con tasas de vacunación más altas, como España o Portugal, los resultados son mejores y el aumento de las infecciones se ha desacoplado de las cifras de muertes.
Las reacciones de algunos gobiernos en esta nueva fase de la pandemia recuerdan a las de los primeros meses. Se vuelve otra vez a la descoordinación y a temer por la libertad de circulación dentro de la UE. Los grupos políticos europeos han exigido a la Comisión que emita propuestas claras y coherentes sobre la validez y utilización del pasaporte Covid.
La noticia preocupante más reciente sobre la pandemia es la detección de una nueva variante del coronavirus bautizada como ómicron
La noticia preocupante más reciente sobre la pandemia es la detección de una nueva variante del coronavirus bautizada como ómicron (decimoquinta letra del alfabeto griego) o sudafricana . Ya se llevan quince variantes identificadas. Sobre omicrón se desconocen muchas cosas. Aparentemente, se ha extendido con rapidez en Suráfrica, especialmente entre niños y jóvenes. Muchos países europeos aumentan los controles para evitar la entrada de la nueva variante del virus. Esto hace contener el aliento ante si empeorará la pandemia de la covid-19, casi después de dos años de su inicio, y si estamos ante una sexta ola de efectos imprevisibles. La detección de la variante en el sur de África revela el fracaso de la gestión mundial de la pandemia. El continente africano sólo cuenta con un siete por ciento de vacunados, y Sudáfrica con un veinte por ciento, comparado con los dos tercios de los países avanzados.
Una importante derivada de la fatiga pandémica es la polarización de la política.
En Francia, por ejemplo, el aspirante ultraderechista a la presidencia de la República, Éric Zemmour, sabe perfectamente que puede tener votantes potenciales entre los negacionistas, los escépticos de la Covid y los opuestos a las vacunas. Hay un perfil en Francia que une a un cierto público, una mezcla de antisistema de extrema derecha y de extrema izquierda, ex chalecos amarillos, nacionalistas radicales y votantes muy desencantados de todos los partidos. Esta gente detesta a Macron por elitista y considera que cualquiera de las medidas antipandemia esconde segundas intenciones, hasta llegar a las teorías conspiradoras. Según Zemmour, Macron ha instrumentalizado la crisis sanitaria para «cambiar de tema» y no hablar de inmigración, que es a su juicio el problema principal. Zemmour declara con insistencia que es el único capaz de salvar a Francia de su declive porque es «el único que tiene el coraje y la determinación de hacerlo».
Según la filósofa y psicoanalista Cyntia Fleury, en Francia de manera especial, pero no sólo en Francia dentro del mundo occidental, aflora un resentimiento peligroso, que se produce cuando alguien se siente negado en su sujeto, en su identidad, por la inseguridad socioeconómica, el no reconocimiento simbólico, la invisibilidad, la inseguridad cultural, la sensación de ser sustituible o de ser simplemente una estadística. Es el resentimiento de los olvidados. Piensa que es un estado psicosocial que ya fue preludio de los populismos que causaron los grandes males del siglo XX. «Es un estado al que precede la entropía política, porque los líderes grotescos a los que da lugar (como Trump y tantos otros) son producto de la masa y no al revés».
Una tercera alarma en la UE es la que acaba de poner sobre la mesa el filósofo vasco Daniel Innerarity en un reciente debate sobre la democracia en Europa.
Se trata del mal de la desconfianza del ciudadano hacia el gobernante y también del gobernante hacia el ciudadano, que la pandemia ha acelerado en buena parte de la ciudadanía. Él considera que es algo que resulta paradójico en sistemas basados en el gobierno de la gente, como los europeos, contra los que hay que reaccionar. Innerarity ha señalado que la pandemia, además, ha inaugurado un tiempo distinto, de hundimiento y de vulnerabilidad, y que hay que estar muy dispuestos para ayudar a superar este estado de ánimo.
Una cuarta alarma ha sonado con fuerza en las últimas semanas, cuando se ha visto llegar a Europa a miles de inmigrantes hasta la frontera oriental de la UE para intentar entrar, con la ayuda de un dictador vecino con malas artes.
Se trata de las tensiones todavía existentes entre la Bielorrusia de Lukashenko -amparada por la Rusia de Putin- y Polonia, que también afectan al resto de estados bálticos miembros de la UE. Es un ejemplo del fenómeno que ahora se llama guerra híbrida, ataque o conflicto híbrido. Se caracteriza por utilizar todo tipo de medios y procedimientos, sean fuerzas convencionales o cualquier otro medio irregular como la insurgencia, los recursos naturales, las últimas tecnologías (guerra cibernética), las fake news, el terrorismo o la migración. El Alto Representante de la UE por asuntos exteriores y seguridad, Josep Borrell, ha declarado: «Las amenazas híbridas suenan a teoría hasta que te encuentras una que te afecta; la crisis de Bielorrusia ha demostrado que se puede pasar de la teoría a la práctica rápidamente. Hasta ahora, los problemas migratorios afectaban sobre todo a los países del sur. De repente, los países del este también están afectados. Ahora vemos que las amenazas pueden ser las mismas para todos los estados miembros de la UE «.
La Comisión Europa ha conseguido que se adoptara una respuesta común al desafío lanzado a la UE por el régimen de Alexander Lukashenko, responsable de facilitar la llegada de miles de personas provenientes principalmente de Oriente Medio para chantajear a la UE. Las principales rutas de llegada han sido cerradas gracias a la colaboración de las aerolíneas y autoridades de aviación civil en los países de origen y tráfico. La experiencia directa con una crisis migratoria creada de forma artificial ha llevado a la UE a dotarse de un nuevo marco legal que permitirá sancionar a las aerolíneas y otros operadores de viajes que colaboren o se beneficien del tráfico de personas. El nuevo régimen de sanciones funcionará como una lista negra. Las empresas que estén incluidas pueden ver suspendida su licencia para operar en la UE o incluso perder el derecho a atravesar el espacio comunitario. De todas formas, lo que ahora queda es una crisis humanitaria con miles de personas bloqueadas en torno a la frontera, con unas temperaturas muy bajas. La Comisión ha desbloqueado fondos para financiar los vuelos de regreso y ofrecer paquetes de apoyo a las personas afectadas, que han pagado miles de euros por un viaje a ninguna parte.
Este evento en la frontera oriental de la UE -sumado a la humillación de depender de Washington para evacuar a los europeos de Afganistán y a la conclusión del acuerdo sobre submarinos militares nucleares AUKUS entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos para afrontar el reto militar chino, sin compartirlo con la UE- ha dado un sentido de urgencia -y de alarma- al debate de cómo preparar la UE de cara a un mundo cada vez más incierto y peligroso.
Este documento analiza el entorno geopolítico actual y plantea respuestas innovadoras
Según Borrell, Europa debe aprender a utilizar el lenguaje del poder y debe reaccionar, tal y como se argumenta en el documento titulado Brújula estratégica, que acaba de presentar a los ministros de asuntos exteriores y de defensa de los 27 estados miembros de la UE. Este documento analiza el entorno geopolítico actual y plantea respuestas innovadoras, como crear equipos de expertos desplegables para responder a amenazas híbridas, o una fuerza rápida de 5.000 efectivos operativa en 2025, que empiece a hacer maniobras conjuntas en 2023.
Las coordenadas del debate, según Borrell, son delicadas. Nadie discute que la defensa territorial de Europa es una función de la OTAN. “No hay otro marco frente a un ataque a gran escala. No queremos sustituir a la OTAN por una alianza militar europea, sino desarrollar la ambición de los tratos para tener, además de un mercado interior único y una moneda común, una política de defensa y seguridad común“.
En una entrevista reciente, Borrell ha querido hablar claro y ha avisado de que «Europa está en peligro», pues «el mundo que nos viene encima es mucho más inseguro que antes». Ha terminado la entrevista con estas palabras: «A los europeos nos gusta el mundo tal y como lo describe Kant: regulado por normas, con voluntad de cooperación, la paz perpetua… Estamos vacunados contra la guerra porque hemos tenido demasiadas guerras» y hemos pagado un precio muy alto, por eso mismo no somos ni queremos ser una potencia militar. Pero no vivimos en un mundo kantiano. El mundo en el que vivimos es más bien hobbesiano, basado en relaciones de fuerza y de poder. Vivimos en el mundo que vivimos, no en el que quisiéramos vivir, y para sobrevivir en un mundo en el que todo se convierte en un arma -las vacunas, las mascarillas, el comercio, los inmigrantes- tú debes tener ciertas capacidades… A mí me corresponde analizar, proponer e impulsar. Esto está hecho. Pero si el Consejo Europeo no lo acepta, no se hará, porque seguimos siendo un club de estados».
No vivimos en un mundo kantiano. El mundo en el que vivimos es más bien hobbesiano, basado en relaciones de fuerza y de poder Share on X