Rusia y China, alentadas por una retirada estadounidense que sigue con Biden

La caótica retirada estadounidense de Afganistán, ordenada por el presidente Joe Biden, está pasando factura geopolítica a la primera potencia mundial.

Sus principales rivales, Rusia y China, han tomado nota de la carencia de voluntad estadounidense para implicarse militarmente en el extranjero.

En las últimas semanas, Moscú ha concentrado tropas en la frontera ucraniana y Pekín ha iniciado maniobras militares en el estrecho de Taiwán. Estas últimas han sido calificadas por el secretario de defensa estadounidense, Lloyd Austin, como similares a un ensayo para una invasión de la isla aliada de Estados Unidos.

Si bien en ninguno de los dos casos parece plausible que estalle una guerra abierta en los próximos meses, se trata de provocaciones que van cada vez más lejos.

De hecho, hay analistas y comentaristas que opinan que Rusia y China, las “potencias revisionistas”, podrían estar coordinadas para asestar un golpe mortal para lo que queda de la hegemonía global estadounidense. Esta opción parece tan remota por ahora como la de una invasión de Ucrania o de Taiwán.

Lo que sin duda existe es un diagnóstico compartido de la situación actual entre los responsables políticos en Moscú y Pekín.

Ambas potencias han denunciado estar en el punto de mira de Washington para pretender cambiar sus respectivos regímenes por una democracia liberal a la occidental.

Tanto una como otra han sufrido humillaciones históricas y aspiran a recuperar una plaza preeminente en la esfera internacional. También mantienen reivindicaciones territoriales y se presentan como defensoras de las minorías étnicas rusas y chinas que viven en los países de su entorno.

Rusia y China han seguido con atención los eventos en Afganistán del pasado verano. Ambas han abierto canales con los Talibanes y se han empleado en llenar el vacío dejado por Estados Unidos y, más en general, por los occidentales.

Ambas potencias han visto confirmado que Estados Unidos se está replegando. Se han dado cuenta de que el paso atrás estadounidense en los asuntos globales no era sólo cosa de Donald Trump, sino que se inscribe dentro de una tendencia mucho más profunda y duradera.

La idea del uso de la fuerza militar, que hace unos pocos años ni se les pasaba por la cabeza emplear contra aliados o intereses estadounidenses, comienza quizás a perfilarse como una opción realista cuando la ocasión adecuada se presente.

Por parte estadounidense, Biden ha declarado que Estados Unidos defendería Taiwán en caso de ataque. El presidente no ha hecho sin embargo ninguna declaración similar sobre Ucrania, que recordamos no es miembro de la OTAN.

En caso de una intervención rusa a gran escala en Ucrania, Estados Unidos parece querer responder imponiendo un régimen de sanciones masivo, similar al que ya sufren Corea del Norte o Irán. Esto desconectaría completamente a Rusia de Occidente.

Si así fuera, podría provocarse una reacción en cadena en la que China se vería involucrada, resultando una división del mundo en dos sistemas económicos independientes uno del otro. El resultado sería no la Tercera Guerra Mundial, sino el fin de la globalización tal y como la hemos conocido desde la década de los 80 del pasado siglo.

Más allá de Rusia y China, Estados Unidos tiene también a otros rivales que podrían empezar a desafiar el orden establecido más abiertamente.

Se trata de Corea del Norte e Irán, dos países que comparten muchos rasgos con Moscú y Pekín. Pero a diferencia de éstos, se trata de estados motivados por ideologías más extremas y que tienen menos que perder económicamente hablando, lo que les podría volver aún más temerarios.

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Me parece muy bien, creo que es hora de que China recupere Taiwan y Rusia Ucrania, a ver que hace ahora el bravucón del barrio.

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