Sánchez: menos discurso y devuélvenos el dinero

Como es habitual en Sánchez, el Congreso de los Diputados es si no me queda más remedio. Porque ha sido la última instancia en enterarse de las importantes medidas que quiere aplicar el gobierno. El método Sánchez es siempre el mismo: toma decisiones, las comunica mediáticamente en lo que le interesa, no informa de los contenidos a los demás partidos, ni a su socio de gobierno y se acaba presentando en el Parlamento pidiendo que le aprueben, sin tocar ni una coma, lo que apenas conocen, en nombre de la unidad y el bien de España. Quien le compre hace un mal favor a la solución de los problemas y al funcionamiento de la democracia. Porque es evidente que un plan de esa naturaleza, para intentar paliar los impactos de la crisis, debería ser fruto de una elaboración compartida atenta y no de un papel que te ponen delante y al que debes contestar sí o no.

Esto es de una racionalidad total. En el discurso de Sánchez y del gobierno en general, además de atribuirle toda la culpa a Putin, algo que no dice demasiado de su finura de análisis, no explica un hecho fundamental de por qué el diferencial de inflación de España es mucho mayor que el de la eurozona si precisamente nuestro país es el que ha registrado una mayor pérdida de poder adquisitivo por parte de los salarios. Por tanto, tendríamos aquí un comportamiento más bien deflacionista.

A lo largo de 2021 el IPC subyacente se incrementó, en tasas interanuales, un 44,3%, mientras que los salarios lo hicieron en un 2,3%. Pero si se considera la valoración del salario real, es decir, el coste laboral ajustado por el IPC, en 2021 en España la retribución se redujo en un 2,3, muy por encima de Italia que lo hizo en un 1,6 y Alemania con un 0,8. El caso de Francia fue aún un poco más moderado, al llegar a -0,7. Para el conjunto de la eurozona cayeron un 0,8, es decir, los salarios en España el pasado año ajustados al IPC triplicaron la pérdida de valor de la eurozona y eso con un gobierno de superizquierdas en el poder. Pero este hecho deflacionista no tuvo efecto alguno sobre el incremento de precios.

La tasa interanual del IPC por parte de los alimentos señala que la española es un 35% mayor que la de la eurozona, y una cifra prácticamente equivalente se da en relación con la energía. Sólo en los bienes no energéticos y en los servicios, nuestro diferencial es favorable, menor en un 21%. El resultado de todo ello explica por qué sacamos dos puntos casi de diferencia inflacionaria con lo que ocurre en Europa. Lo que debe explicar el gobierno es por qué nuestros alimentos y nuestra energía es mucho más cara y lo que debe resolver es la minoración de este incremento.

Somos el segundo país, después de Italia, con el mayor crecimiento interanual de la energía y este hecho es causado por la electricidad y el gas. Pero atención, porque en carburantes para el transporte ya no vamos detrás de Italia, sino que nuestro crecimiento en relación al IPC es mucho mayor. La diferencia con países como Alemania y Francia es importante.

Es necesario que el gobierno explique la razón de estas importantes diferencias y que los organismos empresariales y sindicales aporten su visión, porque el problema reside aquí. Puede haber inflación en toda Europa, pero no es ni mucho menos la del mismo nivel, y en esa diferencia de calidad es donde radica el problema español. Estamos en una repetición de lo que ocurrió durante la pandemia. Todos los países de Europa la han sufrido, todos han visto descender su economía, todos han visto cómo se producía la recuperación, pero en los tres casos España siempre ha ocupado y con diferencia la peor posición. El estrago ha sido mayor, el daño económico mucho mayor y la recuperación mucho más lenta. Ahora ocurre que la inflación por componentes es muy superior. Si no se abordan estas cuestiones de fondo, lo que hacen las medidas de Sánchez es aplicar maquillaje a la herida en lugar de curarla.

Y junto con un diagnóstico claro de las causas de nuestros problemas que nos hacen diferentes del común europeo, también hay que decir con toda claridad que la única respuesta válida para paliar el desastre es que el gobierno nos devuelva todo el dinero que le hace ingresar de más la elevada inflación. La mejor forma de corregir el problema es que el estado ingrese lo que tenía que ingresar con una inflación más o menos normal, que ya era de por sí alta viniendo de dónde veníamos, pero que evidentemente poco tiene que ver con el 7 % y 9% que empieza a ofrecernos el año. Todo este excedente en IVA, sobre todo, en IRPF y en impuestos a los carburantes debe ser devuelto y dejar de cobrarse. Esta medida, además, es mucho más justa que el sistema de ir distribuyendo ayudas que, o bien son simplemente paliativos de la pobreza, o como los 20 céntimos de los carburantes, no resuelven nada porque lo que devuelven es una mínima parte del incremento que van recaudando de más en estos últimos días.

Necesitamos ideas claras y transparencia, y si el gobierno no nos lo da, al menos que la oposición sea capaz de hacerlo, a la vez que la sociedad civil hace un planteamiento claro y nítido en ese sentido.

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