¿Seguro que Trump se equivoca siempre y todo lo hace mal?

La perspectiva de que la gran mayoría de los medios de comunicación de este país aportan sobre la política estadounidense nunca permite entender la realidad, por lo que sus resultados siempre acaban sorprendiéndonos.

Esto ya ocurrió con Reagan. Quien forjaba su imagen de presidente a partir de lo que se leía, escuchaba y veía en España, y más en Catalunya, se encontraba ante un presidente catastrófico, cuya reelección resultaba inexplicable. La realidad nos dice que Reagan es uno de los presidentes más valorados por la ciudadanía americana y que marcó un antes y un después en el alineamiento político interno y en el orden internacional.

Los resultados de Trump en estas últimas elecciones también resultan inexplicables desde el relato de nuestros medios y, de paso, lo mismo puede decirse del pésimo resultado de Kamala Harris. Las cosas debían haber ido exactamente al revés.

Después y antes de empezar a gobernar, Trump ya era criticado por nuestros medios de comunicación, lo que no es francamente difícil.

El esquema es muy sencillo: cuando el presidente es demócrata, los elogios son escasos, como ocurrió con la mediocre presidencia de Obama y la deficiente de Biden, con el agravante de que, en su último año, gobernaba sin estar en perfectas condiciones, y eso se intentaba esconder a todo el mundo, hasta que el debate electoral mostró el grado de debate electoral.

Pero eso no importaba, como tampoco importaba que Obama tuviera tres guerras abiertas cuando le dieron el premio Nobel de la Paz; lo único que contaba era que era un liberal demócrata, un progresista, en definitiva.

Cuando el presidente es republicano, el examen cambia radicalmente y todo se vuelve negativo. Es lo que está ocurriendo con las primeras medidas de Trump. Son tantas y tan rápidas que deberían llamar la atención porque revelan una preparación atenta y meticulosa. Tantas órdenes ejecutivas a las pocas horas de llegar a la presidencia y el mantenimiento de un ritmo elevado en los días sucesivos no se improvisan. Esto se pasa por alto, y se afirma que el caos y la civilización occidental se encuentran en crisis a causa de Trump. Lluís Foix, antiguo director de La Vanguardia , que todavía escribe, lo sitúa al mismo nivel que Putin y que el dictador chino Xi Jinping. 

La amenaza inicial de imponer aranceles del 25% en México y Canadá se ha traducido en la práctica en un aplazamiento de 30 días de su entrada en vigor y en el compromiso por parte de estos dos países de un control mucho mejor de sus fronteras con Estados Unidos, incluso con el despliegue del Ejército, que está causando estragos en el país de Lincoln.

Nada más empezar, ha conseguido más que Biden en sus cuatro años. Veremos cómo acaba la cuestión de los aranceles, pero seguro que será mucho más matizada que la amenaza inicial, porque todo el mundo sabe que ésta es la estrategia actual de Washington. Una salida de caballo, reivindicación de máximos, para ajustar después con la negociación algo mucho más razonable, pero habiendo obtenido ya de entrada contrapartidas a su favor.

Sus exigencias a Panamá sobre el canal y el control progresivo que China ejercía sobre éste debido a los pactos de ese país con Pekín han quedado resueltas con una simple visita del secretario de Estado Marco Rubio. Panamá romperá sus acuerdos con China, que comportaban un importante programa de préstamos, y concederá ventajas al paso de los barcos estadounidenses. Basta con una simple declaración para frenar la presencia de China en un eje estratégico global situado en el patio trasero de Estados Unidos.

El paro en seco de la ayuda humanitaria de Estados Unidos y el desmantelamiento de la agencia que gestionaba esta ayuda, USAID, ha puesto de relieve varias cosas. Una de nada menor es la extraordinaria dimensión de esta ayuda, que fue de 64.700 millones de dólares en 2023. Para situar una referencia, la de la Unión Europea fue de 26.900 millones en 2020. La de España, 3.900 millones.

La idea de fondo es que esta magnitud estaba descontrolada y que, en realidad, beneficiaba a múltiples intermediarios que, bajo la fórmula de las ONG, en bastantes casos encubrían situaciones de privilegio. Como siempre, el trigo se mezclaba con la cizaña.

Había algunas de estas organizaciones con directivos que cobraban más de cien mil, incluso un millón de dólares al año, procedentes en su mayor parte de estos fondos federales. Por otra parte, era una ayuda no contabilizada en esos términos para la guerra de Ucrania.

En el 2022 fueron nada menos que 9.240 millones de dólares, mientras que para el desastre de Sudán del Sur sólo se destinaron 950 millones y para Siria, 690 millones. Era humanitaria, sí, pero con muchas “comillas” e interferencias de todo tipo.

El paro y la clarificación no son una medida equivocada, al contrario, pero ha sido criticada sin atención alguna a la realidad interna de la USAID. Si lo hubiera hecho Obama, los comentarios elogiosos para frenar los abusos de la cizaña y el uso encubierto de estos fondos por la política exterior de la inteligencia estadounidense habrían llenado páginas de tinta.

Algo más de realismo y objetividad no nos irían mal para captar la realidad que nos rodea y evitar que acabemos pagando los errores del dogmatismo informativo.

Si finalment Trump aprova la imposició d'aranzels a la UE, com creu que afectarà Espanya i Catalunya?

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