¿Sánchez gobernará para siempre?

En España ha gobernado casi siempre el PSOE, con las contadas excepciones del gobierno Aznar y el interrumpido gobierno Rajoy. Además, en este caso la capacidad de los populares para significar una alternativa con cuestiones delicadas por parte del electorado fue nula, validando así las leyes de ruptura de Zapatero, que después han expandido y profundizado.

De hecho, uno de los orígenes del crecimiento de Vox es necesario buscarlo en esta falta de cultura política alternativa al PSOE del PP.

El partido socialista ha configurado, por tanto, las instituciones y la cultura hegemónica, si bien en dos fases sustancialmente diferentes. La de Felipe González, que fue una política de homologación con la social democracia europea y los gobernantes posteriores, Zapatero y Sánchez, que han significado una ruptura, de hecho un reencuentro con la tradición más izquierdista del socialismo español y alejándose de la que es la corriente principal socialdemócrata. Seguramente porque ésta atraviesa una crisis muy importante en Europa, desaparecida en Italia, marginal en Francia y ahora en riesgo de convertirse en el tercer partido en el feudo más importante, Alemania. También porque el paradigma socialdemócrata sueco ha quedado descabalgado.

La salida a todo esto en el caso español ha sido recuperar el izquierdismo tradicional del partido socialista, el de la II República y Largo Caballero, el del enfrentamiento y formación de bloques antagónicos. Por esa vía, Sánchez confía en afianzarse indefinidamente en el poder. Para ello ha forjado una alianza con toda la izquierda, ha reducido a la mínima expresión la incómoda disidencia de UP y ha pactado con los independentismos nacionalistas del País Vasco, Cataluña y Galicia, tanto a la izquierda como a la derecha. Esta amplia alianza y el sistema electoral español, que favorece a los partidos políticos que obtienen buenos resultados en el ámbito provincial, caso de los partidos nacionalistas, le permite vislumbrar un futuro sin el peligro de una alternativa potente, porque el PP sigue sufriendo los mismos déficits de siempre. Nula presencia en Cataluña, la segunda comunidad en número de diputados, e incapacidad de presentar una alternativa culturalmente sólida a la que plantea la progresía de la alianza de gobierno.

De hecho, el PP aún sigue teniendo como uno de los principales señuelos de voto un anticatalanismo militante, lo que le condena al ostracismo en Cataluña. Esta actitud, por ejemplo, no tiene paralelismo con el PP gallego, que basa su fortaleza en un galleguismo muy suave, pero cierto, ni con los populares del País Vasco que asumen el vasquismo, el concierto económico y el cupo sin ningún tipo de problemas.

Es evidente que la cuestión de la amnistía y otras derivadas posteriores, como la conflictiva concesión en materia de inmigración a JxCat, le ha creado dificultades al PSOE, pero el nuevo relato ya está listo y dispone de los potentes medios que desde la presidencia del gobierno permiten configurar la opinión pública: TVE, La Sexta, El País, La Ser, La Vanguardia y el Grupo Godó, El Periódico y también TV3 por la coincidencia de intereses con ERC y también porque el núcleo rector de la televisión de Catalunya quiere hacer feudo, por si se produce el cambio en la Generalitat y acaba mandando Illa.

La nueva estrategia socialista consiste en equiparar al PP con el independentismo, plantear que la mala actuación de ambas partes son las que crearon el conflicto y que ambas se movían por intereses muy a corto plazo y de partido, y no por el interés general del país. Y que, entonces, le ha tocado al gobierno socialista la ingrata labor de rehacer la situación aplicando la amnistía.

En la práctica la equiparación es desigual porque por lógica de gobierno decanta toda la responsabilidad al PP y deja atrás la que puedan tener Junts y ERC.

La pieza fundamental de este relato es la recuperación de los potenciales abusos cometidos por la llamada «policía patriótica» abriendo una comisión en el Congreso para mantener viva esta cuestión durante los próximos meses, en los que se llevarán a cabo la importante elección en Galicia y el gran test de las elecciones europeas a principios de junio.

En paralelo existe un doble trabajo sobre el ámbito judicial, por un lado, en el TC como instrumento dócil de las políticas de Sánchez sin ningún tipo de complejo y, por otro lado, el descrédito de la justicia en todo aquello que sean decisiones contrarias al gobierno. Los aludidos medios de comunicación están abocados a esta labor y la alaba a una obra de teatro actual en Altzasu que versiona los graves incidentes entre los jóvenes de este pueblo y un grupo de Guardias Civiles de paisano cargando contra los jueces, es un ejemplo simbólico.

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