Las costosas campañas publicitarias del gobierno para presentar triunfalmente la situación actual sólo tienen claro el coste de éstas, del orden de 15 millones de euros por el momento para tres campañas, lo que evidentemente no es poco. Más allá de esto, los datos y los hechos son tétricos y hay que tenerlo en cuenta no para quedar ahogado por el panorama, sino para constatar que necesitamos esfuerzo como respuesta y exigencia de buen gobierno.
De entrada, la última y nueva previsión del Banco de España es muy dura. Constata que tardaremos tres años en volver a situarnos como estábamos justo antes de comenzar la pandemia. Si a este hecho se le añade que entonces apenas habíamos recuperado los niveles de 2008 (sí en términos de PIB, no en términos de empleo), nos daremos cuenta del largo período del destrozo que estamos viviendo. Según el Banco Central Español el PIB caerá este año un 15,1% y en 2021 recuperará sólo un crecimiento del 6,9%. El paro será respectivamente del 23,6% y del 24,7%, datos que, si se confirman, serían una brutalidad. Hay economistas que consideran que las previsiones son excesivamente negativas.
Un segundo aspecto de la cuestión se refiere al dinero de Europa, que será una importante ayuda, pero no servirá para capear la tormenta este año ni gran parte del que viene, porque el primer dinero llegará a finales de 2021. Por lo tanto, España ha de afrontar las grandes necesidades económicas acudiendo al endeudamiento. Menos mal del Banco Central Europeo, que en sus compras ilimitadas y soporte garantiza que el coste de la deuda no se dispare. Pero la losa de este déficit y de este endeudamiento, que puede llegar al 115-120% del PIB, estará en la espalda de todos y particularmente de los más jóvenes.
Por otra parte, el dinero de Europa no estará condicionado a recortes concretos, pero sí al reequilibrio de las cuentas, que en la práctica significará más impuestos y menos gasto. Una forma de suavizar este doble varapalo serían mejoras sustanciales en la productividad, pero de momento no se ve que haya nada en el gobierno que apunte en esta dirección. El dinero que vendrá tendrá como finalidad fundamental no tanto curar las heridas producidas por la crisis como generar un nuevo tejido económico enfocado al futuro: energías alternativas, más investigación, menos impacto ambiental, etc.
España se puede acoger a los recursos del MEDE, que tienen mala prensa porque en la crisis pasada comportaban la aparición de los «hombres de negro». No sería así ahora, pero el gobierno se resiste por la mala imagen que lleva asociada, porque con este tipo de ayuda, que por otro lado hay que devolver, entonces sí que se puede hablar de que realmente España ha quedado intervenida. Todo ello llevará a difíciles equilibrios a la coalición del gobierno porque no podrá cumplir prácticamente ninguno de sus compromisos. Si a este hecho se le añade la crisis generalizada que la pandemia ha generado en todas las instituciones públicas, y que merece un análisis más detallado, el resultado obviamente tiene poco que ver con la idea de que saldremos más fuertes.
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