El fracaso de la estrategia relámpago de Rusia contra Ucrania el pasado febrero ha empujado al Kremlin a una guerra de desgaste. A pesar de que ésta exige muchos más recursos humanos, el presidente ruso Vladimir Putin se ha mostrado reacio a recurrir a la movilización general.
De hecho, aunque el contingente que combate en el Donbás ha recibido este mes de junio importantes reservas (hasta 70 batallones), la movilización sigue siendo únicamente parcial, y Rusia intenta atraer a voluntarios de donde puede, en vez de movilizar a la juventud al completo.
La razón inmediata de esto radica en el coste político que la movilización general tendría para Putin en su país. Pero, según apunta la demógrafa Norma Cohen, existe también una razón de fondo: Rusia sufre una fuerte crisis demográfica desde el colapso de la Unión Soviética, siendo incapaz de mantener estable su población.
El declive demográfico de un país no solo tiene devastadoras implicaciones económicas y sociales, como Converses apunta con frecuencia, sino que en tiempos de tensiones geopolíticas implica graves problemas militares: sin hombres suficientes es imposible que un ejército pueda proyectarse y asumir riesgos.
Según datos del Banco Mundial, la tasa de fecundidad de las mujeres rusas se situaba en 2019 en 1,5 hijos. Lejos de los 2,1 que los demógrafos consideran necesaria para garantizar la estabilidad no sólo demográfica, sino también social y económica de cualquier país.
La cifra es ciertamente mejor que la española, que se situaba el mismo año en un catastrófico 1,24 . Pero no deja de ser claramente insuficiente, sobre todo para un país como Rusia que tiene aspiraciones geopolíticas mundiales.
Rusia intenta desde 2007 incrementar su natalidad con bonificaciones financieras a las parejas que tienen hijos. Unas políticas que han tenido cierto efecto, pero que se han mostrado insuficientes para invertir la tendencia.
Los malos datos demográficos se han convertido en una preocupación para el ejército ruso. El teniente-general Vladimir Shamanov, entonces comandante de las fuerzas aerotransportadas, afirmó en 2010 que la baja fertilidad se había convertido en «un grave peligro que no podemos ignorar más».
Según datos de la agencia de investigación en defensa de Finlandia, en 2035 el número de hombres de entre 30 y 35 se reducirá en un 50% respecto a las cifras actuales, mientras que el número de jóvenes de entre 20 y 24 años , la edad del alistamiento, tocó techo en 2015 y se encuentra en descenso desde 2020.
Que el ejército se enfrenta a un problema demográfico lo demuestra el hecho de que Putin ha abolido este año el tope de edad para alistarse en las fuerzas armadas, que se situaba en los 40 años. Además, desde 2015 los inmigrantes de entre 18 y 30 años pueden servir al ejército ruso.
Ucrania se encuentra en una situación peor
Aunque a corto plazo Ucrania disfruta de la voluntad de lucha de su población y del entusiasmo con que ésta reaccionó a la movilización general para hacer frente al ataque ruso, a largo plazo el panorama es desolador: en 2019, la tasa de fecundidad de Ucrania era del 1,23, incluso inferior a la española.
La cuestión no termina aquí: debido a la emigración hacia Europa central y occidental, Ucrania pierde población a un ritmo mucho más rápido que Rusia: en 1992, justo después de la disolución de la Unión Soviética, Ucrania tenía 52 millones de habitantes. Antes de la guerra solo quedaban ya 43. Durante el mismo período, Rusia ha pasado, en cambio, de unos 148 a 144 millones, un descenso mucho más suave.
A los comentaristas europeos y estadounidenses les gusta mucho hablar del problema demográfico ruso, pero inexplicablemente lo comparan muy poco con la situación de sus países y aliados, como Ucrania, que a menudo es peor.
A los comentaristas europeos y estadounidenses les gusta mucho hablar del problema demográfico ruso, pero inexplicablemente lo comparan muy poco con la situación de sus países y aliados, como Ucrania, que a menudo es peor Share on X